Hazte premium Hazte premium

gota a gota

Jerusalén. El aroma de la fe

josé cretario

El cronista no suele contar experiencias propias porque sus ojos tienen que estar frente a lo que pasa y no dentro de lo que pasa. Hoy es distinto. El cronista acaba de venir de Tierra Santa y ahí se explica la excepción de la regla. Hay cofradías que desde hace tiempo organizan peregrinaciones para estar en los sitios por los que anduvo el Nazareno. Son ya muchas. Quienes van, traen en las alforjas un álbum de fotos, vivencias y los besos en aquellos sitios donde estuvo Jesús. En todo caso lo más importante es traer gasolina para el motor de la fe. El peregrino descubre muchas más cosas. Los cofrades por ejemplo enfocan al Jesús de los padecimientos, pero en Galilea descubren a un Jesús más desconocido, el de su ministerio público. Allí descubrimos también que María fue una valiente, que se jugó la vida por aceptar su destino, que el Nazareno no juzgó a nadie por ser diferente. Ahora, por ejemplo no pediría ternas de candidatos a pregoneros. Sales de Galilea buscando la ciudad más importante de la historia de la humanidad que es Jerusalén, y encuentras una tierra espectacularmente bella a pesar de que allí residan todas las contradicciones del ser humano. Y allí sientes pena porque encuentras lo que más le falta a las cofradías: espiritualidad. Al igual que los Neocatecumenales, los kikos, concluyen su trayecto de fe en Jerusalén, las cofradías deberían tener como objetivo casi por regla facilitar a sus hermanos poder vivir la experiencia de Tierra Santa. La fe se puede vivir sin izquierdos por delante, pero no se puede vivir sin la espiritualidad que Jerusalén enseña en cada esquina. Y vivirlo en comunidad, como este cronista que ha compartido camino con Carlos Bourrelier y su mujer María Antonia; con Jesús Creagh y su esposa Manoli, la madrina de todos; con Antonio Mejías y Águeda, camarera de la Virgen de Montesión; con el hermano Pepe Gómez Palas y Olga y con Javier López un guía magnífico de viajes Cajasol. Pero la clave ha estado en la compañía de cuatro sacerdotes que son un lujo para la Iglesia de Sevilla: Manuel Soria, nuestro San Pedro; Pablo Diez, cultísimo biblista y rociero que domina el arameo como el español; el simpar Manuel Sánchez, profundo conocedor de las costumbres palestinas; y Pablo Sánchez Andino, excepcional persona y ejemplo para la gente joven. La Virgen de la Estrella huele a violetas, la de las Angustias a la canela y clavo que le meten en bolsitas entre las ropas. Jerusalén huele a la esencia de nardos que la Magdalena llevó al sepulcro aquella madrugada. Aunque más allá de la historia, esa esencia es el auténtico aroma de la fe que ojalá pudiera llegar al espíritu de toda la gente de las cofradías de Sevilla. PD: Por todo y a todos; gracias.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación