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NO DO

Nadal no se va de copas

FRANCISCO ROBLES

Cuando Nadal desempató el cuarto set y dejó al bravo Del Potro con las lágrimas de la frustración en los ojos, Zoido no tendría más remedio que recordar la noche de mayo en que se alzó con la Alcaldía de Sevilla tras cinco años como cinco sets jugados en la tierra batida de los barrios. El tenis es como la política. Hay que trabajar mucho en los entrenamientos para que los golpes salgan medidos en el partido decisivo. Y Zoido, que juega al tenis desde antiguo, lo sabía cuando ganó el primer set en mayo de 2007. Aquellos quince concejales no eran bola de partido, sino de set. Había que seguir ganando puntos y acumulando juegos para alzarse con la victoria definitiva. Y lo hizo.

Esta final le ha salido redonda a Zoido alcalde, pero se equivocaría si se dedicara a celebrarla por todo lo alto y por todo lo ancho del calendario. Rajoy lo ha dicho muy clarito: no es tiempo para cenas. España está al borde del abismo aunque estas alegrías nos hagan ver lo contrario. Y Sevilla no digamos... Para salir de esta situación deberíamos echar mano de la actitud de Nadal o de Ferrer, que se han superado ante Del Potro hasta derrotarlo limpiamente, hasta sacarle esas lágrimas albicelestes que honran al jugador argentino: lo dio todo sabiendo que tenía muchas papeletas para perder, algo que lo eleva como deportista y como persona.

Eso es lo que nos hace falta a los sevillanos. En algunos asuntos nos lo tenemos demasiado creído, y en otros no somos capaces de creer en nosotros mismos. Sevilla es una ciudad con un potencial enorme, con un patrimonio material, personal y sentimental que ya quisiera para sí más de una urbe puntera en este mundo globalizado. Sevilla no debe limitarse a jugar a perder mientras los espabilados de turno se dedican a dar pelotazos que buscan la red donde pescan la ganancia de los aprovechados. Sevilla debería aprender de Nadal, que lo ha ganado todo y que por eso mismo estará pasado mañana entrenándose en una pista sin público que coree su nombre, en la soledad del esfuerzo, de la disciplina y del trabajo.

Zoido ya ha tenido su ración de gloria durante esta final que le ha salido redonda. Ahora toca remangarse, meterse en el despacho y cuadrar un presupuesto que dejará atrás la herencia recibida. A Zoido le han dado la raqueta y las pelotas —no confundir con los inevitables pelotas que siempre rodean al poder— para que Sevilla funcione. Los lamentos, más que fundamentados, por el pasado imperfecto ya deben quedar atrás. Sevilla tiene que ganarle el partido al futuro. Punto a punto. Juego a juego. Set a set. Como lo hace Nadal, que no es un genio de la raqueta, sino un jovencito que ha ganado cuatro veces la Copa Davis y que pasado mañana no se irá de copas porque tiene que volver al trabajo para no perder contra su peor enemigo, que no es Del Potro ni Djokovic, sino él mismo. ¿O no es Sevilla la enemiga más peligrosa que tiene esta ciudad?

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