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Ataque en Algeciras

Los compañeros de piso del yihadista de Algeciras: «Hace dos meses cambió y cualquier cosa estaba prohibida; se volvía loco con verte reír»

Los conocidos de Yazin explica que estaba paranoico desde hace dos meses y que sólo hablaba de Dios y el diablo

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Mohamed en la habitación donde dormía con Yazin J.J.m.

J.J. Madueño

Algeciras

En una casa casi en ruinas en el 10 de la calle Ruiz Tagle de Algeciras, sobre una pared del patio y al lado del cuarto de baño, hay una mishaba (similar a los rosarios católicos) para rezar el tabsih, una oración repetitiva de adoración a Dios. Es la que usaba Yazin para sus plegarias. Es una de las pertenencias de este presunto 'lobo solitario' que mató a un sacristán e hirió a otras tres personas, entre ellas un párroco, en Algeciras este pasado miércoles. «Era suyo, lo usaba para rezar», asegura Aimar, uno de los compañeros de piso en esa corrala con dos infraviviendas. En una vivía Aimar y en la otra, desde hace más de un año, Yazin.

Aimar es una de las personas que más lo conocían. Al principio lo describe como «un chico normal», pero luego dice que en los últimos dos meses «no estaba bien de la cabeza»: «Decía cosas que no tenían sentido. Hablaba de Dios. Todos somos musulmanes, pero hay cosas que no entendíamos. Hablaba del diablo y cosa así. No sé. Da Miedo«, asegura Aimar a ABC antes de irse a trabajar.

Este vecino de Yazin asegura que cambió hace dos meses. «Antes tomaba drogas y lo escuchaba que se emborrachaba, pero se quitó de fumar, de beber y a los chicos les decía que el tabaco estaba prohibido. Cualquier cosa estaba prohibida. Si te pelabas de una forma diferente decía que estaba prohibido«, recuerda el joven, quien relata como los amigos de Yazin dejaron de visitarlo.

En la vivienda de Yazin estaba Mohamed, quien en una estancia con moho en las paredes, asegura que la Policía Nacional se ha llevado su móvil y no puede hablar con su familia. Mohamed tiene una leve discapacidad en una mano. Ha llegado a Algeciras para ir la médico a una revisión. «Llegué 12 horas antes. No lo conozco. Mi madre sí, porque somos del mismo pueblo», asegura este compañero de cuarto, que duerme en un colchó en suelo al lado del sofá cama de Yazin.

Sobre la mesa de la estancia que hace de salón hay tabaco, allí mismo hay un mueble con una hornilla y una olla. En la habitación todo está revuelto tras el registro. No hay rastro de un Corán, sí piezas para montar una mishaba, como la que dejó en la Plaza Alta de Algeciras tras el ataque. «Lo veía en el móvil, todo por el teléfono», añade Mohamed, que habla muy poco español, pero que abre las puertas de su casa, donde sobre una mesa estaba aún el auto de registro del Audiencia Nacional.

Ni Mohamed ni Aimar esperaban que hiciera «algo tan horrible». Antes de la 19.00 horas, Yazin de salió de su casa. Al primero que agredió fue a Ahmed. Un joven marroquí de 20 años que iba al instituto. Le dijo que trabajaba para «la majia», ritos ancestrales anteriores del mundo árabe vistos como heréticos en algunas interpretaciones. A ese joven, tras esa acusación, lo golpeó por detrás en un ojo. Luego echó mano al machete debajo de la chilaba. «Pensé que me atacaba», decía horas después asustados.

Sin embargo, Yazin partió hacia la capilla de San Isidro, ya había estado allí antes. Lo echó una mujer cuando cogió el Evangelio y comenzó a decir que «no valía». Al volver el sacerdote, Antonio Rodríguez, le salió al paso para echarlo cuando estaba dando la bendición tras la misa. El atacante sacó el machete y le asestó un golpe en el cuello que lo dejó malherido tras gritar «Alá es grande». Está estable dentro de la gravedad en el hospital Punta de Europa.

Desde allí bajó. Pasó por delante de su casa, a unos 50 metros de la capilla atacada, y fue hacia la Iglesia de La Palma. Entró dando golpeas a imágenes y crucifijos. El sacristán, Diego Valencia, le salió al paso mientras uno de los párrocos hacía una confesión. Trato de expulsarlo pero apuñaló en el abdomen. Salieron a la calle y, en medio de la Plaza Alta, corazón de Algeciras, lo mató de una machetazo en la cabeza.

No paró. Cruzó la plaza y se marchó hacia la capilla de la Virgen de Europa, al otro lado de la plaza. Estaba cerrada. La Policía Local le dio el alto antes de tratara de entrar. Tiró el machete y la mishaba. Se puso de rodillas y se rindió. Había dejado por el camino un reguero de sangre en su paranoia. Un muerto, un herido grave y dos leves. «No estaba bien de la cabeza. Estaba loco. Hablaba solo, del diablo, de Dios. No iba a la mezquita. No me creía que hiciera algo tan horrible«, afirma Aimar sobre su vecino.

Imagen principal - 1. Salón de la pequeña vivienda de Yazin. 2. Cama donde ha dormido Mohamed tras el registro. 3. Mishaba para el rezo usada por Yazin
Imagen secundaria 1 - 1. Salón de la pequeña vivienda de Yazin. 2. Cama donde ha dormido Mohamed tras el registro. 3. Mishaba para el rezo usada por Yazin
Imagen secundaria 2 - 1. Salón de la pequeña vivienda de Yazin. 2. Cama donde ha dormido Mohamed tras el registro. 3. Mishaba para el rezo usada por Yazin
La vivienda del atacante 1. Salón de la pequeña vivienda de Yazin. 2. Cama donde ha dormido Mohamed tras el registro. 3. Mishaba para el rezo usada por Yazin J.J.M.

Yazin no trabajaba. «Sólo comía, dormía y fumaba. Si le preguntaba de qué vivía te decía que no era tu asunto», reconoce Mohamed en aquella vivienda de menos de 50 metros, revuelta, llena de ropa tirada, colchones y pertenencias destrozadas. «En la casa amenazó a dos chicos», recuerda Aimar, que señala que el mismo día el ataque dijo un amigo que le iba a cortar el cuello. «Es su mente. Su paranoia. No estaba bien de la cabeza. Hace tiempo tuvo problemas que quería pegar a un chico que vivía con él. Se escapó. Se ponía amarillo. Agresivo. Se volvía loco con verte reír», añade Aimar.

En este tiempo, sus vecino dicen que no conoció a nadie, que no creen que alguien «le comiera el coco o que tuviera contactos yihadistas». «Lo que hemos visto es que se puso muy paranoico. Te quería pegar. Se volvió loco. Es una persona psicópata. No es un ataque yihadista. Si reías te decía de qué te ries, te voy a matar», asegura el vecino, quien añade que hace dos meses cambió su aspecto, se dejó barba y «comenzó con la paranoia de que la gente es infiel en la calle».

Mohamed reconoce que leía el Corán por el teléfono y Aimar apostilla que «puede que ser eso lo hizo cambiar». «El ve la gente como infiel y que es un musulmán verdadero, pero podía pasar en su mente cualquier cosa. No es un yihadista, sino un loco que le ha dado por el Corán, por la gente que se pela diferente, por la que fuma, porque se ríen, porque lo miran», sentencia Aimar en aquel patio donde arrecia el frió a cuatro grados a primera hora de la mañana.

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