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Messi también se desmelena fuera de Barcelona

El argentino, discreto hasta ayer a domicilio, lidera a los azulgrana con tres goles fantásticos

ENRIQUE YUNTA

El Barcelona rellenó el formulario sin tachones y con muy buena letra en La Rosaleda, aseado y comprometido para mantener el pulso de una Liga que ayer regresó a la primera jornada después de haberse jugado casi una vuelta —recuérdese: la huelga de jugadores en agosto—. Se le exige cada tarde una obra de arte y no siempre se puede, aunque con oficio resolvió una visita complicada, superior al Málaga desde que Messi hiciera bueno el trabajazo en la sombra de Valdés. El argentino se lleva las fotos y los premios, que para eso es el mejor, pero el portero merece casi la misma gloria, providencial cuando estaba todo como al principio. Luego se rodó con viento a favor y llegó otro atracón de goles y buen fútbol, aparentemente todo muy fácil, recargado en los minutos de relleno.

Cuatro días después del enésimo clásico, y a tres del próximo que propone una batalla apasionante en el Camp Nou, Guardiola dio descanso a Puyol, Xavi y Cesc sin alterar en absoluto la idea de su libreto. Le discutió el Málaga con cierto interés, bien planteado el pulso por parte de un Pellegrini al que le gusta el toque y el balón, y hubo más de los andaluces hasta la media hora de juego, momento en el que Messi remató de cabeza como si de un especialista se tratara. Por el camino, tres apariciones celestiales de Valdés ante la insistencia de Isco, un futbolista desequilibrante al que los reflejos del guardameta azulgrana le privaron del festejo. De palo a palo, por arriba y por abajo, siempre Valdés.

El rival no reacciona

D Fue diluyéndose el Málaga al tiempo que el Barça ganaba en paz y armonía, cómodo cuando el resultado le dio la razón a su propuesta. Se expresó esta vez con cuatro defensas y Thiago, Iniesta y Busquets —fabuloso éste último— trataron de hacer de Xavi sin que nadie tenga la visión del cerebro en la medular. Sin embargo, no le fue del todo mal la tarde al Barcelona porque Messi ha despertado después de unos días en los que pareció humano, tan brillante en sus remates como en sus carreras. En el primero, saltó hasta el cielo y giró la cabeza de forma impresionante, muy diferente a los otros dos que llevaron su sello en ese galopar tan característico y sutil. Imprescindible el tercero de su cuenta, con el balón siempre cosido al pie. Incluso el larguero le privó de algo más después de un sedoso lanzamiento de falta. Hasta ayer, a Messi se le cuestionaba lejos del Camp Nou, en donde sólo se había dado una alegría, y en Málaga dio un recital para llevarse otro balón a casa y

plantarse con 22 tantos a estas alturas de la temporada.

El Barcelona se gustó demasiado en el capítulo final y al Málaga le dio un arrebato de orgullo para dignificar su trabajo previo. A Pellegrini le alteraron esos cinco minutos fatídicos de la reanudación que encendió Alexis y cuando apostó por los cambios la historia ya estaba escrita, un trágico desenlace para un equipo al que no le dan los millones. Rondón, que sentó a un Van Nistelrooy que nada tiene que ver con ese delantero holandés que se hartaba a marcar, ensució la estadística de Valdés, pero no el triunfo de un Barcelona que por fin encuentra el pulso lejos del Camp Nou. Se lo debe a Messi, desmelenado en Málaga.

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