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«En Occidente nos creemos que la vida es sagrada, pero la vida no vale nada»

Arturo Pérez Reverte presentó anoche en un abarrotado Lope de Vega «El puente de los asesinos»

«En Occidente nos creemos que la vida es sagrada, pero la vida no vale nada» kako rangel

JESÚS ÁLVAREZ

El Lope de Vega se llenó anoche de un público entusiasta y variopinto, principalmente universitario, para asistir en directo, como si fuera una obra de teatro, a la puesta de largo de «El puente de los asesinos» (Alfaguara) la última novela de Arturo Pérez-Reverte, que se hizo acompañar para esta presentación, como es habitual desde que empezó la saga de Alatriste, por Juan Eslava Galán y Rafael de Cózar. Esta obra es la séptima entrega de la serie, que se inició hace quince años cuando el autor cartagenés tenía 45 (hoy ha cumplido 60), y que ha ido evolucionando, «como yo», dijo ayer, hacia la madurez y el pesimismo, aunque nunca excluyo del todo la esperanza».

D Durante casi una hora en la que Rafael de Cózar puso el humor («¡Compadre, eres el más listo de los tres, te hiciste catedrático hace 4 años y te acabas de jubilar con 60 y con el sueldo íntegro»!, le dijo Pérez-Reverte), y Juan Eslava Galáne el análisis y la reflexión literaria, el trío fue desgranando las claves de este libro que encabeza desde hace semanas la lista de los más vendidos en España. Pérez-Reverte admitió que su Alatriste sería ahora, en pleno siglo XXI, un personaje políticamente incorrecto y machista, que puede marcar la cara a una mujer o matar a cualquier persona en una taberna por el más nimio motivo, pero es que —afirmó— «en el siglo XVII la vida no valía nada en España, morirse era muy fácil y matar de lo más sencillo». Para el autor cartagenés, «en Occidente hemos querido sacralizar tal vez demasiado el derecho a la vida, considerando que la vida es sagrada, pero en realidad la vida no vale nada y hay muchos lugares actualmente en África o América Latina

donde estar vivo no tiene mucha importancia porque en cualquier momento puedes estar muerto».

Ante cerca de ochocientas personas, el trío encabezado por Pérez Reverte repasó los males de la España del siglo XVII. «Hay un cansancio histórico», dijo, que continúa ahora. «porque yo como cualquier español medianamente lúcido, estoy cansado». Y añadió: «Hay un especie de lucidez cansada que se contagia en mis novelas y en mis personajes». Pérez Reverte reivindicó la figura de Quevedo, al que, según él, se ningunea en los libros de texto españoles, «cuando en Gran Bretaña Shakespeare es casi un compañero de pupitre de los niños ingleses».

En esta séptima entrega «alatristiana», ambientada en Venecia, se muestra una España de cancillerías y de espías, de mundos turbios y de conspiraciones, de victorias y derrotas. Para Juan Eslava Galán, la ciudad de los canales se convierte en un personaje más, «descrito de forma magistral creando una atmósfera que atrapa al lector». Rafael de Cózar opina, por suparte, que Pérez Reverte ha creado un nuevo género literario con Alatriste, que supera al de la mera novela histórica, porque tras las aventuras y desventuras del espadachín, sus amoríos y pendencias, hay —dijo— una profunda reflexión sobre España y los valores de los españoles de esa época «que se explica mejor que en muchos libros de historia»

Pérez Reverte sostiene que mientras en Europa tras el Concilio de Trento se apostó por un Dios moderno, que permitía el progreso y los libros y hacíaa posible un mundo moderno, en los países latinos se apostó por un Dios oscuro, reaccionario, de sacristía, un Dios que nos ha mantenido fuera de la modernidad durante mucho tiempo», y «aún lo estamos pagando», lamenta. Además, dijo, «es un pueblo muy difícil, un país que nunca ha llegado a cuajar del todo, hecho de pueblos distintos y malavenidos, con mucho rencor histórico, mucha mala leche, con una guerra civil de ocho siglos entre moros y cristianos, en fin, una situación difícil de resolver».

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