DESDE MI GRADA
¿TODO ARREGLADO?
Ya hay carteles de Fallas. Reza un axioma taurino que, pase lo que pase, tal día, a tal hora, los toreros harán el paseíllo. Así ha sido, una vez más. Pero no todos. (¿Por qué no torean El Juli y Morante?). Y no se sabe cómo ni por qué.
Los diestros tienen derecho a defender sus intereses. Pero también lo tienen los ganaderos y los empresarios. Y los aficionados, de los que nadie parece acordarse. Si hay más huecos en los tendidos, habrán hecho un pan con unas tortas.
Es absurdo el oscurantismo. Más allá de declaraciones retóricas, ni los toreros ni la empresa que los representa han explicado sus exigencias concretas. La imagen pública es mala; las cifras que se filtran, difíciles de comprender. Igualar a artistas muy distintos tampoco tiene sentido.
Para Victorino Martín, las reclamaciones han sido «inoportunas e insolidarias». Dos adjetivos rotundos. Deseo no tener que darle la razón. No ha habido muertos (¿o sí?), pero las heridas tardarán en cerrarse. La guerra sigue.
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