Córdoba

Córdoba / María Rosal, poeta

«La escritura siempre es un arma insurgente»

Se ha pasado media vida escribiendo en la absoluta reserva y otra media recibiendo premios. He aquí una escritora tenaz que junta palabras por el puro placer de hacerlo

Día 16/10/2011 - 10.33h

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SI usted le inquiere a María Rosal, Premio Andalucía de la Crítica 2004, por qué diablos escribe, no espere como respuesta una carga de profundidad. Escribe y punto. Por el puro y simple placer de escribir. «Como a otros les gusta esquiar», contesta con una simpleza arrolladora. En este asunto, huye de argumentaciones artificiosas y de explicaciones «místicas» del hecho creativo. Eso sí: se recuerda desde siempre con un bolígrafo en la mano.

—Escribía versos, pero muy malos

—¿Los conserva?

—No, por favor. Los lastres en la vida hay que tirarlos.

Lo extravagante del asunto es que en la casa familiar de María Rosal (Fernán Núñez, 1961) nunca hubo un libro. Ninguno. Lo cual quiere decir que su voracidad por la lectura tuvo que ser saciada a base de prospectos de medicina y revistas de feria. «Me lo leía todo», proclama. Su primer libro se lo arrancó a su padre gracias a su terquedad, pero ante la incomprensión general de los progenitores. «¿Para qué quieres un libro?», le preguntó desconcertada la madre. El libro en cuestión fue «20.000 leguas de viaje submarino». En todo caso, tuvo muy claro desde niña que quería ser escritora. Pero no fue hasta pasados los 30 cuando tomó conciencia de que sus versos quizás podían interesar a alguien. Hasta entonces había escrito en la absoluta intimidad.

—¿Por qué ese silencio de años?

—No me gustaba lo que hacía. Lo escribía y lo tiraba.

—¿Lo tiraba?

—Para que nadie lo encuentre.

Empezó, por tanto, a presentarse a concursos y a recibir premios. «Eso me dio confianza para seguir. Cuando empecé a estudiar a fondo me di cuenta de que había que pararse. Aprender primero y escribir después». Y eso hizo. Estudiar Filología Hispánica y convertirse posteriormente en profesora. Primero en enseñanza media y ahora en la Universidad. Es disciplinada y muy pasional a la hora de escribir. «Si escribo, escribo», subraya gráficamente. Y eso quiere decir que cuando se sienta en el ordenador es capaz de estar ocho o nueve horas sin levantarse.

—¿Le visitan las musas?

—Me visita el trabajo.

—¿Qué le han dado los premios?

—Libertad. Ahora puedo decirle a mi entorno: «Dejadme en paz que estoy haciendo lo que me da la gana».

Tiene dos hijos y una agenda endiablada de congresos y docencia, que se interponen continuamente entre ella y la escritura. Lo que no obsta para que en su currículo figure una abundante producción literaria entre poesía y ensayo. «No se publica todo lo que se escribe. Es muy saludable tirar cosas. Yo uso mucho la papelera. Cuando escribo me gusta dejar el texto varios meses y regresar después».

—No se fía de su escritura.

—Hay una decantación. La escritura te puede producir cierta euforia y eso hay que verlo con distancia.

María Rosal vive en Fernán Núñez, que constituye su referencia vital. ¿Es poeta de pueblo? «No. Eso tiene otras connotaciones. No me gusta lo local: prefiero lo universal». Lo que allí encuentra es la tranquilidad y el aislamiento que necesita para trabajar.

—¿Qué puede hacer la poesía por el ser humano?

—Mucho. La poesía es pensamiento y estamos en una sociedad en la que pensamos muy poco.

—¿Qué hay que pensar?

—Es imprescindible una reflexión moral sobre el mundo en que vivimos.

—¿Ha sacado conclusiones?

—Yo sólo tengo interrogantes. Ninguna certeza.

—¿Y qué interrogantes le asedian?

—Basta con leer un periódico para ver en qué mundo vivimos. Un mundo de lobos.

—¿Hay algo que se pueda hacer por nosotros?

—Yo aún confío en que la educación haga algo por la especie humana.

—Usted ha dicho que antiguamente una escritora era entre «varonil y peligrosa». ¿Lo sigue siendo?

—Antes cuando se empuñaba la pluma casi se consideraba que las mujeres usurpaban un terreno masculino. Quizás lo peligroso no es que escriban sino que piensen.

—¿Qué clase de peligro?

—Si la persona piensa no es dócil para el poder.

—Como mujer, ¿su escritura ha sido un arma insurgente?

—La escritura siempre es insurgente. El hecho de plantearte las cosas. Desde la perspectiva de mujer, he escrito poemas con intención subversiva.

—¿Qué quiere subvertir?

—Quizás en nuestro país no tengamos tantos problemas las mujeres. En otros, todavía puede recibir latigazos por conducir. Aunque en España aún tenemos el techo de cristal. Vamos a analizar cuántas rectoras o cuántas decanas hay.

—¿En la UCO hay también un orden que subvertir?

—En todos lados. No hay nada perfecto. Ésa es la clave de la vida: cambiar.

—Asegura que su manera de escribir ha sido «febril, alucinada y viciosa». ¿Está segura de que se refería a la escritura?

—Sí (risas). Son tonterías que dice una para que la gente te escuche. Para escribir sólo hace falta haber leído, seguir leyendo, tener técnica y tener humildad de reconocer qué puedes aprender de los demás.

—Pues también dice que «la escritura, como el onanismo, es un acto narcisista». ¿No encuentra placer fuera de usted?

—Eso es sólo provocación.

—Es usted una provocadora.

—Únicamente como instrumento. Son provocaciones para cuando el auditorio se está adormilando.

—Pero en la escritura existe el riesgo del narcisismo.

—Como en cualquier arte. Hay que tener los pies en la tierra. No me sirve el poeta en la nube.

—También se proclama partidaria de la «píldora de la envidia». ¿Es una patología común?

—La envidia es terrible. Lo mejor que uno puede hacer es trabajar. Dedicarse a fortalecer lo que eres y dejar que los demás naveguen.

Justo ahora trabaja en un ensayo sobre literatura de mujer. Rosal ha profundizado en este terreno desde que lo eligió como tema central de su tesis. Precisamente en noviembre participará en un congreso con una ponencia sobre mujer y copla, cuya investigación ya fue merecedora de un premio en diciembre pasado.

—¿Qué hay en la poesía de mujer que no haya en la del hombre?

—Si hay tantas mujeres escribiendo, ¿por qué su obra no se conoce? ¿por qué no aparece con equidad en las antologías? Pero no podemos decir que existe poesía masculina o femenina.

—¿La igualdad es una cuestión de cuotas?

—La igualdad es una necesidad. Las cuotas son sólo un instrumento.

—¿Las mujeres cambiarán el mundo?

—Me gustaría pensar que el mundo lo vamos a cambiar las personas.

—¿Hay un mundo mejor en la letra impresa?

—No tiene por qué. Ahora están cundiendo las novelas distópicas, que nos plantean una realidad terrible.

—Ha escrito un poema al e-mail.

—Lo han colgado en la red chicos jóvenes y decían: «No te lo pierdas: la autora ha nacido en el 61». «¿Es tan vieja?». Me hizo mucha gracia.

—¿Qué le inspira la red?

—Me encantan las nuevas tecnologías. El problema es su uso. Todo no se puede colgar impunemente. Se trata de entender que los alumnos no tienen ya que funcionar sólo con una alfabetización convencional. Tienen que adquirir la alfabetización digital y tenemos que estar preparados para ofrecérsela.

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