El género de terror florece en los momentos de crisis económica y, en general, en las épocas de inseguridad política y de cuestionamiento del sistema de valores. David J. Skal afirma en Monster Show. Una historia cultural del horror (Valdemar) que «los peores años del siglo para Norteamérica [los años de la Depresión] serían los mejores años para los monstruos». Pensemos en el florecimiento del cine expresionista alemán en la época inmediatamente posterior a la Primera Guerra Mundial, con obras como El gabinete del doctor Caligari, El Golem o Nosferatu el vampiro, o en la invasión de películas gore inusitadamente violentas durante los años de la guerra de Vietnam, una contienda que no se reflejaba en esos años directamente en el cine. Stephen King afirma en Danza macabra (Valdemar) que «las películas y novelas de horror siempre han sido populares, pero cada diez o veinte años parecen gozar de un ciclo de popularidad y visibilidad intensificadas. Estos ciclos casi siempre parecen coincidir con períodos de tensiones económicas y políticas…».
Juan A. Pedrero Santos, de cuya biografía de James Whale proceden las anteriores referencias librescas, relaciona el actual boom del cine y la literatura de zombies y de vampiros con la situación de crisis económica, social y política que vivimos. La visión es sin duda acertada y debe de ser también una de las razones de que su libro sobre Whale, El padre de Frankenstein, nos resulte tan interesante y actual.
De su experiencia teatral rescató su enorme talento para dirigir actores
Llegada a Hollywood
Después de un interés inicial por la pintura (pasión que retomará al final de su vida), James Whale participa en la Primera Guerra Mundial, y a su regreso entra en el mundo del teatro, donde pronto se consagra como director con la obra Journey’s End, cuya versión cinematográfica será también su primera película y su entrada al mundo de Hollywood. Es en el estreno de la obra en Londres donde conocerá a su actor fetiche, Colin Clive, que más tarde interpretará al doctor Frankenstein, y es a su llegada a Los Ángeles cuando entabla amistad con David Lewis, con quien pronto vivirá una relación tan abiertamente homosexual como lo permitían los cánones sociales de la época, e incluso un poco más abiertamente de lo que permitían los cánones sociales de la época.
El joven pobre se reconstruye como aristócrata pulido y atildado
Vena humorística
La segunda de las películas dedicadas al monstruo de Mary Shelley, una obra en la que James Whale logró disfrutar de una total libertad creativa, y donde introduce una vena humorística llena de guiños a la homosexualidad y de críticas más o menos veladas a la Iglesia católica, es su obra maestra. Entre sus otras películas destacan la primera versión de El puente de Waterloo, El hombre invisible, una adaptación de la novela de Wells, y Show Boat (Magnolia), una espléndida versión del musical, cuasi ópera, de Jerome Kern.
Pedrero Santos escribe con pasión contagiosa y cuenta bien una historia cuyo final algunos conocíamos a través de la película Dioses y monstruos, donde Ian McKellen interpretaba a un James Whale en declive. Es autor además de un libro sobre el cine de terror, Terror Cinema (Calamar), y también de una biografía (T&B Editores) de ese gran héroe de nuestra infancia, Johnny Weissmuller.