Josefina Molina: «Nunca he pertenecido a ningún grupúsculo»
Recibió ayer el Goya de Honor, que concede la Academia de Cine, en la fiesta de los finalistas de los premiosDIRECTORA DE CINE, TEATRO Y TV; GUIONISTA, ESCRITORA
Pese a tener una de las carreras profesionales más sugestivas de la historia del cine español, el teatro y la televisión, Josefina Molina (Córdoba, 1936), la primera mujer que consiguió el título de directora-realizadora en la Escuela Oficial de Cinematografía de Madrid, no ha sido una persona anclada en los recuerdos del pasado si no fuera porque hace 10 años se le dedicó una retrospectiva en el Festival de Valladolid y hubo que investigar sobre la estela que marcaba cada una de sus obras dentro del sector. Lo achaca a la falta de tiempo, «a que nunca he dejado de trabajar. Me interesaba el presente de cada momento vivido».
La temporada pasada tuvo la satisfacción de asistir a homenajes y charlas con un público siempre sorprendido por su pasión narrativa y el mimo a sus actores. Ayer, el reconocimiento unánime de sus compañeros de la Academia de Cine, al concederle el Goya de Honor, le ha llegado al corazón, «porque conlleva un respeto hacia mi trabajo que, como tantos otros, realicé dando lo mejor de mí misma con la intención de que el público lograra sentirse satisfecho».
Así habla a ABC la cineasta, escritora y guionista, a quien se deben títulos como «Función de noche», «Esquilache», «Vera, un cuento cruel» o «La Lola se fue a los puertos», mientras que para televisión ahí quedan la serie «Teresa de Jesús» —también en cine—, los seis capítulos de «El camino», de Miguel Delibes; «Casa de muñecas», de Ibsen...
«Lo mío es meterme en líos»
La naturaleza le regaló un carácter inquieto. «Lo mío, dice, es meterme en líos». Así define su constante permanencia en el teatro o en la Asociación de Mujeres Cineastas. Hace mención especial a Icíar Bollaín y su manera de dibujar personajes identificables. «Es una chica estupenda y su amor al cine queda patente cada vez con más intensidad. Sin olvidar a Isabel Coixet o Ana Díez, entre otras muchas directoras».
D «Función de noche», en cine, y «Cinco horas con Mario», en teatro, tienen en común una carga emocional abrasadora. «En el primer título introduje personajes reales para que a la gran Lola Herrera le sirviera de terapia para salir de la profunda inmersión psicológica que atravesó en los años finales de los 70 y principio de los 80. Las cenizas de lo que fue su matrimonio quedan al descubierto en un camerino de teatro». Ambas, Josefina Molina y Lola Herrera, son de la misma generación: «Hemos tenido una educación muy especial, que, curiosamente, era como un retroceso de las mujeres en nuestro país. Durante la República hubo mujeres que sobresalieron mucho intelectualmente, podían hacer trabajos como los hombres, tenían sus carreras. La Guerra Civil y la dictadura cortaron ese devenir. Durante mi infancia y juventud no escuché hablar, por ejemplo, de Clara Campoamor. Sólo investigando por mi cuenta y buceando en los libros, entonces prohibidos, supe que había mujeres como nuestras
predecesoras. Cuando hicimos “Función de noche” en 1981 ya había tenido lugar la Transición y en España había un afán no sólo por los desnudos físicos en el cine del destape, también por otro tipo de destape y de películas, en las que se exploraba los efectos de todo aquello».
«No he pertenecido a ningún grupúsculo —dice Josefina Molina—. Pretendía que mi trabajo fuera útil y creía que podía ayudar a los demás a reflexionar. El término utilidad sorprende porque se supone que los artistas no deben tenerlo en cuenta, pero el cine tiene un aspecto receptor de mucha fuerza, el público. Si crees que lo que estás haciendo tiene calidad y estima al espectador como un ser inteligente, siempre sirve de guía».
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