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Velázquez, aluvión de atribuciones

El historiador Peter Cherry saca a la luz un supuesto retrato masculinodel maestro sevillano, que habría pintado tras su primer viaje a Italia

Día 13/10/2011
Velázquez, aluvión de atribuciones

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Han pasado ya 351 años de su muerte y siguen apareciendo obras de Velázquez como setas. Raro es el año que no salen a la luz nuevas atribuciones al maestro sevillano. En 2003 el Prado incorporaba a su colección de Velázquez su (hasta ahora) último inquilino: «El barbero del Papa», adquirido por 23 millones de euros. Poco después salían al mercado un «San Pablo» y «Las lágrimas de San Pedro», cuya autoría suscitó controversias entre los especialistas. Ya había ocurrido antes con otras obras atribuidas a este artista, como una «Inmaculada Concepción» que quedó sin vender en subasta tras el rechazo por parte de algunos especialistas velazqueños. Es tal la pasión que levanta aún hoy este pintor que cualquier noticia sobre un nuevo cuadro que añadir a su producción provoca un auténtico revuelo mediático. En 2007, la Fundación Focus-Abengoa compró para Sevilla una «Santa Rufina» de Velázquez en una subasta en Londres por 12,4 millones de euros.

Y dos años después, en septiembre de 2009, el director del Metropolitan Museum de Nueva York, Thomas Campbell, anunció a bombo y platillo que había descubierto un Velázquez en su colección. Este retrato masculino (sin identificar) llevaba en el museo desde 1949. Desde entonces se pensaba que pertenecía a uno de los discípulos de Velázquez, pero, tras una limpieza y un examen técnico, se adjudicó al pintor. Es el mismo hombre que aparece en el margen derecho de «La Rendición de Breda». Para Michael Gallagher, conservador del MET, se trata de un autorretrato de Velázquez. Pero la sorpresa fue doble cuando, solo unos meses después, en 2010, y tras varios estudios e idas y venidas de un museo a otro, el Metropolitan confirmó que había hallado otro Velázquez más en su colección. Se trata de un retrato de un joven Felipe IV, que el museo compró en 1914 como obra del artista español, pero que en 1973 perdió tal atribución. Ahora recupera su autoría: es una versión del propio Velázquez de un cuadro que está en el Prado. Felipe IV renacía victorioso en la Quinta Avenida, como escribió entonces Jonathan Brown en ABC.

Y en plena fiebre velazqueña en Estados Unidos, la Universidad de Yale anunció ese mismo año que había encontrado en sus sótanos un Velázquez. Su «descubridor», John Marciari. «La educación de la Virgen» es el título del hallazgo. Desde España, algunos historiadores no dudaron a confirmar su autoría. Al otro lado del Atlántico, sin embargo, Jonathan Brown la echaba por tierra. Se desplazó hasta New Haven, vio el cuadro y llegó a la conclusión de que dicho cuadro no era obra de Velázquez: «No podemos conceder el título de doctorado en pintura a este cuadro». La polémica, de nuevo, estaba servida.

Se cree que apenas queda media docenas de cuadros de Velázquez en manos privadas. Uno de ellos podría ser un retrato masculino que acaba de ser presentado en sociedad en el último número de la revista especializada «Ars Magazine». Para ellos no hay duda. Se trata de un retrato inédito de Velázquez. El supuesto hallazgo es obra de Peter Cherry, profesor en el Trinity College de Dublín, especialista en pintura española del XVII y máxima autoridad en el género de bodegones. Cuenta Cherry que una alumna le dio la pista al ver este cuadro «entre una remesa de cuadros británicos mediocres». El retrato, de 47 por 39 centímetros, y fechado en torno a 1632-1635, tras su primer viaje a Italia, fue propiedad de un pintor británico poco conocido, Matthew Shepperson (1787-1874), y hoy pertenece a un descendiente suyo. Iba a ser subastado por Bonhams en Oxford en 2010, pero finalmente fue retirado por el dueño tras consultarlo con el propio Cherry.

En su exhaustivo estudio, destaca la «fuerza de la solemne mirada» y compara la iluminación de la cabeza de este hombre anónimo, de entre 50 y 60 años, con los retratos del periodo madrileño de Velázquez. Advierte detalles velazqueños en «una mancha grisácea aplicada a la carne caída de los carrillos», en la forma de describir los planos del rostro o en el enfoque, que «puede contemplarse en otros retratos pintados poco después de su primer viaje a Roma, como el de Diego de Corral». También el soporte del cuadro, dice, se ajusta a los empleados por Velázquez en los años centrales de su carrera. En su comparación con obras del pintor, cita varios retratos masculinos, entre ellos el retrato escuestre del Príncipe Baltasar Carlos. La pintura, explica Cherry, sufre algunos problemas de suciedad, retoques y desperfectos. Fue cortada en los cuatro lados y reentelada. Las radiografías de este retrato, concluye Peter Cherry en su estudio, concuerdan con las imágenes radiográficas de retratos del artista posteriores a su primera visita a Italia.

Especialistas consultados por ABC guardan cautela, pues aún no han visto el cuadro. Algunos lo harán en los próximos días. Falta por saber si el Prado lo estudiará en sus talleres y, lo más importante, qué opinan los grandes expertos en Velázquez. Hasta entonces, es muy posible que sigan apareciendo más atribuciones al maestro.

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