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1.500 Santa Claus al asalto de una casa y su jardín

Rafael Cavero es el mayor coleccionista en España de este popular personaje navideño

Día 24/12/2011

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Cada año, en diciembre, más de 1.500 figuras de Santa Claus toman la vieja casa de los Cavero en el Parque del Conde de Orgaz, en Madrid. Abandonan sus cajas-dormitorio para tomar posesión de salones y escaleras durante toda la Navidad.

El artífice de todo esto tiene 81 años, 8 hijos y 17 nietos. Su hermano, Iñigo Cavero, fue ministro de UCD y él, durante 14 años, ejerció como presidente de la Federación Española de Atletismo. Infatigable deportista, cada día juega al golf, practica yoga, medita, recibe clases de canto (tiene un grupo con el que actúa en diferentes garitos) y, a la mínima oportunidad, se escapa a esquiar a Baqueira Beret. Sincero y claro hasta la enfermedad, cuando ocupaba cargos público cada una de sus declaraciones encendía la polémica, hasta el punto de costarle el puesto. «Aunque no me costó mi amistad con el Rey, que varias veces me ha echado de La Zarzuela por cantarle las verdades. Pero también es cierto que a la media hora me estaba llamando para reprocharme lo “animal” que era», recuerda. Así es Rafael Cavero, el alter egoespañol del mismísimo Papa Noel.

Ceremonia de bienvenida

En la puerta que da acceso al jardín de la casa en la que reside desde hace más de treinta años, un montón de hombrecillos de blancas barbas reciben a los invitados. Se esconden, trepan por los balcones, suben por las farolas, se ríen... Y una vez que se cruza el umbral de la vivienda, el espectáculo desborda todas las expectativas. «Lola, mi mujer, es fan de los Reyes Magos y lo que más odia en el mundo, aunque no te lo puedas creer, es a Papá Noel. En esta época siempre está enfadadísima y se quiere ir de casa. Por eso, y en venganza, ella pone un nacimiento a tamaño gigante», explica.

Recopilador de muchas cosas, entre las que figuran cajas de música y disfraces, su querencia por Papá Noel comenzó por casualidad: descubrió al más viejito de su colección en una feria y le gusto tanto que, desde entonces, busca piezas aquí y allá, a lo largo de todo el mundo, por internet, en catálogos, en mercados... «Los últimos que he adquirido vienen de Dinamarca. Y precisamente los mejores son de ahí y de Noruega. Son los más caros, ¡cuestan casi como un coche! Sin embargo, ahora muchos están fabricados en China y la calidad se nota. De los que yo tengo, muchos tienen hasta cinco movimientos, otros leen cuentos y hasta los hay que cantan treinta villancicos con la voz de Ray Charles».

El montaje en la casa de los Cavero implica vaciar el salón a lo largo de tres días de intenso trabajo («lo hago con dos de mis hijas, Ana y Piedy; con mi guitarrista y con un carpintero»): la colección de cajas y de perros de porcelana de Lola «desaparece» y en su lugar se monta un escenario increíble con bolas de cristal, gnomos, conejos y renos. Y miles de Santa Claus en todas las posturas y actitudes: tocando el saxo, subidos a una moto, con gafas a lo Stevie Wonder, en la bañera enjabonándose, columpiándose, atravesando el salón a toda velocidad, haciendo malabarismos en un columpio, en las escaleras... Y todo ello en medio de una gran escandalera de canciones, risas y pitidos del tren.

¿Y qué haría Rafael Cavero si fuera Papá Noel? «Yo quitaría los coches oficiales, por ejemplo, y haría que sus usuarios se trasladaran en bicis o en patines. Sería excelente para la salud de los funcionarios ¡y un ahorro considerable para el estado!», comenta. Y ¿qué le va a pedir a Santa Claus? «Cuando en España se ha perdido casi todo, que por lo menos no se pierda la ilusión en Papá Noel y asegurar a todo el mundo que existen los Reyes Magos... Los nuestros están en La Zarzuela, lo malo es que tienen unos pajes que dejan mucho que desear».

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