PERFIL
El poeta de voz intransferible
Amigos y escritores recuerdan a Manuel Álvarez Ortega como un autor de un estilo muy marcado, difícil para el gran público y con una personalidad muy individualista

Juan Pastor, su albacea testamentario, habló del Mercedes de los años 50 que había tenido Manuel Álvarez Ortega en Madrid como si fuese un vehículo mítico para la literatura española de la segunda mitad del siglo XX. En realidad lo era, aunque en la tierra natal del escritor, que tiene que recibir su legado ahora, hubiese un pequeño apagón sobre una figura tan grande en lo literario como escurridizo a las fotografías y al juego social que suele acompañar muchas veces a los escritores. ABC ha querido bucear en la figura de un poeta y traductor admirado por sus compañeros y miembro destacado de la élite literaria española durante décadas.
Si el Mercedes que ahora tiene que recibir el Ayuntamiento de Córdoba tuviera oídos para escuchar y boca para contar lo que ha visto y oído, seguramente sería capaz de dictar una intrahistoria de una época de las letras españolas, porque en él pasearon Manuel Álvarez Ortega y el periodista y escritor Francisco Umbral muchas veces por Madrid. Se habían conocido en un lugar también de honda tradición literaria: el Café Gijón, donde el poeta cordobés hizo de guía para el aclamado columnista y Premio Cervantes. Lo contó Umbral en «La noche que llegué al Café Gijón» y citó a Manuel Álvarez Ortega en el primer capítulo. Allí también le conoció Antonio Colinas, uno de los grandes poetas españoles, que habla de la amistad que mantuvo con el escritor desde su llegada a Madrid en el año 1964.
El escritor cordobés ya formaba parte de la tertulia que dirigía el poeta Gerardo Diego, y Antonio Colinas, como otros escritores antes y después, tuvo «gran sintonía», sobre todo porque algo les unía. Era Córdoba, donde el poeta leonés había vivido tres años durante su adolescencia (plasmados luego en la novela «Un año en el sur»). La ciudad y los recuerdos de uno y de otros llenó muchas de sus conversaciones en las décadas de los años 60 y 70. Su poesía tiene gran valor, pero no era fácil, sobre todo para la tradición española, como recuerda Antonio Colinas. «Tenía una voz muy especial como poeta. Fuerte, personal, que siempre se encontraba en sus libros. Es como si siempre escribiera el mismo poema», dice para ilustrar algo que no es demérito, sino muestra de cómo su voz y su estilo poético es de un carácter muy poderoso.
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