Error de cálculo
El Betis estuvo mal en la Conference, pero incluso peor ha estado la directiva. La afición es muy fiel, pero no imbécil
La derrota de este jueves en el estreno de la Conference League frente al Dinamo de Zagreb ha levantado muchas ampollas en el Betis y, en paralelo, ha hecho aflorar problemas subyacentes que los buenos resultados postergaban. Los jugadores han fallado, sí, y también el ... entrenador, que en este caso no ha encontrado la fórmula para que sus hombres se impusieran en el campo a los croatas. De acuerdo. Pero peor incluso ha sido el papel de la directiva bética para esta cita. Su negligencia ha puesto claramente sobre la mesa cuestiones que venían produciéndose y criticándose veladamente. Ahora quedan en evidencia. Sobre todo una: la falta de una verdadera ambición como club. De esa raíz parten todas las ramas y la gestión de las últimas semanas con respecto a la competición continental. ¿De verdad se pretende ser grande y crecer? Pues no lo parece.
Esta vez se ha podido pulsar esta cuestión con el hecho de haber cobrado la entrada del jueves, que en realidad no debe ser la causa de nada sino la consecuencia de un dilema de más calado del aparente, la ausencia de una auténtica visión de grandeza, la escasez de ambición y el conformismo que tantas veces se queda instalado en Heliópolis. ¿Es que los deberes ya están hechos porque el eterno rival está eliminado de Europa? ¿Es eso? ¿Ya se puede relajar el ambiente porque el Sevilla no va a poder sacar el autobús con una copa europea en mayo?
El asunto de las entradas es muy sintomático y ha enervado los ánimos de los seguidores. Pedirle a un socio 20 euros para ir a un partido -nueve de la noche de un jueves de invierno- de la ida de un play off clasificatorio para los octavos de final del tercer torneo de la UEFA justo después de haber caído eliminado en el segundo -la Europa League- haciendo el ridículo y caer más tarde en la Copa del Rey de mala manera no parece la mejor idea ante una hinchada cumplidora, leal, pero con el bolsillo tan limitado como el de toda la sociedad. El fútbol es caro, y si encima se cobra por citas de poco fuste como la de esta semana... La entidad que dirigen Haro, Catalán y Alarcón ha perdido una ocasión pintiparada para permitir a los abonados acceder al estadio sin un cobro adicional en vez de hacer caja. Era más que previsible que la respuesta del bético fuera la que fue, ni media entrada cuando por norma llena el Villamarín. Si estaba cantado que eso iba a suceder, ¿por qué se hizo así? Había que cuidar el ambiente más que nunca y plantear un escenario 'caliente' porque se trataba de un partido trascendental. A no ser que desde el propio Betis se haya entendido que no es para tanto por la citada falta de ambición. Y esa idea permea, cala y acaba llegando a la misma plantilla, que disputó el choque con una intensidad propia de un bolo veraniego. Y perdió. Si tan importante es clasificarse para una competición europea, como se insiste en decir cuando se habla de la actual campaña de Liga, ¿por qué luego se maltrata esa misma competición y se tira a la basura por no poner toda la carne en el asador y preferir llenar el saldo de la cuenta corriente del club? Ese error de cálculo ha sido de tal calibre que no sólo ha generado airadas protestas de la grada sino que hizo moverse al propio club con promociones de ofertas sobre la bocina cuando se percataron de que había 30.000 asientos vacíos. Repito, 30.000. Tarde y mal. No es la primera vez.
La cúpula verdiblanca se viene equivocando en su política de precios, entradas y cobros abusivos a los socios de tal forma que empieza a estrangularse, torpemente, a la gallina de los huevos de oro. La afición del Betis es muy fiel, pero no imbécil. No sólo para pagar o no una entrada, sino para percatarse de que los mensajes sobre la ambición muchas veces están bastante más vacíos de lo que parecen. Ambición y crecimiento es llenar el campo para golear al Dinamo de Zagreb en una caldera. Lo demás es la sociedad anónima deportiva. Habrá que tragar, pero que al menos quede el derecho al pataleo y la constancia de que algo no se está haciendo bien.
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