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Vecinos de Sevilla Este, atemorizados ante el aumento de delincuencia en las viviendas sociales «Parchís»

El menudeo de droga y la falta de civismo han provocado que los vecinos del núcleo residencial se sientan amenazados sin encontrar «soluciones» por parte de la Administración

Vecinos de Sevilla Este, atemorizados ante el aumento de delincuencia en las viviendas sociales «Parchís» abc

N. E. L.

«Parchís, ciudad sin ley», es una de las calificaciones «cariñosas» con la que los vecinos de Sevilla Este se refieren a todo lo que ocurre dentro de las cuatro esquinas de las viviendas sociales de la calle Taiwán , también conocidas como « Parchís ». El menudeo de droga, las peleas entre vecinos, la falta de civismo y la incapacidad tanto de la Empresa Pública del Suelo de Andalucía (EPSA), perteneciente a la Junta, como de las fuerzas de seguridad por controlar la situación han llevado a Clara y Mónica, dos vecinas de Parchís a contar bajo otra identidad su calvario de todos los días, que temen se convierta en la rutina de otras zonas marginales de la ciudad como las Tres Mil Viviendas .

La dejadez de la Junta de Andalucía ha contribuido a este clima de inseguridad

Y es que, salvando las distancias respecto a esta última, el núcleo residencial Parchís ha ido viviendo, desde noviembre de 2000 cuando se inagurara, una degradación continua de las condiciones de convivencia y seguridad . Ambas vecinas dejan claro que la mayoría de los residentes de Parchís son «pacíficos, gente honrada y trabajadora»; sin embargo, son un sector los que tienen atemorizados al resto de vecinos. El tráfico de droga , es una de las cuestiones que está a la orden del día. «Constantemente se ve entrar y salir a gente que no vive allí, de mal aspecto . Por las noches es habitual escuchar silbidos que son señales que se hacen entre ellos para pasarse droga . Las veces que ha venido la Policía , de las que se echa en falta más presencia y mayor despliegue, estos "indivuduos" escapan saltándose de un bloque a otro por la azotea, y eso si no algún cómplice lo oculta en su casa», aseguran Clara y Mónica, quienes cuidan a diario de no compartir ascensor con estos «inquietantes» visitantes «por lo que pudiera pasar». «Son muchas veces las que me he ido por las escaleras y si algún amigo o familiar me ha acercado en coche hasta casa, sobre todo de noche, siempre me han acompañado hasta mi puerta», cuenta Clara.

La dejadez de la Junta de Andalucía ha contribuido a este clima de inseguridad . Los procesos administrativos para la adjudicación de las viviendas que son abandonadas resultan «excesivamente» lentos, por lo que es habitual que una familia sin recursos, y que se conozca que alguna vivienda esta vacía, la ocupe por el clásico método de la « patada en la puerta ». «En algunos casos, la familia "intrusa" ha abandonado la vivienda por propia iniciativa, sin que en todo el tiempo de ocupación la EPSA haya tomado cartas en el asunto», afirma Mónica, y por tal dejadez esta vecina recalca que «siempre vives con la incertidumbre de quién se puede meter en una vivienda desocupada en tu planta o en tu bloque». Por otro lado, y no saliendo de dicha lentitud administrativa , son también reseñables los interminables casos de desahucio por impagos de la cuotas de comunidad, «cuestión en la que somos muy poquito en todo el núcleo que estamos al día».

«Algunos vecinos usan zonas comunes de los bloques para montar sus negocios»

La falta de civismo es otro de los temas recurrentes de este residencial que acoge a un elevado número de jóvenes delincuentes reincidentes , aunque suelan cometer sus «fechorías» más allá del Parchís, como denuncian vecinos de otros núcleos próximos. «No hay una vez que, refiriéndome a ese sector conflictivo, depositen correctamente la basura en los contenedores. Lo típico es ver lanzar las bolsas por las ventanas, incluso desde un sexto -de siete plantas que tienen- o, simplemente, dejarlas fuera del contenedor », explica Clara. No obstante, otra de las quejas de estas vecinas se refieren a la empresa pública de recogida de residuos de Sevilla, Lipasam . «Los que pagamos nuestros impuestos, tenemos el derecho a reclamar un servicio por parte de Lipasam en el que ahora mismo nos sentimos discriminados, respecto a otras zonas de la ciudad».

Asimismo, las zonas comunes de estas viviendas sociales sufren un ataque continuado por parte de algunos vecinos. Hay algunos que, como narran Clara y Mónica, «se creen dueños de las plantas» montando su propio chiringuito para hacer negocios : venta de alimentos, bebidas, tabaco y otros de primera necesidad. Los ascensores son, además, víctimas indirectas de la venta de droga y el trasiego que ello supone, viéndose losetas sueltas y espejos rotos continuamente. Por otro lado, está formando parte de la normalidad del núcleo que vecinos dueños de perros de razas peligrosas echen a pelear a los animales fuera del recinto, pero que luego no siempre vuelven a éste atados y con bozal. «Lo último -cuenta Mónica- ha sido el robo de las ventanas de los cierres de las plantas para vender el cristal y el aluminio. Dicen que los autores son vecinos del mismo residencial».

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