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Solidaridad

Cuando la ayuda al más débil llega a Córdoba en forma de un código QR de móvil

Reportaje

Cáritas Diocesana pone un marcha un programa para facilitar la compra en supermercados de personas con pocos recursos

Las oenegés cordobesas se preparan y alertan sobre la prolongación de la crisis de precios

Cada vez más familias piden ayudas a Cáritas para pagar la luz

Una mujer muestra un código QR para comprar en su supermercado cordobés Valerio Merino
Pilar García-Baquero

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Paco, a sus 55 años, casado, con dos hijos y subido a un andamio desde los 17 años como pintor, nunca pensó que se iba a ver a las puertas de Cáritas. Hace diez años sobrevivió a un infarto y su corazón está plagado de muelles que hacen que funcione, pero una arteria de su pierna ya quedó dañada para siempre. «Cada quince minutos andando tengo que parar», cuenta cabizbajo en la sede de Cáritas en la calle Pérez de Castro.

Ya no puede realizar el mismo trabajo que antes, porque médicos le han prohibido hacer esfuerzos. Nada de subir a una escalera con 30 kilos de pintura y rodillo. En esta última década, con los trabajos esporádicos de su mujer no les daba para un sueldo. Su hijo adolescente aún vive con ellos, en un piso de alquiler y, literalmente, no les llega para comer. Desde marzo reciben esos códigos QR que facilita Cáritas para ir al supermercado.

Tiene reconocida una minusvalía del 33 por ciento pero está a la espera de una revisión del tribunal médico desde hace más de año y medio. Paco, -nombre ficticio para preservar la intimidad de este cordobés- es la cabeza de una de las 1.700 familias a las que Cáritas Diocesana ha ayudado en la compra de alimentos a través de un sistema QR en el teléfono móvil para evitar «estigmatizar la pobreza». Al otro lado de la mesa, frente a este beneficiario de la ayuda, está la coordinadora de Acción Social en Cáritas, Soledad Crespo.

Esta responsable del proyecto recuerda que Cáritas comenzó con la entrega de bolsas de alimentos a las familias, sobre todo, en la crisis de 2008; después llegó el economato pero entendían que en esos locales se señalaba aún a esas personas como «los pobres». Esta nueva propuesta de hacer llegar estos lotes de alimentos y productos básicos de higiene personal para comprar en supermercados cordobeses con código QR llegó con la pandemia en el año 2020.

Crespo cuenta que empezaron a hablar de estos códigos como alternativa viable pero sobre todo como una vía capaz de garantizar ese derecho a la alimentación de una manera saludable -cada persona puede elegir alimentos que vengan bien a su estado de salud-, hasta que desde finales de 2020 se convirtió en una herramienta de la ONG.

En concreto, desde la sede de Cáritas Diocesana del centro se han habilitado estos códigos para ayudar a unas 1.200 familias. A esto hay que añadir los códigos para comprar en supermercados colaboradores que gestionan unas 25 parroquias distribuidas de una punta a otra de la ciudad, con una media de 20 demandas por cada una, lo que supone otras 500 familias más.

Soledad Crespo atiende a un usuario de Cáritas Valerio Merino

Estos QR se otorgan una vez se analiza la situación personal de la familia. La cantidad aumenta o disminuye dependiendo de su situación.

No siempre es la misma cuantía para cada familia y también es importante para concederlos conocer una serie de factores como si se trata de una persona con alguna discapacidad que dificulte su inserción laboral; si es una persona mayor con una pensión no contributiva muy escasa... «Son elementos que tenemos en cuenta en Cáritas», recuerda la coordinadora de este programa.

El fin último de este QR que llega al beneficiario por correo electrónico o directamente a su móvil es que puede hacer la compra -con lo que no se desvincula de la economía- sin que haya ningún elemento diferenciador con cualquier otro cliente del supermercado que paga con su móvil o con una tarjeta de crédito.

El dinero que se traspasa a través del QR depende de las familias y se mueve entre los 200 ó 250 euros al mes para tres personas a los 300 ó 400 para cinco miembros de una misma familia.

Ayudas insuficientes

«Con esas cuantías no llega para cubrir toda la compra normal porque los recursos que tiene Cáritas, sobre todo de las administraciones, no son ilimitados y hay más solicitudes que prestaciones, pero hay que priorizar», cuentan desde Cáritas Diocesana.

Estas ayudas son «temporales», matiza Crespo. «El que llama a la puerta de Cáritas lo hace no sólo por comida, porque le intentamos dar una gestión integral de su problema e intentar ayudarle a reintroducirse en el mercado laboral o bien a reconducir su situación y solicitar una ayuda como el Ingreso Mínimo Vital o cualquier otra similar, o una invalidez en otros casos».

En la situación de Paco, a sus 55 años lleva esperando 17 meses la revisión de su dolencia por el tribunal médico de la Seguridad Social. Además, por su problema cardíaco tiene que tener una alimentación muy estricta que de esta forma, realizando él su propia compra, puede llevar adelante. En su bolsa de la compra no faltan las verduras frescas, el pescado congelado o la carne fresca que de otra forma sería muy difícil comprar.

«En casa, como en todas, hemos sufrido el incremento por ejemplo del recibo de la luz, y no tengo derecho al bono eléctrico porque vivo en un piso de alquiler y el recibo está a nombre de la dueña», cuenta este usuario de Cáritas. Ahora «intentamos utilizar la luz lo menos posible, y en plena ola de calor pues a lo mejor poner dos horas el aire acondicionado de 4 a 6 de la tarde, por ejemplo», cuenta.

Para Paco, este código QR le ha supone una gran ayuda, aunque ni su propia familia excepto sus hijos y su mujer saben qué necesidades tienen en esa casa. Desde Cáritas recuerdan que para estas familias el QR no cubre una necesidad básica, pero sí al menos les da un respiro al tener la garantía del alimento cubierta. Y eso da fuerzas para seguir adelante.

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