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Los olés, la ola y el himno que se canta como si tuviera letra

Sevilla se vuelca con la selección en el reencuentro permanente que supone el «hogar dulce hogar» hispalense, que clama por un partido oficial; los de Del Bosque se llevan el mejor aliento para la reválida de Polonia y Ucrania

Los olés, la ola y el himno que se canta como si tuviera letra EFE

mateo gonzález

En cuatro años de éxitos al aficionado medio español le ha dado tiempo para hacerse con un vestuario muy apropiado para un partido de España. Ayer, día de paseo para tanta prenda roja y gualda. Había ganas en Sevilla, aunque no se demostraron en las gradas, más tristes de lo que se pensaba. Ahora sí, el que fue lo hizo de rojo por completo en este Estadio de la Cartuja que se abre de higos a brevas, más para conciertos que para lo que fue concebido. Bueno, lo último deportivo fue la Copa Davis , que tampoco estuvo mal. España congregó a muchos Iniestas, Casillas, Xavis y compañía en las gradas, pero también a Albertos, Pacos y Fernandos que lucieron sus prendas como si fueran uno más entre los campeones del mundo y de Europa. Eso de encontrarse con Manolo el del Bombo en los aledaños teletransportaba al más pintado a los años en los que Sevilla era el indiscutible hogar oficial del combinado nacional, justo antes de que Madonna se repitiera en los oídos de los presentes con el calentamiento de los de Del Bosque. Buena canción Borderline, sí, pero tres veces seguidas...

Por lo visto había más chinos que los once que saltaron al campo y los que se sentaban junto a Camacho en el banquillo. No sabemos cómo andarían anoche los sempiternos bazares y restaurantes que se reparten por la ciudad. Los había hasta que se tomaban cervezas en los chiringuitos que hacían su agosto en junio. Los colores, similares, confundían y hasta provocaban espejismos con disidentes que se pasaban a la causa española, pero no. Inconfundibles y con su bandera coronada de estrellas, alguna más que las que luce la selección encima de su escudo , y no por ser campeones del mundo, no. Bueno los jugadores españoles renunciaron a su tocado estelar para colaborar con Save the Children. Con los chinos competían los Erasmus, que vaya tela cómo andaban ingleses, estadounidenses, franceses y demás animando a España para integrarse en la cultura local . Esta selección obra milagros.

En las gradas ya no hacía falta colocar muñequitos de plástico como cuando se produjo la decadencia de la selección en Sevilla, aunque hubieran cabido más hueco del esperado. Eso sí, los que había eran seres humanos . Y gritones, y animados, y felices, como cubriendo con su aliento las plazas que dejaron los ausentes. No hubo lleno, está claro. Ya no había banderitas con palitos de madera que daban dentera, no . Esto es más sofisticado, siglo XXI. Ahora se llevan más las pancartas. De todo en esa expresión popular. Desde los recortes hasta petición de regreso de Raúl, camisetas de Iniesta, etc.

El primer momento de excitación se produjo con el repaso de la alineación. Banderas al viento, trompetas y vítores para todos . Incluso los suplentes uno por uno, para no irse contentos. Sobre todo Iniesta, ganador en esta votación popular. Le echó un pulso Manolo el del Bombo, que salió al centro del campo para besar el césped, con lona publicitaria de por medio, para arrodillarse ante una afición entregada. Y la Cartuja respondió. “¡España, España!” y haciendo la ola . Un hombre manejando a la masa. Sobrecogedor.

Los himnos. Murmullos en el chino.Y versión larga y nada parecida a la de la final de Copa en la Marcha Real. Qué entrega pasional con los colores nacionales . Como si el «chunda chunda» fuera obra de un glorioso poeta patrio. Y olés, y la ola. . Luego el público adereza su entrega con un «yo soy español, español, español» que no deja indiferente a nadie. Al descanso alguno definía al partido como un «rollito de primavera» , aunque la cosa se puso un poquito más picante después. Era una prueba y la afición la pasó con nota.

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