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Y ahora también Francia

Las dudas sobre la solvencia de París y las condiciones del rescate griego tumban a la banca y propician otra jornada negra

Í. FARIZA/ M. VELOSO

El pánico volvió a apoderarse ayer de las bolsas europeas. Los nuevos detonantes fueron las dudas sobre la potencial redifinición del programa de rescate griego y el temor a una posible extensión de la crisis de deuda a Francia. Arrastradas por el desplome de las entidades financieras, las principales plazas del Viejo Continente acumularon al cierre pérdidas cercanas al 5%. El Ibex sumó su novena jornada consecutiva de caídas y cedió un 5,49%. Sin embargo, el mayor castigo lo sufrió Milán, con unas pérdidas del 6,65%. París también se anotó un notable descalabro y cedió el 5,45%. Por su parte el selectivo londinense, el FTSE, minimizó sus pérdidas en niveles cercanos al 3%.

Tras una inicio de jornada marcado por la volatilidad, la apertura a la baja del mercado norteamericano y los rumores —posteriormente confirmados— sobre una posible negociación para la ampliación del programa de canje de deuda griega que afectaría negativamente a los principales bancos del continente, precipitaron el descalabro de los parqués europeos.

A mediodía, Evangelos Venizelos, ministro de Finanzas griego, confirmaba los peores augurios de los bancos galos y encendía la mecha bajsta en los mercados. «Pretendemos ampliar a los bonos con vencimientos más allá de 2020 el programa de canje de deuda acordado en la última cumbre del Eurogrupo hasta alcanzar una participación del 90%», declaró Venizelos a la emisora Real FM. De ser refrendado por el Banco Central Europeo (BCE), el plan supondría un varapalo para el balance de aquellos bancos implicados en el rescate del país heleno y así lo interpretaron los mercados.

Nuria Álvarez, analista de Renta 4, apunta a la banca alemana y francesa —esta última ya afectada por las dudas sobre la calidad crediticia gala— como las grandes perjudicadas por esta modificación . «Una posible ampliación del plan de canje obligaría alos bancos implicados a provisionar más y reduciría drásticamente su beneficio», recalca. Unas horas antes de las palabras de Venizelos, el segundo banco más grande de Alemania, Commerzbank confirmaba unas pérdidas por valor de 760 millones como consecuencia de su exposición a la deuda pública griega y se anticipaba a la tormenta que se desataría más tarde en los mercados.

La puntilla la dio Francia. A mediatarde corría el rumor de que las agencias Moody's y Fitch preparaban una rebaja de la calificación de su deuda. Ni las declaraciones del ministro de Economía galo, François Baroin, que calificaba de «rumor carente de fundamento» esa amenaza, ni el desmentido oficial de las propias agencias, que refrendaban su intención de no rebajar el rating del bono soberano francés, consiguieron contener la hemorragia. La apertura de Nueva York, que se dejaba un 0,7% en los primeros compases de la sesión, ahondaba en la pérdida de confianza de los inversores y las bolsas europeas se teñían de rojo una jornada más.

El BCE oxigena a la banca

Ese descalabro de los mercados alertó a las autoridades mundiales, que de inmediato comenzaron a convocar reuniones de urgencia. El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, por la mañana, ya había reunido a sus ministros. Y Barack Obama, a media tarde, contactó con el presidente de la Rerserva Federal para analizar la situación. Los movimientos de las autoridades a uno y otro lado del Atlántico es sintomático de la incertidumbre reinante. De que algo huele a podrido en la economía mundial y lo de los últimos días es algo más que un episodio pasajero. Solo así se explica que el Banco Central Europeo haya desempolvado unas medidas anticrisis a las que solo ha recurrido en los momentos más dramáticos de la recesión. Y a las que poco a poco había ido renunciando, quizá con la creencia de que la recuperación era ya incontestable.

Ayer, y como anunció el jueves su presidente, Jean Claude Trichet, el supervisor ofreció nuevas facilidades de liquidez a seis meses a los bancos de la eurozona. En román paladino, reabrió la barra libre para los bancos. El BCE subastó ayer entre 114 entidades un total de 49.752,11 millones de euros a un tipo de interés fijo que será fijado el próximo 1 de marzo de 2012 —cuando los bancos tienen que devolver esa deuda— mediante una media de los tipos en vigor a lo largo de esos meses, ahora en el 1,5%.

La cifra no es desdeñable si se tiene en cuenta que, en la última década, el BCE inyectó al sistema cantidades similares en momentos clave como los atentados del 11-S (69.300 millones) y la explosión de la crisis de las hipotecas basura (94.841 millones), hace ahora cuatro años. Aunque queda lejos de lo inyectado en mitad de la crisis: 348.600 millones en diciembre de 2007 y 442.204,5 millones en junio de 2009.

Tal debe ser la preocupación de Trichet que solo ha tardado siete días en sacar toda la artillería. El lunes, compró deuda pública de España e Italia por unos 5.000 millones, según estimaciones del mercado. Y en los últimos tres días no ha dejado de hacerlo (Trichet «dixit»), con el objetivo de aplacar la especulación que ponía en jaque los bonos españoles e italianos. Consiguió que el diferencial entre el bono español a diez años y el alemán,se relajase hasta el entorno de los 280 puntos, tras haberse disparado hasta los 425 solo unos días antes. La prima de riesgo de Italia también se enfrió. Aunque ayer, ninguna escapó de las tensiones, y sufrieron un ligero repunte. La española avanzó hasta los 283 puntos y la transalpina hasta los 289 al cierre de unos mercados, de nuevo, desquiciados.

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