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EL ÁLBUM

Heliópolis con el agua al cuello

Heliópolis con el agua al cuello ABC

POR DAGUERRE

Medio siglo después de la terrible riada —25 de noviembre de 1961— sufrida por Sevilla a causa de la rotura del muro de defensa del «chiquito, pero matón» arroyo Tamarguillo, tragedia que fue preludio de otra —mortal accidente de la avioneta de la «Operación Clavel»— acaecida casi un mes después, la memoria se ha inundado de los ingratos recuerdos de unos días dramáticos y espantosos en los que un hombre providencial, Gregorio Cabeza, desarrolló una impagable labor asistencial con los más desfavorecidos. Tras aquellas horrorosas fechas se le mudó —atinado Nicolás Jesús Salas, ex director de ABC de Sevilla— la piel a la ciudad. Pero la memoria de Sevilla no está anegada sólo por el Tamarguillo y los días finales de noviembre de 1961. Con anterioridad, seculares y cíclicas arriadas habían empapado y dañado el viejo caserío, y estremecido el alma de la ciudad por sus pavorosas consecuencias.

Desbordamientos hubo causados por crecidas del Guadalquivir, Betis romano, debido a torrenciales precipitaciones sobre Sevilla, y también avenidas motivadas por fatalidades como la evocada del Tamarguillo, o la de la rotura del muro en las obras de defensa del río Guadaira el martes 27 de enero de 1948, tras un domingo y un lunes que habrían hecho palidecer a Noé. En esta crecida, las grises aguas alcanzaron una amplia zona de la ciudad, a la que dejaron cubierta. Las barriadas del Tiro de Línea, La Corza y Heliópolis —antiguos hotelitos del Guadalquivir de la Expo del 29— fueron las más afectadas por la inundación. Hasta el jueves 29 no quedó dominada la grave situación creada por la invasión de las aguas, lo que permitió que el ABC, ausente durante dos días de los quioscos, se reencontrara con los lectores el viernes 30.

En Heliópolis, el estadio municipal, hoy Benito Villamarín, sede del Real Betis Balompié, no pudo escapar tampoco a la inundación y se trocó temporalmente en piscina de waterpolo —consecuentemente se aplazó el siguiente partido, rival el Chamberí— para así convertirse la espectacular foto que ilustra la página en toda una metáfora de dos momentos históricos verdiblancos. Heliópolis con el agua al cuello. Antaño, con el Betis hundido en el pozo de la Tercera división, adonde se había precipitado el 13 de abril de 1947 en Santander, ciudad en la que —regates del destino— se había proclamado campeón de Liga en 1935. Hogaño, con el equipo en Primera división pero, como anticipó el ABC hace unos días en excelente información del inquieto Mateo González, asfixiado económicamente con una deuda —losa insoportable—de cien millones de euros, negra consecuencia de uno de los más ominosos períodos de la centenaria historia balompedista.

Heliópolis, el Betis, con el agua al cuello. Como ha quedado España tras el des-gobierno del peor dirigente que ha tenido la Nación en doscientos años, felizmente desalojados del poder tanto él como su partido. La megalomanía, el afán por reescribir (o manipular) la historia, el necio envanecimiento que paraliza la verdad, la consideración del rival como un enemigo y no como un competidor, el dispendio irracional, el oscurantismo... Dramáticos paralelismos.

El Betis hubo de penar siete años en Tercera, de donde lo rescató el presidente Manuel Ruiz Rodríguez en 1954. Benito Villamarín lo devolvió en 1958 a Primera. Luego, el mito de Sísifo tomó cuerpo reiteradas veces en una camiseta verdiblanca para bajar y subir. El Betis —agarrado a la tabla salvadora del concurso de acreedores— no merece lo que está sufriendo hoy. Ni tampoco España. Pero no hay males que cien años duren, ni penas y pésimos dirigentes que no terminen arrastrados por incontenibles riadas hacia los sumideros de la Historia.

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