El día amanece con niebla espesa en el monte que rodea a Boadilla, pero a medida que avanza la mañana, se transforma en un tenue velo blanquecino que da un toque peculiar al paisaje. Hay una luz de cuadro de Velázquez, comenta Juanjo Artero, mientras posa para la foto entre las encinas. Estamos a un par de minutos del casco urbano de Boadilla, pero el silencio, solo interrumpido por el relajante canto de los pájaros, nos transporta a otro lugar.
Tal vez un viaje en el tiempo, como sugiere Juanjo, a la época en que Goya pintaba vistas de Madrid a la orilla del Manzanares en la zona de las Vistillas. Y es que, efectivamente, este paraje natural, como El Pardo o la Casa de Campo, es una muestra de lo que debió ser Madrid hace apenas un par de siglos. Y entre los árboles, en medio de la neblina, bien podía aparecer algún bandolero, aunque lo que único que divisamos es un ciclista que pedalea despreocupado levantando bandadas de pájaros a su paso.
Por aquí pasea siempre que tiene tiempo con sus perros, una golden retriever, llamada Rita, a la que le gusta perseguir pájaros y conejos, y un west highland white terrier, una raza que de forma abreviada se conoce como westie.
A diferencia de Rita, los westies son perros pequeños y amigables, que no pesan más de once kilos y no superan los 30 centímetros de altura. Con mucho humor le ha llamado Yeti: «No da nada de miedo. Cuando le llamo la gente espera ver un perro muy grande y se ríen al verle».
«A finales de diciembre hacemos un descanso en el rodaje de "El Barco"»
La carta del jefe indio Seatle
Elegir Boadilla del Monte como lugar de residencia no fue casual, le gustaba esta zona verde que conocía desde niño. «Y me parecerá mejor aún cuando pueda disfrutar de ella», bromea.
Cree que la próxima revolución por venir será la de la naturaleza. Y se lamenta de que a pesar de que somos la especie con mayor inteligencia del planeta, la estamos destruyendo. Y recuerda la carta que el jefe indio Seattle envió en 1855 al «gran jefe de Washington», que por aquel entonces era Franklin Pierce: «La tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurra a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra».
Como colofón a este Año Internacional de los Bosques, Juanjo Artero pediría como deseo «que encontremos formas alternativas de energía que no dañen el medio ambiente, y que nos permitan reducir los niveles de CO2. Porque la naturaleza es el legado que vamos a dejar a nuestros hijos y no tenemos ningún derecho a destruirla». Además, como decía el indio Seattle, «cuando destruimos a la naturaleza nos destruimos a nosotros mismos».