Cataluña

Cataluña / maría antonia prieto

Un congreso para los que no se van

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«Transparencia» y «neutralidad» son dos conceptos absolutamente desconocidos para Zaragoza y demás muñidores de la calle Nicaragua

Día 14/12/2011 - 16.02h

TRECE meses después de su primera gran derrota electoral, el Partit dels Socialistes de Catalunya se dispone a renovar sus cargos orgánicos en el congreso que celebrará a partir del viernes. Trece meses, trece, han necesitado José Montilla y José Zaragoza para cocinar el asunto hasta obtener la consistencia deseada, la textura justa que les permita seguir braceando cómodamente en esa olla de contradicciones, intereses y resentimientos que de un tiempo a esta parte viene siendo el socialismo catalán. Montilla y Zaragoza no se van, como tampoco se fue Josep Maria Sala; tan sólo se repantingan en sus asientos —el uno en el Senado y el otro en el Congreso— y se apartan de la foto. Más osado, el tercer hombre del «aparato», Miquel Iceta, incluso se ha ofrecido para abanderar el cambio y, por lo visto, estaría dispuesto a dirigir su propia operación de desguace con tal de dirigir algo.

En los meses previos a un congreso que lo tenía todo de cara para hacer borrón y cuenta nueva, la vieja guardia se ha ido acomodando en el regazo de Pere Navarro, de forma que, tanto si a éste le gusta como si no —hay que reconocer que se detecta en el alcalde de Terrassa cierta incomodidad por el exceso de equipaje—, se ha convertido en el candidato del «aparato» a primer secretario. «Mi principal objetivo —aseguraba el lunes Zaragoza— es garantizar un proceso transparente y la neutralidad de la ejecutiva saliente». Desde luego, la desfachatez de algunos políticos no tiene límites. «Transparencia» y «neutralidad» son dos conceptos absolutamente desconocidos para Zaragoza y demás muñidores de la calle Nicaragua.

Hace un año, el alcalde de Lleida, Àngel Ros, era el favorito entre los favoritos, el dirigente con más posibilidades de sustituir a Montilla al frente del PSC. Pero Ros cometió un error de cálculo que probablemente frustró un verdadero proceso de renovación interna del socialismo catalán: reveló que no contaba con Iceta y Zaragoza, «muy identificados con esta dirección». Aquello lo cambió todo. De todas formas, Ros no lo tiene todo perdido. Alcalde carismático y representante de la corriente catalanista, si cultiva esa faceta provocadora a lo enfant terrible y, además, consigue no pintar nada en el partido —lo que tampoco supondría una dificultad insalvable— tiene serias posibilidades de convertirse en el próximo líder electoral del PSC. En tiempos de crisis, y una vez descartada la catarsis, tal vez lo más sensato sea refugiarse en valores razonablemente seguros.

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