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El limpiabotas que encandiló a Cela

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El pregonero de las fiestas de Santiago no ha sido este año un famoso, sino un humilde trabajador del aeropuerto

Día 25/07/2011

Alfonso González Puentes tiene 75 años y desde hace más de treinta trabaja como limpiabotas en el aeropuerto de Santiago de Compostela. Es el último representante de un oficio en extinción que a lo largo de su vida le ha reportado disgustos y satisfacciones porque, como él mismo reconoce, «el destino de cada uno está lleno de baches que hay que rodear para no caer en ellos». Pero el sino de Alfonso, tras una vida de sacrificios, le deparaba el mejor de los reconocimientos. La buena nueva llegó de forma inesperada cuando «un señor vino al aeropuerto para decirme que el alcalde quería que diese el pregón de las fiestas del Apóstol. Pensé que era una cámara oculta», reconoce.

«La verdad es que pasé muchas noches sin dormir temiendo quedarme en blanco ante tanta gente pero al final todo fue bien. Salí al balcón, vi la plaza abarrotada y me dije: Alfonso aquí hay un toro muy grande que tienes que capotear». Por eso decidió improvisar y meterse al público en el bolsillo. Junto a él, en el palco de Raxoi, una gran familia que lo acompañó en todo momento. «A mi lado estaba mi esposa, cuatro de mis seis hijos y mis nietos. Para mí fue todo un orgullo», sonríe.

Desde que el consistorio compostelano anunciase la identidad del pregonero mayor, el teléfono de este artesano de cajas, cepillos y betunes, como a él le gusta describirse, no ha dejado de sonar. «Me llaman de todas partes y yo intento atender a todo el mundo, qué menos. Ayer salí en portada de los periódicos y hoy también, pero sé que se trata de algo efímero. Lo único que me importa es que los míos lo recuerden con orgullo», comenta mientras presencia el ir y venir de pasajeros.

Cada mañana, Alfonso toma el autobús que lo lleva al aeropuerto y, caja en mano, recorre unos pasillos que conoce mejor que nadie. «Hay semanas en las que no me estreno porque la mayoría de los vuelos son de Ryanair y en ellos sólo viene gente joven, con mochilas y zapatillas», cuenta mientras las llamadas de embarque se suceden. Pero como todos los artesanos, Alfonso tiene su clientela propia. «Hay un señor francés que siempre que aterriza, y tras hacer el servicio, me lleva a la librería y me enseña las novedades. A él le debo el haberme interesado por la cultura».

Y es que la literatura es, desde que cumplió los cuarenta años, la pasión de este lustrador de palabras. «Empecé a leer tarde pero que ya no he podido dejarlo», dice. Su amor por los libros lo llevó a convertirse en personaje de Madera de boj, la última novela de Camilo José Cela. Sentado en un banco del aeropuerto echa la vista atrás para recordar el día que conoció al Nobel. «Fue en 1985. Él se iba para Palma de Mallorca, me dijo si le podía limpiar los zapatos y yo le respondí: Que conste que se los voy a dejar mejor que Padilla (un personaje de La Colmena)». Ese intercambio de palabras derivó en una amistad que se prolongaría hasta la muerte del escritor. «Me gustaba porque su prosa era directa, sabía lo que quería decir». Igual que Alfonso, que a cada paso recibe una felicitación que recoge con humildad.

Con la elección de Alfonso González como pregonero, un personaje anónimo que con su honestidad logró encandilar a Cela y a todos los compostelanos, se abre la veda para que los rostros famosos dejen paso a gentes que brillan por su integridad y su saber estar. Como muestra, una de las anécdotas que este hombre culto nos regala a modo de despedida. «Un día me preguntaron por qué a los españoles les cobraba 250 pesetas por servicio y a los ingleses sólo 200. Y respondí: Yo sólo sé decir two hundred y no quiero engañar a nadie».

El programa de las Fiestas del Apóstol, que se prolongarán hasta el próximo domingo, tiene este año un marcado carácter musical. Así, entre los platos fuertes de la celebración se cuentan el concierto que Berrogüetto ofrecerá hoy, el concierto de Vetusta Morla (el jueves) y la actuación que Rafael Amargo protagonizará en la plaza de la Quintana el viernes. Capítulo aparte se merecen los distintos espectáculos de luz y sonidos que cubrirán el cielo compostelano durante la semana de celebración. La cita, todas las noches a las once y media en la plaza del Obradoiro.

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