Cultura

Cultura

«Le he dicho que no a Woody Allen»

El tenor Roberto Alagna presenta su disco «Pasión», un homenaje a la canción latinoamericana, en el que colabora Lila Downs

Día 04/11/2011

Compartir

Casi se ha convertido en una tradición que los tenores —Plácido Domingo, Marcelo Álvarez, José Cura, José Manuel Zapata— y algún barítono —Erwin Schrott— graben un disco con música latinoamericana, con boleros, tangos y alguna ranchera... Una forma de acercarse a un público más amplio y de obtener mayores ventas en un sector, el discográfico, que apenas logra sobrevivir. Ahora le ha tocado el turno al tenor francés, de ascendencia siciliana, Roberto Alagna (Clichy-sous-Bois, 1963). Carismático, con una gran trayectoria internacional, no ha vivido ajeno a las polémicas, como su salida de la Scala de Milán hace cinco años, provocada por los abucheos del público cuando cantaba «Aida». Una herida que sigue abierta. Casado con la soprano Angela Gheorghiu, de la que se separó hace también cinco años, parece que viven una segunda oportunidad.

Ahora, con el corazón rehabilitado y su salud también —tuvo que ser operado de un tumor en las fosas nasales— presenta el disco «Pasión» (DG), un canto al amor, que incluye temas como «Piensa en mí», «Quizás, quizás, quizás...», «Historia de un amor», que interpreta a dúo con Lila Downs, «La cumparsita», «La llorona»... Algunos de los cuales conoce desde sus inicios, cuando cantaba en un cabaret, «donde empecé a hacer mi carrera —recuerda—. Un momento muy importante porque mi maestro era un tenor cubano que había estudiado con el gran Aureliano Pertile, y yo cantaba con ellos. Me encantaba esa música, su melodía, lo que se contaba y la manera de hacerlo. Es una música popular tradicional que llega al corazón porque narra pequeñas historias». A una de las cuales Alagna le ha cambiado «un poquito» el texto. «El compositor hizo la canción para su cuñada, que murió, y yo la he cambiado para hablar de una pareja que se ama, pero que vive separada aunque todavía se ama».

—Parece un poco autobiográfica...

—Sí, un poquito (se ríe). Muchas veces tu amas a una persona, pero no puede ser porque estás muy ocupado con tu trabajo y resulta díficil vivir juntos, aunque la ames.

—¿Cómo ha sido la colaboración con Lila Downs?

—Me gusta mucho su voz porque es muy cálida. La escuché por primera vez en París, en el teatro La Cigale, y me encantó porque tenía una forma de interpretar como si fuera una artista lírica. Tiene una voz con muchos registros. Puede cantar muy bajo y muy agudo. Y además cuando la miras puedes leer siempre en su rostro la pasión y la historia que está interpretando. Lila Downs es una cantante que le gusta mucho a mi hija, que fue quien me dio la idea de hacer ese «duetto» con ella. El trabajo fue fantástico porque no la interpretamos juntos: ella estaba en México y yo en Barcelona o en Viena, no recuerdo. Es lo que permite la tecnología de hoy. Es un milagro poder hacer eso y obtener buenos resultados.

—¿No se pierde un poco de pasión con tanta distancia?

—(Se ríe). No porque la música habla a la gente sensible. Creo que a Lila Downs también le ha gustado la experiencia.

—En el disco parece que ha evitado los vicios líricos...

—El problema de este repertorio, al ser interpretado por un cantante lírico, es que lo va a cantar siempre con la voz impostada. Algo que es normal porque para hacer eso ha tenido que trabajar diez años y es un peligro cambiar la posición de la voz para hacer este tipo de canción. Pero esta música cantada con la voz de tenor no llega al gran público, al que le gusta la voz menos trabajada. A mí tampoco me gusta este repertorio cantado así, por eso he intentado interpretarlo como lo hacía antes de ser tenor. Si escucha «La llorona» verá que no es una voz cristalina, sino con un poquito más de flema, de aire... lo que le da más emotividad a esta música.

—Acaba de debutar como actor en un biopic sobre Wagner, que se estrena la próxima semana y en el que interpreta el papel del tenor Josef Tichatschek.

—(Risas) Es un filme que he hecho por amistad con el director, Jean-Louis Guillermou, y es de bajo presupuesto. Fue una experiencia interesante, aunque difícil, porque solo tuve una o dos tomas.

—¿Le tienta hacer cine?

—Todo es interesante, pero a mí me gusta la ópera, que es mi pasión y mi vida. Todo lo que yo quiero está en ella. Es curioso que, tras hacer deprisa esta película, este verano tuve la oportunidad de participar en la última de Woody Allen, que me llamó, pero no tenía un mes libre para rodar en Roma. Es increíble haberle dicho que no a Woody Allen para hacer este proyecto (bromea).

—En cuanto a sus proyectos operísticos en España, ¿cómo tiene la agenda?

—En el Liceo volveré con «Adriana Lecouvreur», que canto por primera vez; también me han llamado para «Carmen», pero no estoy libre...

—¿Y en Madrid, con Mortier?

—Nada, no sé por qué. Soy amigo de Mortier, pero siempre hemos mantenido una relación muy extraña. Además, no sé si le gusta mucho mi voz al público de Madrid. Canté una vez un concierto en el Real. Fue una noche muy díficil, pues estaba muy cansado y tenía problemas personales, además todo el programa era Verdi... El concierto fue bueno, pero la crítica fue muy mala...

—¿Cómo van sus relaciones con la Scala, han mejorado?

—Me llaman, me ha ofrecido cosas Lissner cuando ha ido a Viena, pero yo le he dicho que hasta que no obtenga la rehabilitación no quiero cantar.

—¿La rehabilitación?

—Me refiero a la posibilidad de decir la verdad sobre lo que pasó aquel día. Que la Scala admita que cometió un error, y el primer error fue el de poner un sustituto, negándome la posibilidad de volver. A eso se añade que todo el mundo sabía que yo tenía un problema de salud; la Scala también, porque mi médico estaba en el escenario, algo que no está permitido en ningún teatro.

  • Compartir

publicidad
Consulta toda la programación de TV programacion de TV La Guía TV

Comentarios:

Sigue abcdesevilla en...

Lo ?ltimo...

Hoy en TV

Programación Televisión

Copyright © ABC Periódico Electrónico S.L.U.