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El pistolero ha vuelto

Contador sorprende en un puerto menor y despluma a los Schleck. Evans —gran candidato— y Samuel resisten el ataque del madrileño

J. GÓMEZ PEÑA

Samuel ya lo sabía. Unos kilómetros antes de la subida al col de Manse, de segunda categoría, se le había acercado Contador. Susurros cómplices rodando por una carretera de agua. Llena de ciclistas tapados hasta la orejas. Sordos. Pendientes de seguir en pie sobre los charcos. Contador y Samuel son amigos fuera del Tour. Dentro, el madrileño buscaba un aliado para el descenso hacia Gap. De la subida ya se encargaba él. «Voy a probar en la cuesta», le avisó. Samuel, sin gafas para ver mejor bajo la lluvia, era todo oídos. Le miró como dudando. Bastó esa ojeada para comprender. Allí, a su lado, estaba el Contador del Giro, el de siempre. Por eso, antes de despegarse de su amigo y aliado, le repitió: «Ya lo sabes». Advertido quedas Samuel.

A este Tour se le han mojado los colores del verano. Fue una etapa de prisa. Así llovía, deprisa, y así salieron los ciclistas: a 49 kilómetros por hora hasta el ecuador del recorrido. Otro día oscuro, oculto en una nube. «Me gusta la lluvia», suele decir Contador. Tiburón. Notó que su sierra de dientes volvía a estar afilada. Mascaba. No es de los que se conforman con su mala suerte. Cuando notó la cercanía de los Alpes, al ver que el paisaje se agigantaba, se reencontró. Desde la jornada de descanso del lunes pensaba en una curva así. La halló en el col de Manse. Era un puerto de medio pelo hasta que Contador lo convirtió en el escenario de un exterminio. Sólo él tiene ese poder.

Iban Moinard e Hincapie, gregarios de Evans, al frente del grupo. Flotando sobre el aguacero. Descontando kilómetros hasta la cima. Pensando en el vértigo del descenso, el mismo donde Beloki se dejó la cadera y el dorsal en el Tour de 2003. El lugar donde Armstrong realizó el milagro: esquivó a Beloki e inventó un camino a través de un campo de cebada. Sólo él tenía ese poder. Ahora, Armstrong es Contador. «Sólo él es capaz de darle la vuelta al Tour», dijo el lunes su amigo Samuel. Le conoce y sabía lo que iba a suceder en aquella curva. A la izquierda del pobre Moinard apareció Contador. Enseguida se puso de pie. La imagen repetida desde 2007, desde su primer Tour. «No lo esperaba», dijo Voeckler. Y lo mismo se oyó en boca de los Schleck. Samuel, sí.

Tembló el Tour. Se desató el pánico. Los Schleck recurrieron a Cancellara, que rindió allí su último servicio. Evans, Voeckler y Samuel llegaron pronto. Aún quedaba cuesta. Tras unos Pirineos anestesiados, Contador tenía ganas: mandó tirar a Navarro. Segundo baile. Y uno más, el tercer ataque. Contador desabrochado, volando bajo la lluvia. Andy Schleck se soldó a su rueda. Cuerpo a cuerpo. Y ahí cambió el Tour. Veinte pedaladas después, el joven luxemburgués notó cómo el ritmo calcinaba sus pulmones. Se desinfló. Sólo Evans y el que ya sabía lo que iba a pasar, Samuel, se anudaron a Contador. Delante esperaba la pancarta de un puerto al que Contador acababa de llenar de historia. Y más lejos aún iban dos noruegos, Hushovd y Hagen, y un canadiense, Hesjedal, en busca de la etapa. La recogió el más fuerte de los tres, Hushovd. Lógico en un Tour de frío, lluvia y hasta nieve. En este deporte hay dos tipos de ganadores: los fuertes y los valientes.

Se vio en el descenso de Manse hacia la meta de Gap. Un Tour al que le crecen los charcos exige coraje. Contador se había llevado a Samuel, el equilibrista, para esa bajada. Pero el ciclista del Euskaltel iba con lo justo. Fue Evans, hecho en el mountain bike, el que se tiró monte abajo. Detrás, Voeckler, lider resistente, trazaba las curvas a cuchillo. En cambio, Andy Schleck se encogía con el agua. Como la ropa barata. Recogía las rodillas, acobardadas, cada vez que se colgaba de una curva. Un descenso cualquiera tiraba su candidatura como un castillo de naipes. Ahogado en su propio miedo cedió un minuto y 6 segundos. Como Basso, otro ciclista cuadriculado en los descensos (perdió 51 segundos). Frank Schleck, al menos, se pegó al impetuoso Voeckler y redujo pérdidas (21 segundos).

Peor que la derrota es caer sin gloria. Tal como corren, los Schleck no merecen el Tour. Ese derecho se lo ganó ayer Evans. Contador le dejó despegarse unos metros y Samuel bastante tenía con seguir al madrileño. Les sacó tres segundos. Les lleva casi dos minutos en la general. Es el rival a batir en este Tour al que ayer volvió Contador.

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