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La gran familia «malaya»

Acusados y abogados del proceso por corrupción en Marbella son ya parte del paisaje de la Ciudad de la Justicia

E. CODINA

Después de 15 meses de juicio, los acusados y abogados del caso Malaya se han convertido en parte del paisaje de la Ciudad de la Justicia de Málaga. El último bloque, centrado en los presuntos sobornos, es también el de las caras más conocidas, pero pasado el aluvión inicial, las cámaras casi nunca esperan ya la entrada y salida de Julián Muñoz o Marisol Yagüe. Cigarros en la puerta, cafés a media mañana y conversaciones de pasillo pasan ahora casi desapercibidos para los miles de usuarios que a diario se desplazan al mayor edificio administrativo de Andalucía.

Ya no se espera a Isabel Pantoja (no está imputada en este proceso), como ocurría al principio, ni la Policía acordona la zona para evitar avalanchas sobre los protagonistas. Pero los de Malaya siguen ahí. Ellos son fijos de lunes a miércoles y lo serán, según las previsiones, hasta mitad de 2012.

Sobre el mediodía, el tribunal que preside José Godino hace un receso que algunos aprovechan para fumar y otros para invadir la cafetería. O ambas cosas. El fiscal, Juan Carlos López Caballero, suele retirarse a su despacho. Los magistrados desayunan en una zona acotada, ajenos a los corrillos de mesa y barra de acusados, abogados y, en ocasiones, periodistas. Camino del aperitivo de media mañana se ve a Rafael Gómez «Sandokán» charlar con José Ávila Rojas o a Jesús Ruiz, de Aifos, y Tomás Olivo, dueño del centro comercial La Cañada de Marbella, trajeados y teléfono móvil en mano, muy alejados de la imagen tradicional del imputado.

En el banquillo de Malaya se sientan ahora unas 50 personas entre exconcejales y empresarios, que junto a sus defensas son muy visibles en la cafetería. En el local reconocen que la caja lo nota los jueves y viernes, cuando no hay sesión. Y era aún más evidente al principio de la vista oral, durante la fase de cuestiones previas, cuando los 95 procesados estaban obligados a asistir al juicio. Ocurre lo mismo si el tribunal «castiga sin recreo» e impone jornadas maratonianas porque el día anterior ha surgido una polémica o los abogados se han sacado de la manga un as incómodo, comentan algunos de los implicados.

En la rutina instalada en Malaya siempre hay alguien dispuesto a llevar un café a Juan Antonio Roca, que no puede abandonar la sala y permanece custodiado por dos policías, y todos coinciden en que el seguidor más fiel es el marido de Isabel García Marcos, presente a diario en las sillas destinadas al público.

También hay hábitos asentados entre los acusados y abogados para afrontar un juicio tan largo. Rafael Gómez va y viene a diario de Córdoba, donde es concejal del principal grupo de oposición al PP, y Ávila Rojas se suele desplazar cada día desde Granada. Su letrado, José Rebollo, cordobés, tiene casa en Málaga, donde se queda de lunes a miércoles. De Madrid viene Julián Chamorro, defensor de Gómez, que a veces cubre el trayecto hasta la Costa del Sol en AVE, y viceversa, en el mismo día. El abogado Jorge Manrique, que defiende a Fidel San Román y es de los pocos que ha asistido a todas las sesiones de la vista oral, tiene vivienda en Marbella. Llega los domingos por la tarde y regresa a Madrid los miércoles. «El coche va solo», comenta.

Malaya está descansando estos días por Navidad. Ha celebrado 119 sesiones y aún faltan varios meses para que concluya el juicio, que transcurre con normalidad y rutina. Sin olvidar que se juzga la mayor trama de corrupción destapada en un ayuntamiento español.

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