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La cueva de Almería: un escondite alegre sin salida

La cueva en la montaña era lugarde encuentro de los estudiantes de la Colonia de los Ángeles

La cueva donde se reunían los jóvenes y acabaron falleciendo EFE/ CAROS BARBA

R. P.

Lo habían convertido en un centro de ocio , en un lugar de esparcimiento, un escondite perfecto, donde evadirse del quehacer cotidiano, del cansancio de las numerosas horas de estudio y de la vista y control de sus padres . Lo que en un principio era solo una pequeña oquedad en la hondonada de una montaña caliza, próxima a los centros de enseñanza de la barriada de la Colonia de los Ángeles, con el paso del tiempo y el esfuerzo de los chicos se había transformado en un lugar donde compartir cigarrillos, echar un trago y departir tranquilamente del día a día y de los proyectos de futuro.

Un porvenir que para tres de ellos se truncó de manera súbita y fulminante entre otras cosas porque sin darse cuenta con tantas cosas como fueron equipando su cueva la convirtieron en una ratonera con un sólo punto de acceso y ventilación , la entrada, a la que habían equipado con chapas, que hacían las veces de puertas y un vetusto sofá junto a ella para aquellos que preferían estar fuera cómodamente.

Cuando los bomberos accedieron al lugar con un vehículo ligero y constataron que dentro había tres personas se imaginaron el peor de los escenarios.

La cueva dio paso a una ratonera y ésta a su vez a un auténtico horno de cremación de unos tres metros de profundidad donde se alcanzó una temperatura elevadísima a tenor del material calizo que conforman sus paredes y techo. La salida estaba taponada por las planchas de acero envueltas en llamas . Todo apunta a que las dos adolescentes y el joven fallecieron como consecuencia de la inhalación de humo, puesto que no había orificio de ventilación alguno, y que posteriormente sus cuerpos fueron devorados por el fuego.

Con la llegada de la luz del día en el lugar todavía manaba olor a humo y los restos de la intervención de los bomberos eran más que evidentes. Junto a todo ello seguían estando presentes los cristales rotos de litronas y latas de refrescos y bebidas energéticas aplastadas que advertían de que hasta hace muy poco tiempo este dantesco escenario había sido testigos de juergas y risas. Pese a ello las paredes de las cuevas no escupen el eco del jolgorio, ni tan siquiera los sobrecogedores gritos de dolor de los fallecidos. El silencio ha conquistado el espacio ocupado por las llamas y a buen seguro que nadie pondrá nunca jamas un pie en este maldito espacio.

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