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Arqueología

En busca de la Córdoba original: los frutos de seis décadas de investigación

La aparición de un hueso de elefante pone de nuevo sobre el tapete uno de los enigmas de la historia de la ciudad

¿Pisaron los elefantes de Aníbal el suelo de Córdoba?

Recreación de la Córdoba romana. A la derecha, la Colina de los Quemados, en que pudo estar el primer asentamiento ABC

Félix Ruiz Cardador

Córdoba

Del mito especulativo del origen de Córdoba que fue frecuente entre los siglos XVI y la primera mitad del XX, y que hoy despierta una sonrisa, al relato científico sobre ese periodo distan apenas seis décadas, un lapso de tiempo breve si tiene en cuenta que la ciudad acumula más de dos milenios de historia.

El avance de la arqueología analítica ha sido la clave de esta evolución, que ha afectado principalmente a los periodos romano e islámico pero que poco a poco ha permitido entrever ese otro tema apasionante para toda urbe: su germen real, el misterio de sus primeros pobladores.

Por ser el periodo más remoto, se perfila como el más difícil de descifrar pero también como uno de los que más sorpresas puede deparar en las próximas décadas si la investigación persiste. Ejemplo de ello es el hallazgo de un hueso de elefante en un yacimiento próximo al Parque Cruz Conde que se ha conocido esta misma semana.

La pieza, que hoy se encuentra bajo la custodia de la Junta, es una especie de ventana por la que Córdoba observa los enigmas que rodean sus comienzos, que hoy sabemos con certeza arqueológica que van mucho más allá de la fundación por Claudio Marcelo.

El hallazgo del hueso lo explica el arqueólogo que se encargó de su datación, el profesor de la Universidad de Córdoba especializado en el Neolítico y en Zooarqueología Rafael M. Martínez. «Fue en realidad algo casual, porque yo acudí a la excavación invitado por mi compañero Agustín López Jiménez para estudiar un hacha pulimentada de piedra que había aparecido, pero al estar allí me dijo que le echase un vistazo al hueso a ver qué me parecía», explica.

Tras analizar el resto arqueológico y consultar con otros especialistas, concluyó que no podía ser de un bovino ni un fósil cetáceo, pues sería imposible que se conservase, por lo que lo razonable, por extraño que parezca, era pensar que se trataba del hueso carpal de un elefante, animal que se usó en la península en la Edad Antigua como elemento clave en ofensivas militares.

Hueso de elefante hallado en la Colina de los Quemados ABC

Por ahora, y a la espera de estudios más detallados, se sitúa el origen de este sorprendente vestigio entre los siglos IV y I antes de Cristo. A su alrededor se han encontrado 17 bolardos o proyectiles de uso militar, por lo que se no descarta que todo pudiese formar parte de un asedio a la primera Córdoba, que estaba situada según se sabe desde los años 60 y 70 en lo que hoy es el Parque Cruz Conde, lo que también se conoce como la Colina de los Quemados.

Gesta arqueológica

El hallazgo de la pieza demuestra que, a pesar de estas seis décadas de estudios, los conocimientos de la Córdoba prerromana son aún limitados y nuevas sorpresas pueden llegar en el futuro si las excavaciones en la zona prosiguen. «Estamos hablando de la protohistoria y ahí siempre es difícil llegar a conclusiones», explica Martínez.

El hallazgo también permite analizar lo que ha sido la gesta arqueológica de descubrir el núcleo original de Córdoba y en el que han participado durante seis décadas algunos de los mejores profesionales que ha tenido la ciudad y también foráneos.

Su trabajo ha permitido superar la etapa especulativa, en la que el origen de la urbe la situaron diversos personajes ilustrados en lugares como Medina Azahara -a la que se conoció como Córdoba la Vieja- o el actual colegio Santa Victoria. Fue un sacerdote, el jesuita Francisco Ruano Girón, el que sospechó en la segunda mitad del siglo XVIII que la Córdoba originaria no estaba sobre su trazado actual sino extramuros.

Si antes se pensaba que el origen estaba en Santa Victoria o en Medina Azahara, la arqueología la buscó extramuros

Los trabajos arqueológicos cumplen ahora justo 60 años y se deben en origen a dos arqueólogos de prestigio: el profesor de la Universidad de Oviedo Javier Fortea y el escritor cordobés Juan Bernier. Escribieron a inicios de los 60 un artículo conjunto sobre los niveles arqueológicos del Valle del Guadalquivir, que propició en 1964 una excavación en la zona bajo la coordinación de Rafael Castejón Martínez de Arizala.

