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EL TRIUNFO DEL TOREO

ADOLFO SUÁREZ ILLANA

Admiración y profundo respeto. A partir de ahí, podríamos estar escribiendo hasta el hartazgo acerca de lo acontecido en el ruedo de Olivenza el pasado domingo. Pero solo estaríamos matizando diversas manifestaciones de esos dos sentimientos despertados a raudales por Juan José Padilla, «El Ciclón de Jerez». Un hombre honesto y humilde, de cuerpo roto y alma entera, que se empeñó en no dar pena jamás. Fue su voluntad el seguir peleando cuando nadie lo creía posible y, por eso mismo, se puso el listón tan alto como solo se lo pueden poner sus dos amigos, y no menos adversarios en buena lid, José Antonio Morante de la Puebla y José María Manzanares. Hubo pelea, hasta donde los toros dejaron, y luego compañerismo… Y mucha hombría de bien para recibir a un héroe silencioso que ha sabido mostrar, por primera vez al mundo entero, que las heridas de un torero no son medallas, sino simples marcas, que deben ser previamente asumidas, para recordar siempre la secuencia de algún

error cometido. Solo quien reconoce sus errores es capaz de aprender. Quizá por eso mismo pudimos ayer ver, con emoción mal contenida, a un «Ciclón» renovado y mejorado al más puro estilo de siempre.

D El domingo, en cada lance o muletazo, en cada tercio compartido, en cada quite, en cada torero de oro o plata, había un fondo de homenaje a un hombre que lo merecía. Todo era esfuerzo dirigido a la excelencia. Los trincherazos de Morante, las estocadas imposibles de Manzanares, los equilibrios de un hombre a caballo sujeto a un toro con un palo, o el quite de El Lili, montera en mano, a un compañero caído. Todo era poco para hacerse merecedor de compartir el ruedo con un hombre que ha entrado en la leyenda sin lamerse las heridas. Con el rostro marcado de por vida y el alma siempre limpia, quiso Dios que recogiera el premio a una vida sembrando cariño, respeto y torería. El domingo triunfó el toreo y, por eso mismo, sus compañeros le sacamos en hombros reconociendo en él la encarnación de lo mejor de todos nosotros. Sirva también como muestra de compromiso futuro. Necesitamos referentes que encarnen los valores humanos que soportan esta mítica profesión, pero es difícil encontrar

quien, como Juan, lo haga con la grandeza de la humildad. ¡Muchas gracias, Maestro!

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