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Cuestión de talento

MIGUEL OLID

En cualquier festival de cine que se precie de ser mínimamente serio se impide la entrada a cualquier espectador que llegue con la proyección comenzada. En el de Sevilla no sucede precisamente lo mismo; al menos en los pases de prensa es frecuente ver personas que entran con quince, treinta e incluso una hora de retraso con total libertad.

Sin que este texto deba comprenderse como una apología de la impuntualidad, quien acuda una hora tarde a ver la película alemana «Si no nosotros, ¿quién?», de la sección oficial, será más listo que nadie porque no se perderá nada medianamente interesante. Es más, es en ese momento cuando la historia sobre la génesis de la banda Baader-Meinhof empieza a adquirir pulso. Todo lo que sucede en esa hora previa sobre los intentos de Bernward y Gudrum (quien se convertiría en la amante de Andreas Baader) por montar una editorial y el complejo de culpa por el pasado nazi del padre de Bernward, sería fácilmente prescindible o al menos resumible en la mitad de tiempo. Es como si se hiciera una película sobre la transición española y se dedicara la mitad del tiempo a mostrar la poco conocida participación de un joven Adolfo Suárez como extra en «Orgullo y pasión» cuando Stanley Kramer rodó en Ávila. Por si fuera poco, justo cuando la historia «Si no nosotros, ¿quién?» comienza a ponerse interesante, ésta llega a su brusco final. Ojalá su principio hubiera sido igual de contundente.

Respecto a «Code blue», la otra película de la sección oficial proyectada ayer, si alguien llegara con una hora de retraso sólo vería poco más de veinte minutos; aún así se enteraría de lo mismo que quien la haya padecido, perdón, haya visto entera o que el afortunado que haya echado varias cabezaditas reparadoras (y nunca mejor empleado el término) durante la proyección, porque, por decirlo sin ambigüedad, la película es un completo disparate. Es una pena, porque la historia de una enfermera de pacientes terminales y su especial relación con la muerte resultaba atractiva, pero al poco no nos queda claro si lo que quiere contar Urszula Antoniak es eso o es más bien el carácter adusto y la terrible soledad que sufre esta mujer, capaz de rechazar a un hombre para humillarse poco después por todo lo contrario hasta llegar a un desenlace casi tan enfermizo como el planteado por Lars Von Trier en «Anticristo», pero con bastante menos talento y brillantez.

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