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Federer, el clásico entre los clásicos

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El suizo se hace con su sexta Copa de Maestros al derrotar a Tsonga en tres sets

Día 28/11/2011

A sus treinta años, el tenista suizo Roger Federer aprovechó la final de la Copa de Maestros de Londres para lanzar un mensaje alto y claro: el tenis soy yo. La de ayer era la final número 100 que jugaba el ahora número tres del mundo. Derrotó por 6-3, 6-7 (6) y 6-3 al combativo Jo-Wilfried Tsonga (número seis) en una intensa final de dos horas y 18 minutos que supone para Federer su sexta Copa de Maestros —por delante de las cinco ganadas por Pete Sampras e Ivan Lendl— y el 70 torneo que se lleva a las vitrinas de su casa.

Su victoria de ayer, y la década del mejor tenis que lleva brindando el jugador suizo a la afición, supone el triunfo de la seriedad interior como fuente de energía y motivación. Federer no busca con los ojos el aplauso de la afición. No se fustiga con largos monólogos como los que abría el francés, de 26 años, para flagelarse. No cambia de raqueta para reubicar su juego, como hizo Tsonga —con éxito— en el segundo set. No hay nada específico que destaque a Federer frente a sus contrincantes más próximos. Es la constancia de su juego. La pulcritud de su estilo. Y la integridad de su persona, dentro y fuera de la pista. El suizo cierra la primera temporada desde 2002 sin lograr un Grand Slam. Y ayer estaba ansioso por ganar, se le notó en un primer set que ganó ya en el octavo juego, cuando se puso 5-3 tras romper el servicio al francés.

La pasión se impone

Tsonga respondía al manual de Federer con la habitual guerra desorganizada con la que enreda a sus adversarios. Incursiones de infantería a la red guiadas por el tesón más que por la estrategia, fallos incomprensibles en la retaguardia, y una poderosa artillería, marca de la casa: «drives» brutales y saques diabólicos con los que se llevó ayer por delante el punto de partido del suizo en el 5-4 del segundo set, que hizo entonces su primera doble falta de la tarde. Asediado por un Tsonga en combustión, Federer —que había mandado sin problema a lo largo del partido— no pudo con él en el tie break. La pasión se imponía sobre la frialdad del suizo, y los 17.500 espectadores rugían salivando ante la perspectiva de una tercera mano.

En la grada del O2, Cristiano Ronaldo pasó desapercibido, la presencia del alcalde de Londres, Boris Johnson, no gustó del todo, así que las miradas se fueron todas a la cortesana del momento, Pippa Middleton. Ya en el tercer set, Federer era una maquinaria bélica de precisión. Y su mensaje, esta vez sí, sonó alto y claro con un grito de guerra tras romperle a Tsonga y ponerse en 5-3. El 6-3 fue un paseo triunfal, undécimo ace del partido incluido, del gran maestro clásico suizo.

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