La voz de la que brotan estrellas

Miguel Poveda convoca a los duendes del cante con su esperado recital en el Teatro de la Axerquía

Alguien le pondría pegas al lugar y a la anchura del público, pero nadie iba a ser capaz de negar que una noche al aire libre, con algunas estrellas libres de la contaminación lumínica y la luna a punto de estar llena, tiene bastante de parentesco con el flamenco. El arte jondo tiene todavía algo de exclusivo, como si para entenderlo y apreciarlo hubiera primero que pasar por ciertos ritos iniciáticos y fuera incompatible con las masas.

Así es muchas veces, pero anoche, en el Teatro de la Axerquía, cuando la cita era con el flamenco más puro, no era sólo para los cabales, aunque muchos hubieran querido estar en la intimidad. Miguel Poveda es un artista que resume lo mejor del cante ortodoxo, pero que ha sido capaz de llegar a más públicos, y por eso anoche en el recinto al aire libre había gente capaz de distinguir los palos con precisión y soltura y otros que simplemente iban a disfrutar.

A ninguno, ni a los cabales ni a los curiosos, tenía que defraudar Miguel Poveda, que desde el primer momento de la noche convocó a los duendes con la facilidad para cantar y para enseñar el flamenco con apenas abrir la boca. Habían pasado casi cinco años desde aquel concierto que celebro en el Teatro de la Axerquía, y que tenía algunas cosas en común, como la presencia del pianista Joan Albert Amargós. En aquella ocasión la copla, siempre interpretada con su particular deje flamenco, fue la protagonista, aunque también dejó caer gotas del cante puro, para delirio de muchos seguidores que habían ido a escuchar precisamente aquello.

Esta vez, el concierto se basó en el cante y dejó la copla para unas cuantas pinceladas, ya en la segunda parte. Poco importó, porque Miguel Poveda abre la boca y parecen brotar de ella las estrellas y los duendes que hacen que el flamenco que ha seducido a millones de personas se haga presente.