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La historia escrita a máquina

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A través de las 140 piezas expuestas en la Ciudad de la Cultura, la muestra «Typewriter. La historia escrita a máquina» narra la trayectoria de un invento que revolucionó el mundo de las comunicaciones

Día 02/08/2011
La historia escrita a máquina
miguel muñiz
Detalle de una de las máquinas históricas de la exposición

En 1865 el reverendo danés Rasmus Malling-Hansen inventó la «bola de escribir», que se comercializó en 1870, siendo la primera máquina de escribir puesta a la venta. Fue un éxito en Europa. Antes ya lo habían intentado otros, como Henry Mill, Pellegrino Turri, o el tipógrafo de William Austin Burt. Más de 50 inventores llegaron a superar el centenar de prototipos creados. Si bien, su éxito comercial llegó tras el invento tres años después del grupo compuesto por Christopher Sholes, Carlos Glidden y Samuel W. Soule. La firma Densmore and Yost compró la patente y su acuerdo con los famosos fabricantes de máquinas de coser, E. Remington and Sons, revolucionó el mercado de las comunicaciones con la «Máquina de escribir Sholes and Glidden», conocida como «The Type Writer», cuya producción empezó el 1 de mayo de 1872 en Ilion (Nueva York).

El primer modelo industrial, estaba montado sobre una máquina de coser estándar y solo escribía en mayúsculas. Su invento varió el modo de trabajar, pero también el sentido de enfrentarse a la lengua y a la creación literaria, y supuso toda una revolución para la mujer propiciando su ingreso en el mundo laboral.

Una historia que ahora cuenta la compostelana Ciudad de la Cultura bajo el título de «Typewriter. La historia escrita a máquina», una exposición que recoge los pormenores de este invento, antesala de los computadores y ordenadores que a día de hoy se han convertido en una herramienta imprescindible. Fuerte interés ha despertado la muestra, abierta desde el pasado 24 de junio y que permanecerá en sala hasta el próximo 9 de octubre, comisariada por David Barro y Alfredo Sirvent, en un recorrido lleno de curiosidades, piezas únicas e históricas en una selección cuidada al detalle.

Desde esa primera máquina de escribir fabricada industrialmente, hasta máquinas de escribir música, estenotipias, de escritura para ciegos, de escritura encriptada para espías, decoradas en oro o en nácar, de abecedario japonés, árabe, ruso o piezas que aún conservan los símbolos de las S.S. Un total de 140 máquinas de escribir procedentes de las 3.500 que componen la «Colección Sirvent», una de las más importantes de Europa, que se ha convertido ya en una de las propuestas más atractivas de la programación diseñada por la Consellería de Cultura para la época estival. Un diálogo y un punto de encuentro entre una de las herramientas clave en la cultura de los últimos 150 años.

La exposición se complementa con obras de artistas contemporáneos como Ignacio Uriarte, Misha Bies Golas o José Lourenço, intervenciones site-specific como la del artista Jorge Perianes, y con una significativa selección de carteles publicitarios, cajas originales de cintas de escritura, además de otros instrumentos como protectores de cheques, afila lápiz y curiosos métodos de mecanografía. Para el catálogo de la exposición se seleccionaron un total de 180 máquinas que amplían el sentido de la muestra, acompañadas de textos de filósofos expertos en la materia como Richard Polt o Arturo Leyte.

Piezas únicas y exclusivas

En ella se pueden ver desde una Crandall-New Modell (1884), con decoraciones en oro y nácar y con un cilindro impresor en vertical; hasta otras piezas curiosas como la alemana Thürey (1909), que se asemeja a un instrumento musical y de la que sólo se conocen seis en todo el mundo, porque fue de escasa fabricación; la Brooks (1887), que imprime de atrás cara delante; la Polygraph (1903), una de las más buscadas por coleccionistas de todo el mundo y que en teclado curvo sólo se fabricó el modelo presente en la muestra; la Odell modelo 1La (1887) fabricada con pies en forma de garra; o la Columbia (1885), que utilizó un sistema de espaciado proporcional que daba el espacio según el tamaño de la letra.

La invención de la máquina de escribir permitió suplantar a los lentos copistas, aportando un carácter oficial e impersonal a los escritos comerciales y políticos. Su procedimiento aceleró el ritmo de las comunicaciones, marcó un punto importante en el desarrollo de las relaciones sociales y permitió a la mujer ingresar masivamente al mundo laboral como dactilógrafa, entre los siglos XIX y XX. Precisamente, la exposición recoge la irrupción de la mujer en las posiciones administrativas más altas de las importantes casas de negocio de la época. Una entrada que curiosamente se reflejó en muchas de las máquinas de escribir expuestas, que acabaron tomando nombres femeninos.

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