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El Cid, tarde grande en la plaza venezolana de San Cristóbal

ABC

El diestro español Jesús Manuel Salas "El Cid" y el rejoneador venezolano José Luís Rodríguez , cortaron dos orejas cada uno y salieron a hombros por la puerta grande en la corrida de toros de la Feria de San Sebastián celebrada ayer jueves en la ciudad andina de San Cristóbal.

Por su parte, el español José Antonio Morante de la Puebla y el venezolano Erick Cortéz, realizaron emotivas faenas preñadas de arte que no remataron con la toledana, según informa Efe.

En una tarde nublada con algo más de un cuarto de entrada, se lidiaron siete toros venezolanos, tres de Rancho Grande, segundo, tercero y cuarto; dos de La Consolación, primero y séptimo, y los restantes de El Prado.

Erick Cortéz, vuelta al ruedo y ovación.

Morante de La Puebla, ovación y petición de oreja.

El Cid, dos orejas y ovación.

El rejoneador José Luis Rodríguez, dos orejas.

Morante de La Puebla , estuvo pinturero con la capa, pero mató a su primero con un puyazo largo, que le hizo terminar doblando las manos.

Al quinto lo toreó templado a la verónica, ante el juego que le ofrecía un toro que era un zapatito de dulces embestidas.

Realizó inspiradas tandas con la diestra , con el público entregado y al compás de la música subió el tono, toreando por naturales y profundas series con la diestra, con una muleta grande y profunda en las manos de Morante.

El buen manejo sin embargo s e perdió a la hora de matar , que como los trofeos se los quitó la tizona.

El Cid toreó valiente a la verónica a su primera. Se fue hasta los medios para lucirse y rematar con media belmontina que fue ovacionada. Luego de un puyazo, recibió el bovino metiendo los riñones y se lució en un quite por chicuelinas.

En el centro de la arena realizó profundo trasteo con la zurda , bordando naturales al compás del pasodoble con el público entregado, que pedía el indulto del toro.

El diestro no se dio coba y entró a matar derecho como una vela para dejar una estocada arriba que lo hizo rodar sin puntilla, dos orejas para el sevillano y vuelta al ruedo al toro en el arrastre.

A su segundo, un jabonero sucio, lo toreó reposado con la capa y lo cambiaron con apenas un puyacito. Luego lo movió a placer y le sacó todo lo que tenía , lo mató de estocada, le pidieron la oreja y no quiso darle vuelta al ruedo.

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