Betis
Érase una sonrisa a un balón pegada
Se fue Joaquín, pero no el activista de la alegría, el influencer volcado con su tierra, la barra antisísmica del escudo bético

«Érase una sonrisa a un balón pegada,/érase una sonrisa superlativa,/érase una alquitara bien viva,/era un peje espada bien barbado». Si Francisco de Quevedo Villegas y Santibañez Cevallos se hubiera dignado a ser contemporáneo nuestro, es muy probable que la glosa satírica ... a su «amigo» Luis de Góngora la hubiera convertido en exaltación a un chaval de El Puerto de Santa María, de nombre Joaquín Sánchez Rodríguez, que ayer, en su casa de al final de la Palmera, recibió el homenaje del fútbol mundial. Imposible disociar su sonrisa al balón pegado al pie, inabarcable esa sonrisa sin él, enorme la alquitara que destiló su fútbol, deliciosa y certera su esgrima fuera quien fuera su rival y la escala de la marejada en el césped.
Aquel al que su padre, Aurelio, levantaba de la cama de un coscorrón para disiparle su pereza a ir a entrenar, se nos fue del fútbol a los 41 años rodeado de amigos de su gremio y de todos los sectores de la sociedad. Se iba el futbolista, pero no el activista de la alegría, el influencer volcado con su tierra, el tipo solidario con los que sufren, la barra antisísmica del escudo bético.
Quienes pronosticaron en los últimos años que el personaje médiático devoraría al futbolista erraron de pleno. Sólo hay que recordar los momentos de rebeldía esta temporada ante la falta de minutos que le procuraba Manuel Pellegrini. Se sentía útil para el equipo, más allá de su caudillaje en el vestuario, de su eclosión como comunicador, de su incansable tarea como embajador de la fe verdiblanca.
Joaquín nos deja para el recuerdo goles de bandera, recortes imposibles, pases sin fronteras, clase a espuertas, compañerismo sin colores, egoísmo sin desembalar. También, la sensación de que el destino le debió deparar más éxitos deportivos, los que demandaban su calidad, su condición de futbolista top del fútbol continental en el siglo XXI.
Nos queda, bienaventurados sean los creyentes, Joaquín para rato. Aportando su experiencia y don de gentes a su Real Betis, alegrándonos la vida desde los platós televisivos. Érase que ya es
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