Córdoba

Córdoba / Juan Carlos Villanueva, actor

«He vivido infinitas vidas»

Si tiramos de tópico, podemos decir que estamos ante un actor hecho a sí mismo. Pero es la pura verdad. He aquí la historia de una determinación convertida en carne de escenario

Día 24/12/2011 - 10.39h

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¿Qué empuja a un individuo cualquiera a ser actor? Quien sabe. No había en la biografía familiar de Juan Carlos Villanueva ninguna señal que indicara que su vida se dirigía sin remisión al mundo de los escenarios. Se crió en las Costanillas y su padre había sido piconero, un oficio particularmente humilde en un barrio particularmente modesto. Eso es todo. Pero el joven Villanueva se inoculó del virus del teatro y hoy, casi 40 años después, aún sigue contagiado de esa manera de entender el universo.

—Mis padres eran muy aficionados al cine y veía muchas películas con ellos. Me quedaba mirando la televisión y sentía que podía hacer aquello. Mi padre no estaba de acuerdo. La de actor, por aquellos años, era una profesión de putas y maricones. Así que cuando terminé COU empecé a trabajar de platero para ganarme la vida para poder hacer lo que quería.

En efecto, Juan Carlos Villanueva (Córdoba, 1959) hizo lo que quería. Dio sus primeros pinitos en el barrio, al albur del éxito arrollador de Jesucristo Superestar, y pronto se enroló en Trápala, una de las compañías más longevas de Córdoba. Desde entonces ha hecho de todo. Principalmente teatro, pero también ha trabajado en las televisiones locales, ha hecho doblaje, producción, dirección de ópera y ha participado en algunas de las series de mayor audiencia de los últimos años. «Mi pasión es el teatro», subraya. «Vives el personaje en el momento. Es la impronta, el sentimiento, la comunicación con el público. Para un actor es la base imprescindible. Empecé con Trápala en 1978 y ha sido una experiencia fantástica. Aún seguimos. Aunque hoy estoy y mañana no. No me gusta atarme. Se pueden contar con los dedos de una mano los que realmente pueden permitirse el lujo de decidir qué hacen y qué no».

—Al fin y al cabo, todos somos mercenarios.

—Es que no tienes más remedio. A mí se me abrió una puerta, el doblaje, y sin ella no hubiera podido aguantar en la profesión. Pero me he subido a un escenario cientos de veces.

—¿Sigue sintiendo vértigo?

—Cada vez más. La responsabilidad es mayor, porque la gente espera más de ti.

Desde 1997 hace televisión con frecuencia: «Plaza Alta», «Arrayán», «Cuéntame», «Amar en tiempos revueltos», «El internado» o «Águila Roja». Ahora tiene por estrenar dos trabajos: «La Soledad del triunfo» y «Góngora».

—¿La televisión es el refugio para actores en apuros?

—Antes se cobraba más. Los cachés han bajado muchísimo. Yo he dicho no a varias cosas con mucho tirón. Por dignidad. ¿Por qué ahora voy a cobrar menos?

—¿Cómo se sobrevive como actor durante más de 35 años?

—Usted lo ha dicho: sobreviviendo. Hay épocas muy buenas y vives bien. Pero da rabia no poder comprarte un coche a plazos.

—Hay que ser una hormiguita.

—Sí, pero al final te los comes todo. Las estadías largas de paro no dejan de ser una puñetería. Mi mujer trabaja, pero una casa donde viven cuatro personas y dos en la universidad ya se sabe. Este año está siendo malo. No de pedir pero con muchos agobios.

—¿Cuántas vidas vive un actor?

—Infinitas. Muchas veces no vives las que quisieras, porque se te pasa la edad. A mí me encantaría vivir de esto más tiempo. Y yo, con la edad que tengo, no voy para atrás ni para coger impulso.

—¿Qué busca en la piel de otros

—Emocionar. Contactar con el público es lo más hermoso que hay.

—¿El teatro es un cadáver que está muy vivo?

—El teatro ha estado siempre en crisis. Desde aquellos griegos que empezaron a cantar en las ceremonias religiosas. No creo que esté muerto. Cada vez tiene más razón de existir.

—¿El actor de teatro es el actor en estado puro?

—Yo pienso que sí. Pero hay actores de cine que te pueden decir lo mismo. En el cine, el actor es un instrumento más. Y en el teatro es el rey.

—¿Le ha tentado el abandono?

—Sí, muchas veces. Hace algunos años estuve a punto de tirar la toalla.

—¿Qué le empujó a seguir?

—No sé hacer otra cosa. Tú me pones en una oficina y trabajo, pero donde doy el cien por cien es aquí. Me gusta mi profesión en todas sus facetas. Si en los ochenta me dicen que voy a hacer doblaje o producción no me lo creo. Estaba obsesionado con aprender, con actuar, con ser creíble. Aquello era mi meta, mi vida.

—Si se mira en el espejo, ¿qué ve?

—Yo creo que veo un buen actor. Creo que soy fiable y seguro. Como persona es otra historia.

—¿Qué personaje le ha seducido?

—El tirano de la obra de Varo Baena fue muy complejo. Un anciano con carácter indómito. Y tengo mucho que agradecer al Rey Berenguer I, de Ionesco, que me dio la posibilidad de obtener mi primer premio de teatro a nivel nacional.

—¿Uno puede quedar prisionero de un personaje?

—En Andalucía tuvo tanto tirón Arrayán que todavía me reconocen como Domingo. Ese personaje marcó una etapa y si la gente te recuerda es por algo. La audiencia de aquella temporada no se ha vuelto a soñar: 32%.

—¿Es usted su peor detractor?

—Siempre soy mi peor crítico. Ahora estoy sin barba por una película sin estrenar que se llama «La soledad del triunfo», de Álvaro de Armiñán, y no me veo. Voy a ver la película y probablemente la escuche pero no la mire.

—¿Es un pirata en la red?

—No, porque soy muy poco de internet. No me suelo bajar nada. Entiendo que, si están las descargas, por qué va a costar dinero y también entiendo que el actor tiene que cobrar.

—¿Dónde hay más representación: en el teatro o en la política?

—En los políticos, que tienen mucho más dinero. Conozco a compañeros que han dado clases de puesta en escena a políticos andaluces. De cómo hablar. Cómo mirar.

—¿Le convencen?

—A mí ninguno. Me gusta el político de calle. El que veo yo. Si te paras a escuchar detenidamente todo suena a lo mismo: a palabras manidas. Rancias. El político no tendría que hablar: tendría que hacer.

—¿La cultura subvencionada es cultura cautiva?

—En una época puede que sí. Pero las veces que yo he trabajado para instituciones públicas el director ha hecho lo que le ha dado la gana. Las subvenciones en Andalucía van a parar casi siempre a los mismos. Una vez dije eso y se me echaron encima casi todas las compañías, porque estaban coproducidas por la Junta.

—¿Un ser humano culto es un ser humano más libre?

—Tiene más capacidad porque puede razonar más cosas.

—¿Quién era Luis de Góngora?

—Un señor muy desconocido para los cordobeses. Que tenía un sentido del humor muy ácido y le gustaban las mujeres, la vida y las cartas.

—¿Con qué proyecto sueña?

—Con un gran monólogo que me permita contactar con el público.

—¿Qué le indigna?

—La bazofia que vemos en televisión. Me da asco que haya personas viviendo de sus escarceos amorosos. Que un país esté pendiente de eso.

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