Teatro

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Los grandes montajes de 2011, lo mejor de la cosecha

La escena española se ha llenado este año que concluye de grandes funciones teatrales. Recordamos las mejores, a juicio de nuestros críticos

Día 23/12/2011 - 01.55h

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Mirando hacia atrás, sin ira, por supuesto, para recordar los mejores frutos teatrales de la cosecha de 2011, se me ocurre que lo mejor es comenzar por el presente para recomendar a quien no los haya visto dos montajes aún en cartel, «El perro del hortelano» y «Agosto (Condado de Osage)». Con el primero, Eduardo Vasco se despide como director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y lo hace por la puerta grande con un luminoso y austero trabajo sobre la obra de Lope de Vega, protagonizado por los estupendos Eva Rufo, David Buceta y Joaquín Notario, que saben imprimir a los versos intención, furia, desdén, pasión, desengaño... Una delicia clásica que se puede ver en el Teatro Pavón. El segundo también tiene aires de despedida, la de Gerardo Vera al frente del Centro Dramático Nacional; el melodrama extremo de Tracy Letts le sirve para firmar uno de los grandes espectáculos de la temporada, que además, sin desdeñar al resto del reparto sino todo lo contrario, incluye una triple y maravillosa conjunción de actrices de tres generaciones: Amparo Baró, Carmen Machi e Irene Escolar. Permanece en el Teatro Valle-Inclán.

Autores-directores

Por su constancia, dedicación y brillantez destacan dos autores que también son directores, tanto monta. Alfredo Sanzol ha servido en 2011 dos formidables trabajos, «Delicadas» y «En la luna» (este último, aún en el Teatro de la Abadía), que son perfectos ejemplos de su manera de enhebrar en un montaje diversas historias colocadas a la luz del humor y la memoria. Por su parte, Miguel del Arco asombró con su vigorosa revisitación de los «Veraneantes» de Gorki con ojos contemporáneos, y con su cuestionamiento de la historia mitológica en clave feminista a través de los ojos de una Elena de Troya encarnada por Carmen Machi en «Juicio a una zorra».

Más nombres. El de Blanca Portillo, que con «La avería» de Friedrich Dürrenmatt (recién repuesta en las Naves del Español en el Matadero, donde estará hasta el 1 de enero, no se la pierdan), demuestra sus dotes como directora de escena. El de Andrés Lima, que consiguió reflejar a Shakespeare en los espejos del callejón del Gato con su monumental «Falstaff». El de Mario Gas y su certera y asfixiante aproximación a «Un tranvía llamado Deseo», de Tennessee Williams. Y el del argentino Claudio Tolcachir y sus insólitas simetrías existenciales tan Paul Auster; con su compañía Timbre 4, el también autor y director ofreció en «El viento en un violín» otro recital de vibrante naturalidad escénica.

Una mención a dos prodigiosos trabajos foráneos incluidos en el ciclo «Una mirada al mundo», del Centro Dramático Nacional: «La costa de Utopía», ciclópeo fresco histórico de Tom Stoppard primorosamente servido por el Teatro Académico de la Juventud de Moscú, dirigido por Alexei Borodin, y el montaje que de «El proceso» de Franz Kafka, empapado de humor y desasosiego, trajo al Valle-Inclán Andreas Kriegenburg al frente de la Kammerspiele de Múnich.

Y para concluir, una de circo: «Corteo», fantástico trabajo de Daniele Finzi Pasca para el Cirque du Soleil, en el que se equilibraba la coherencia dramática y el deslumbramiento circense. Brindemos por el teatro que nos traerá 2012.

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