Videoblog Teodoro León Gross
Andalucismo: es mío, solo mío, mi tesooooooro
El mirador
Nada resulta tan ridículo como ver a dirigentes que se empeñan en vivir 2023 con el código de 1977. Parte de su debacle electoral está en no entender que ha pasado medio siglo y que es otro tiempo, otra realidad
El 4D ha vuelto a escenificar, esta semana, la resistencia en buena parte de la izquierda a aceptar que Andalucía no es un predio suyo, donde imponen el relato del pasado, el presente y del futuro, con derecho reservado de admisión. Por eso aún se ... les hace bola, y de qué manera, que haya un presidente andalucista del PP.
¿Dónde estaba la derecha en 1977? ¿Eh? ¿Eh?... preguntan una vez y otra, como si eso les diese la razón. Majaderías. Ya es Historia dondequiera que estuviese cada cual hace medio siglo, y ya no importa. En concreto, Juanma Moreno tenía siete años; seguro que no estaba oponiéndose al Estatuto de Autonomía y al 151. Hay ya otra generación. Y nada resulta tan ridículo como ver a dirigentes que se empeñan en vivir 2023 con el código de 1977. Parte de su debacle electoral está en no entender que ha pasado medio siglo y que es otro tiempo, otra realidad.
Que sí, que la derecha fue miope entonces, y el PSOE, que tampoco era autonomista sino jacobino, tuvo el olfato de subirse a ese carro y ganarle la mano a los genuinos andalucistas. Basta ver cómo el PSOE ha vaciado después, a lo largo de casi cuarenta años en el poder, el andalucismo. Sólo lo han recordado al perder el Gobierno. Y precisamente eso es lo que ha permitido que haya un presidente del PP que se haya hecho con el discurso andalucista, ciertamente con tendencia a liturgias de una prosopopeya excesiva como el 4D, pero andalucista.
Ahora sale el PSOE exigiéndole al PP todo el techo competencial. ¿Ahora? ¿Después de 37 años en el poder se les ha ocurrido ahora que hay que ir a por todas y les han entrado las prisas? En fin, ya han hecho sobradamente el canelo con los Cercanías en esta timba de tahúres. A ver si racionalizan un poco su desesperación y se dejan de dramitas. El andalucismo es ya, felizmente, un sentimiento normalizado en Andalucía, ajeno al nacionalismo y a los golpes de pecho, con muchos grados y registros. Cuando se les oye reclamar el andalucismo como Smegol con el anillo del poder –es miiiío, soooolo miiiiío, mi tesooooro– cómo no pensar que esa película, para ellos, acabará mal.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete