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Cuando el cine español juega al «Pictionary»

«Viaje al cine español» recorre, a base de reliquias y atrezzo, 25 años de premios Goya

J. CORTIJO

A los Goya ya les han caído 25 tacos (igual que Jonás en aquella película de Alain Tanner, por si alguien se acuerda, aparte de Fernando Trueba y, sobre todo, su hijo homónimo) y, para que no se diga, la Academia de las Ciencias y las Artes Cinematográficas de España, y Acción Cultural Española (AC/E) les han puesto, no un piso sino algo mejor: una espectacular exposición en el marco (subterráneo aunque igualmente incomparable) del Teatro-Centro de Arte Fernán Gómez que, bajo el epígrafe «Viaje al cine español 1987... 2011» arroja luz, flashbacks y taquígrafos sobre el primer cuarto de siglo de vida de los entrañables «cabezones» que se reparten cada invierno.

La muestra, comisariada por Asier Mensuro y que permanecerá abierta hasta el 8 de enero de 2012 (también se completará con la publicación de un libro editado por Lunwerg, y un ciclo en la sede de la Academia con las 25 cintas ganadoras del Goya a la mejor película), arranca no por la puerta grande, sino por el ventanuco del decorado de la «fonda del sopapo» de su primera parada: la pionera «El viaje a ninguna parte», la de «Panocha» despotricando contra los «jodíos peliculeros». A tiro de piedra, otro escenario encantado: la arboleda galaica de «El bosque animado», con las chicharras del bandido Fendetestas de banda sonora y un buen puñado de fotografías, bocetos y esbozos del filme de Cuerda colgados en sus ramas sabias.

D Como si fuera un garbeo ilustrado por los pasos de una romería cinéfila de andar por casa, la exposición nos invita a recobrar la memoria, a veces en VHS y la mayoría ya en DVD (y hasta Blu-ray), de algunas de las mejores películas de nuestras vidas, abriendo algunos baúles de atrezzo en ocasiones «incunables»: véanse los estandartes carcomidos de «Ay, Carmela», las máscaras del baile carnavalesco de «Belle Epoque», el balcón con vistas a la Gran Vía de «Mujeres al borde de un ataque de nervios», el saloncito coqueto de «Todo sobre mi madre», la tumba de la madre de Raimunda en «Volver» (aparte de los Goya, Almodóvar se lleva aquí la palma), la escalofriante cámara snuff de «Tesis», los tiros largos de «La niña de tus ojos», la siniestra tumbona de «Camino», los barrotes helados de «Celda 211»... Y más fotos, y más secuencias, y más figurines, y más guiones garabateados, y más retales que, viéndolos así tan juntitos, hacen que este gremio parezca una señora industria y todo. Aunque

a veces la austeridad se impone, como en el lógico caso de «La soledad»: dos foto-fijas, un montaje audiovisual en forma de díptico (ni siquiera llega a «polivisión»), y a correr.

Sin embargo, otras veces lo han clavado, como en la recreación de «Todos a la cárcel»: una sorprendente y brillante paella-pantalla que deja bien claro que a Berlanga y su legado nunca se le pasará el arroz. Y con las catacumbas guerracivilistas de «Pa negre» casi en plan «tren de la bruja», termina la sesión continua, aunque aguarda un curioso epílogo: un montaje televisivo con los mejores agradecimientos de los galardonados con las «preciadas estatuillas». Y ahí definitivamente se demuestra que 25 años sí son algo, menos para el optometrista de Isabel Coixet, ajeno a calendarios, modas y colores.

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