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OPEN DE AUSTRALIA

Nadal cae en el límite

El español, en una final memorable, tropieza por séptima vez ante Novak Djokovic, que revalida título en Melbourne

Nadal cae en el límite EFE

ENRIQUE YUNTA

Rafael Nadal tropieza por séptima vez en la misma piedra, desesperado ante un Novak Djokovic gigantesco que revalida título en Australia y confirma que es la bestia negra del español. El curso 2012 repite la tendencia de 2011 y se entiende desde l a dictadura del serbio, que enlaza victorias en Wimbledon, US Open y ahora en el Open de Australia . Después de 5 horas y 53 horas , una historia preciosa que narrar, Djokovic alza los brazos y se impone por 5-7, 6-4, 6-2, 6-7 (5) y 7-5. Nadal, abatido pese a un inicio esperanzador , sigue sin encontrar la receta y tendrá que seguir remando.

La final se juega desde el diván, fundamental la cabeza para un Rafa Nadal que desafía a sus vértigos en Melbourne . Le persiguen seis finales con desenlace inesperado, el mismo enemigo de siempre que le atormentó en un 2011 de fotos insulsas y escasas sonrisas. Nadal contra Djokovic, el nuevo clásico , un pulso que se ha repetido en las tres últimas finales de los grandes. Londres, Nueva York y ahora Australia, todas con el mismo campeón.

El domingo es bochornoso en Melbourne y el techo retráctil de la Rod Laver se prepara porque antes de la cita caen gotas. Desde el peloteo se intuye un partido largo, intenso , convocado el personal para un espectáculo sin hora de cierre. Nadal y Djokovic se empeñan en extender la batalla y ya el primer parcial, prolongado durante una hora y veinte minutos, dibuja un camino tortuoso hacia la gloria. Nadal da el primer paso, pero queda un mundo . De hecho, no llega a la meta, se queda a un suspiro.

Nadal traza un plan para superar el muro. Busca peloteos intensos, ritmo y velocidad , imprescindible para mover a un rival que lleva un maratón en esta segunda semana de torneo. Djokovic, sin embargo, tiene mil vidas como demostró ante Murray y acepta el intercambio avalado por una ventaja mental impagable . Pero, de entrada, es un Nadal más suelto, más convencido, más regular. Fantástica puesta en escena.

El español gana el primer set después de 80 minutos trepidantes. Toma ventaja al romperle el saque al serbio en el quinto juego y la pierde en el octavo, pero nunca pierde el paso. En su palco, gestos de aprobación, puños cerrados, miradas de complicidad. En la pista, un "¡vamos!" ensordecedor que intimida . Paso firme de Nadal.

La final se invierte en el segundo set, repleto de idas y venidas , presente el miedo en ambas raquetas. Nadal, por inercia, recula y cede la iniciativa a un Djokovic descomunal . El número uno afina su revés portentoso y resta de forma increíble , un martillo. Se imponen sus armas mientras se tuerce el gesto del balear, que sin embargo exhibe un coraje único al nivelar una situación muy complicada.

Con 2-5 en contra, rema hasta ponerse con 4-5 y saque después de una doble falta de Djokovic, oportunidad idílica de alargar el set. De hecho, cree que llega al 5-5 porque marcan fuera una bola de Djokovic, pero el ojo de halcón le priva por un milímetro en un punto trascendental que le descentra. Vuelve a fallar Nadal y regala el empate también con una doble falta . Dos horas y media y todo como al principio.

Nadal pierde las sensaciones desde el fondo de la pista y cada vez juega más corto, abusando de un revés cortado que no incomoda en absoluto a su oponente. Le delata el lenguaje corporal y se queda sin recursos mientras a Djokovic le sobran, profundísimo en cada golpe. Pronto se desnivela la situación y al número uno no le cuesta nada mantener su servicio, esplendoroso para romperle a Nadal en blanco y cerrar la tercera manga en 45 minutos. Más difícil todavía para el español.

Ya no encuentra sonrisas en su palco y nada le anima. En el de Djokovic, todo son alegrías y abrazos porque intuyen un colofón feliz. La final pierde en intensidad porque a la segunda raqueta del circuito se le nubla la vista . Su juego, lleno de virtudes, se minimiza cuando se cruza con Djokovic toca ración extra de épica, tan recurrente en los momentos de tensión. No vuelve a tener ninguna oportunidad de romperle el servicio y sufre horrores para mantener el suyo, pero es capaz de levantar tres bolas en contra en el octavo juego del cuarto set que derivan en una celebración tremenda de rabia .

Tiene motivos Nadal porque son tres puntazos , justo lo que se le reclamaba después de ese arranque ilusionante, pero la lluvia entorpece el debate . En pleno subidón (4-4), aparecen las gotas y se para el partido para que se cierre el techo de la central, diez minutos que se hacen eternos.

Cuando vuelven a la pista, Djokovic mantiene su saque con la misma contundencia de siempre y ambos debaten con sus armas hasta el juego decisivo . Son momentos de alta tensión, con el español mucho más enchufado y expresivo. Algo ha cambiado en Nadal, que se sobrepone de un inquietante 5-3 con un saque pendiente para Djokovic. Gana el set se arrodilla en la pista y queda todo pendiente de la quinta manga.

Y ahí se queda a un paso Nadal, que gestiona mal los puntos importantes y pierde el saque de forma irremediable en el undécimo juego después de tener 4-2 y 30-15. Tiene a Djokovic fundido, estirado en la pista y con la lengua fuera, pero no remata . Se encoge y solloza en la derrota, cargada de gloria pese a todo. Otra foto por detrás de Djokovic, aunque nunca estuvo tan cerca.

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