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El corazón infartado puede repararse a sí mismo con una inyección de células

Médicos de EE.UU. muestran la mejoría de 16 pacientes infartados con sus propias células cardiacasEs la primera vez que una terapia celular tiene tan buenos resultados a largo plazo

N. RAMÍREZ DE CASTRO

Si el cerebro es un órgano plástico capaz de producir nuevas neuronas, ¿por qué no podría serlo también el corazón? El investigador italiano Piero Anversa persiguió esta hipótesis hasta demostrar que nuestra bomba cardiaca era capaz de regenerarse ella sola, incluso a edades avanzadas. Eso significaba que no estaba dicho todo después de un infarto y que las zonas muertas del corazón podrían volver a la vida. Solo se necesitaría un pequeño empujón desde el exterior para animar a las células madre del corazón a hacer su trabajo.

Ahora en una nueva investigación, el equipo de Anversa de la Universidad de Harvard, en colaboración con la Universidad de Louisville (Estados Unidos), muestra cómo un corazón enfermo puede repararse a sí mismo. Los investigadores trataron a 16 pacientes que habían sufrido un infarto muy severo y lograron que su corazón se recuperara tras infundirle sus propias células madre cardiacas. Los resultados se publican en la revista médica «The Lancet» y «abren una nueva opción para los pacientes infartados con un mal pronóstico», asegura Anversa .

Un año después del tratamiento, el efecto continuaba. Es la primera vez que se demuestra el efecto de una terapia celular a tan largo plazo. Eso sí, con una ayuda técnica bastante potente, no solo con un «empujoncito» exterior. Para conseguirlo, los enfermos tuvieron que pasar primero por una biopsia de corazón y después por un cateterismo, una técnica no exenta de riesgo. En la biopsia se toma parte del tejido del corazón para después aislar y ampliar en el laboratorio las células madre reparadoras. Con el cateterismo posterior, se introduce un catéter por la arteria para llegar hasta el corazón y depositar las células.

Al producirse un ataque cardiaco, el infarto reduce la capacidad que tienen los ventrículos para bombear la sangre en un solo latido. Al disminuir el aporte sanguíneo, el tejido cardiaco se queda sin oxígeno y muere. Esas zonas necrosadas provocan un falllo cardiaco, porque la capacidad de bombeo se reduce.

Cirugía y biopsia

Cuando el infarto es importante, a la mayoría de los pacientes se les ofrece una cirugía de «bypass», una suerte de puentes con vasos sanguíneos para sortear las zonas muertas y seguir nutriendo el resto del tejido. A los pacientes de este ensayo clínico también se les ofreció esta cirugía, momento que se aprovechó para tomar la biopsia. Una vez cultivadas, un millón de células madre cardiacas viajaron, de vuelta, hasta los corazones dañados con la única misión de tratar de regenerar los daños.

Durante un año, el equipo de investigadores siguió a los enfermos tratados y a otros siete pacientes con la misma dolencia que solo fueron sometidos a «bypass». Cuatro meses después de la terapia celular, el corazón de los pacientes mejoró su capacidad para bombear sangre y siguió mejorando un año después, fecha del último control. Las cicatrices típicas de las zonas muertas del infarto también habían mejorado. En cambio, los siete enfermos que solo fueron operados no notaron mejoría.

Terapia prometedora

Con tan pocos pacientes tratados, el ensayo clínico solo puede considerarse una estrategia prometedora que ha demostrado su seguridad. De momento no es una intervención sencilla para extenderla a la mayoría de los infartados, apunta Felipe Prosper, director del área de Terapia Celular de la Clínica de la Universidad de Navarra. La buena noticia es que es los resultados mejoraron con el tiempo y se mantuvieron durante más de un año. «Es la primera vez que se observan estos avances a largo plazo», afirma Prosper. Además de utilizar células cardiacas, otros investigadores han empleado células de la grasa y de la médula ósea para reparar corazones infartados.

Aunque los resultados se observaron con pruebas de imagen, tampoco se puede descartar que la mejoría se deba a efectos indirectos, como el que se despertaran células «durmientes» que ayudaran en la reparación. En un comentario editorial que acompaña a la investigación, Gerd Heusch, profesor de la Universidad de Essen rebosa optimismo: «Confiamos en que este estudio tenga el mismo potencial para transformar la terapia cardiaca que Escipión,(el único general romano capaz de derrotar a Aníbal) en su campaña contra Cartago».

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