MOTIVOS PARA BEBER VINO
Una buena manera de redescubrir el fino
La Cata de Vino permite un acceso directo a la amplia tipología de caldos que se producen en Montilla-Moriles

Un escaso conocimiento de las bodegas presentes, pero una inclinación bastante clara hacia la variedad de vino a elegir. Éstas son parte de las conclusiones que pueden extraerse de las opiniones de los asistentes a la XXXII Cata del Vino, que se desarrollará hasta este domingo en la explanada de la Diputación.
El fino es el preferido, entre otras cosas, porque es uno de los que «mejor maridan» con la gran mayoría de los platos que ofertan los restaurantes y tabernas presentes. Una copita de Montilla-Moriles con una ración de ibérico de Los Pedroches, un flamenquín o una tortilla de patatas, «una combinación perfecta», resume el titular de uno de los establecimientos gastronómicos.
Aunque hay cierto desconocimiento de las bondades de los vinos Montilla-Moriles, lo que es innegable es que entre el público de Córdoba existe un ferviente deseo de aprender a beberlos y defender el producto local. Francisco Moyano, que acude cada jueves de cata al finalizar de trabajar, conversa con su grupo de compañeros -procuradores, abogados y funcionarios de Justicia- sobre los tipos de vinos.
Encima de la mesa descansan las viandas más tradicionales y dos botellas de fino de dos bodegas distintas. Moyano coge el catavinos con delicadeza y saborea cada sorbo de Montilla-Moriles. En su opinión, el producto tiene un «alto nivel y esto es algo que tienen que conocer en todo el mundo».
En este corrillo de amigos no hay dudas: gana el fino frente a cualquier otra variedad. Sin embargo, esta misma estampa se repite en la mayor parte de los grupos, todos situados en torno a un barril que utilizan como mesa alta. Su «sabor amargo» no es óbice para que cuente con la mayor demanda. «Gusta mucho, está claro», apunta otro de los vendedores.
La mirada foránea
A escasos metros, dos alemanas -una de ellas con varios años de estancia en la ciudad- saborean un amontillado, un vino que está entre el fino y el oloroso y que popularizó el escritor Edgar Allan Poe con «The cask of amontillado» («El barril de amontillado»). Coinciden en que les gusta.
La primera de ellas es Eva Duckstein y procede de una ciudad próxima a Múnich. Su amiga, con menos control del castellano que la anterior, es Jessica Le Bris. Captan matices que suelen pasar desapercibidos para el cordobés nativo. «Estos vinos son excepcionales», comenta, al tiempo que manifiesta que tiene intención de buscar bodegas montillanas para exportar los vinos a Alemania. «Allí se conoce el Rioja, el Ribera del Duero y algo de Toro, pero el Montilla-Moriles es desconocido», apunta. Añade «seguro que estos vinos triunfan en Alemania, porque no somos solo de cerveza como mucho podéis pensar».
Para el paladar de estas dos germanas, el sabor del fino no casa demasiado, pero sí el amontillado. Aun así, prueban otras tipologías de Montilla-Moriles, aunque siempre con la referencia de su sabir potente.
El fino es el elegido por la mayoría de los visitantes
Hay también otros perfiles, que suelen coincidir con personas a los que no les gustan demasiado estos caldos blancos. Es el caso del matrimonio formado por Silvia Camuñas y Rafael Muñoz, que acuden a la cata con su hija Eva. Se decantan por un pylicrín, más fresquito, afrutado y, por tanto, más suave al paladar.
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