El escritor cordobés desvela que en enero podría ser intervenido quirúrgicamente
Día 15/12/2011 - 10.11h
Todavía débil y frágil, pero sin perder ni un ápice de su fina ironía. Así reapareció Antonio Gala, después de superar un duro tratamiento, para recoger el Premio Quijote de Honor en la Asociación de Escritores de España, donde dijo que quizá este galardón sea una invitación a decir adiós.
«Este premio me hace especial ilusión, porque lo dan los compañeros, es como el Nobel en España, y a veces lo dan a título póstumo, como a Delibes, pero ellos saben a quién se lo dan», sentenció. «Esta carrera es dura: hay que hacer reír y saber reírse, y hay que hacer llorar y saber llorar, y hay que saber decir adiós, y quizá este premio sea una invitación a decirlo. Lo agradezco de todo corazón», prosiguió el autor de «Los papeles de agua», su última novela, de 2009.
Gala, quien acaba de terminar un tratamiento de quimioterapia y radioterapia para superar un cáncer de colón, recibió el Quijote de Honor 2011 a toda una vida, por su contribución a la literatura española, en un acto en el que el escritor y poeta Félix Grande realizó una emotiva laudatio.
La erótica del moribundo
Un premio, como recordó el propio autor, que se suma a los 486 restantes. Solo en las últimas semanas ha recibido otros dos: el que otorga la Asociación de Escritores Andaluces «Antonio Nebrija» y el que le dio la Asociación Pro Derechos Humanos, en su rama de periodismo, por defender los derechos humanos en diversos medios de comunicación. Y esto le hizo comentar que «comprendo que los moribundos atraigamos a los premios, qué le vamos a hacer».
Pero antes de recogerlo, el autor de «El manuscrito carmesí» comentó a los periodistas que no se encontraba «ni bien ni mal», pero que estaba «intentando olvidar la crueldad de los procedimientos para curar, y espero, no solo no tener que seguir con quimio, sino de nuevo no ir al hospital, porque a lo mejor me tienen que intervenir quirúrgicamente en enero». Y mientras Gala pasa por este periodo de «libertad vigilada» en su casa de Madrid —«cuando voy a “la Baltasara” (su casa en Málaga) sólo puedo pasear por el jardín y ver el mar»—, se conforma con leer y estar con sus perros. «Lo que me da ánimo ahora es leer los relatos de Samuel Bellow y y mis perrillos. Se me ha muerto uno, el otro lo tengo ciego y tengo uno vivo y entero, Mambrú. Ojalá no se vaya a la guerra y se quede siempre conmigo», apostilló con humor este poeta, narrador y dramaturgo nacido en Ciudad Real en 1930, pero cordobés de adopción.
Pero Gala aseguró que no tiene miedo a nada, que nunca ha tenido miedo; eso sí, sin pronunciar la palabra muerte. «Nunca he tenido miedo, todo es un acabamiento y me parece que todo lo que empieza debe de terminar».
El autor de «El pedestal de las estatuas», dijo que escribe su columna todos los días, pero que todavía no escribe otra cosa. «Quiero tener tiempo para escribir —explicó—, no lo que quieren los editores, que es una autobiografía, y que se pirran por ella; pero me gustaría cerrar el broche con una obra de teatro». Para ello, «tengo la actriz, que es una mujer que está triunfando ahora en teatro después de 14 años sin estar en un escenario: Amparó Baró».
Y si quiere escribir teatro, que es con lo que empezó, es «porque el teatro no está bien en este momento en España y me gustaría pegarle una patada para que despierte. Quiero hacer una comedia. Soy más de actrices y creo que en España hay mejores actrices que actores».
Por su parte, Félix Grande recordó que Gala no es solo un gran poeta, novelista y articulista, sino «uno de los grandes profesionales de las frases improvisadas y fulminantes». Tras repasar su amistad, con él y con su mujer, la poeta Francisca Aguirre, Grande comentó la constante desobediencia con todo tipo de poder de Gala, alguna paliza que se llevó por ello durante el franquismo, e incluso el hambre que pudo padecer.