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Memoria e inspiración

Cuando un diseñador elabora la puesta en escena de su desfile, no siempre sabe a qué hora va a desfilar, porque puede que el orden del calendario no esté cerrado. Esto quizás explicaría por qué el ambiente del primer desfile del día (Roberto Verino), que inauguraba la pasarela de la Madrid Fashion Week, parecía más un club nocturno, con su luz tenue y música house que otra cosa. Creo que ha sido la primera experiencia after para muchos de los VIPs de primera fila, como Esperanza Aguirre, Covadonga O'Shea o Enrique Loewe. La ropa acompañaba la situación, con múltiples salidas de riguroso negro.

Aunque si de verdad era un after-hours , sobró el niño que desfiló de la mano de Jon Kortajarena, enfundado en un abrigo de pelo sintético que imitaba al pelo de cabra. Lentejuelas por todas partes (hasta en calentadores), efectos lamé, estampados tigre, dorados, y mucho exceso.

Cambio de tercio en Jesús del Pozo, uno de los desfiles más esperados, puesto que es la primera colección en la cual no ha participado el recientemente difunto creador. Su equipo de prensa nos asegura que no descartan el nombramiento inminente de un director creativo (ya sea de dentro o de fuera de la casa).

Como tributo al diseñador, la colección está inspirada en el Oriente Medio, algo que, dicen, le apasionaba. ¿El resultado? Looks con prendas desestructuradas. «Logremos que la ropa pierda su forma» era la frase que nos dicen se oía en el taller. Y es que las chaquetas y las grandes capas se convertían en prendas «intuitivas», dejando atrás la forma occidental de entender la ropa, y asemejándose a los pareos, las chilabas, y los kaftanes de los nómadas del desierto.

Victorio y Lucchino lo tienen claro: «el mundo está saturado de ropa factory » (o, lo que es lo mismo, ropa de producción masiva). Lo que tenemos claro nosotros es que la genial ropa de los sevillanos, luce mucho más en las modelos que en la percha, porque así se aprecian los volúmenes de las faldas polisón, los detalles de los bolsillos abombados, y la silueta coqueta de las prendas (y además, amenizado por canciones de Lana del Rey).

Las prendas de Elisa Palomino también se ven mejor sobre la pasarela, pero hay que decir que las perchas que tenían en el backstage eran ideales, de seda, y de colores. Era como adentrarse en un boudoir (vestidor) burgués. Y un poco de eso se trataba. La diseñadora nos contó que la colección estaba inspirada en la pintora americana de los años 20, Florine Stettheimer, que junto con sus hermanas, tenían un salón donde se reunían todas las socialites del Upper East Side neoyorquino. «No seguían normas a la hora de vestir», explica Palomino. Eran excéntricas y divinas y de pronto usaban un vestido de estampado animal como se enfundaban en un traje de terciopelo devoré, como todo a la vez. «Lo que me gusta de Florine es que pintaba como hobby, porque no le hacia falta vender su obra», dice Palomino, y añade: « nosotros sí nos hace falta vender, pero me gustaría hacerlo por amor al arte».

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