Lo que demostraron entonces, gracias a los restos cerámicos aparecidos en las catas, es que allí hubo un asentamiento humano muy anterior a la fundación de la Córdoba romana. Los trabajos no han dejado de avanzar desde entonces con aportaciones, nunca continuadas pero siempre significativas. José María Luzón, Diego Ruiz Mata y Alejandro Marcos Pous trabajaron allí en la década siguiente.

De hecho, fue este último quien afirmó que de lo que estaban hablando era de un asentamiento urbano secular prerromano. Como decía Juan Bernier con orgullo, una demostración de que el origen de Córdoba como ciudad era anterior incluso al de Roma.

Los conocimientos sobre la Colina de los Quemados se ampliaron en los años 90 con los trabajos en los que tuvo un papel vital el actual arqueólogo municipal de Córdoba, Juan Murillo Redondo. Fue en esa etapa cuando se fijó que el origen de este asentamiento podía estar en el milenio III antes de Cristo, en el Calcolítico.

Infografía de cómo pudo ser la ciudad primitiva ABC

Posteriormente la ciudad, ya amurallada y con un notable entramado urbano de casas, evolucionaría bajo la influencia griega y fenicia y viviría su florecimiento con diversas civilizaciones como la tartésica o la turdetana hasta la definitiva invasión romana.

Otro de los descubrimientos singulares por la antigüedad de los restos materiales encontrados es que la Córdoba romana no vino a sustituir de golpe a la original, sino que ambos núcleos urbanos convivieron en el tiempo hasta el abandono definitivo de la Colina de los Quemados en el siglo I.

Hasta ese momento fue, según las investigaciones, una ciudad fortificada y con un urbanismo disperso, con un tipo de casa que evoluciona desde las cabañas circulares hasta las estructuras angulares que importaron los pueblos colonizadores. Una singularidad de estos estudios es que han arrojado escasa información funeraria, por lo que se cree que el rito pudo realizase por cremación en el río.

Se piensa que la Córdoba romana no vino a sustituir a la primera, sino que ambas convivieron hasta que se acabó trasladando en el siglo I

La llegada de los romanos supuso un largo proceso de transición, que se extendió durante siglos, ya que el núcleo originario no se abandonó hasta el siglo I. Se cree incluso que las elites de la sociedad previa se acabaron integrando en el nuevo sistema establecido por la Roma republicana.

El arranque del siglo XXI ha supuesto también nuevos trabajos sobre los orígenes de Córdoba y sobre otro tema muy interesante: los pobladores que vivieron en terrenos que hoy forman parte de la ciudad incluso antes de la formación del asentamiento del Parque Cruz Conde.

Reseñables son por ejemplo los trabajos realizados entre 2004 y 2006 por la arqueóloga Laura Aparicio en un solar de la avenida Menéndez Pidal y que permitieron descubrir varias estructuras de la Edad del Bronce. Allí se localizan dos posibles hornos de pan, un hogar, varios pavimentos y otros restos de relevancia unidos a una concentración de vertederos o basureros, por lo que los arqueólogos perfilaron dos posibles interpretaciones: que o bien estas estructuras se encontraban dentro del poblamiento nuclear de la Colonia de los Quemados «con algún tipo de estructura de habitación que aún no hemos podido precisar» o bien «en una zona periférica que se usara comunalmente en la elaboración de pan y otros alimentos y en el despiece de animales».

Pobladores dispersos

El propio Rafael M. Martínez ha participado en otras investigaciones alejadas de este enclave original, como son los restos de un poblado del siglo IV antes de Cristo que aparecieron por sorpresa en 2014 en las excavaciones que se hicieron durante la construcción de la actual Clínica Oftalmológica La Arruzafa.

Lo que se esperaba era encontrar allí eran restos islámicos, que también aparecieron, pero en los sustratos más profundos encontraron vestigios de siete estructuras, cuatro de ellas circulares, e incluso restos óseos de un adulto, un adolescente y dos niños en un deposito funerario múltiple. Todos vivieron entre los años 3300 y 3000 antes de Cristo.

Cerámica aparecida en 2018 en la avenida de Menéndez Pidal ABC

Más allá de estos datos, el descubrimiento, que se unía al que el propio Martínez estudió en la iglesia antigua de Alcolea, supuso una nueva vuelta de tuerca en el debate del origen de la ciudad. Según explicaba entonces el profesor, una paradoja en la que se puede decir «que la ciudad de Córdoba nació en la Colina de los Quemados, pero sabiendo al mismo tiempo que eso no es del todo verdad», pues la ciencia apunta a que previamente hubo pequeñas poblaciones dispersas que se situaban en las tierras de mayor aprovechamiento agrario.

Martínez escribió en las conclusiones de su estudio sobre el yacimiento que «nos encontramos de nuevo ante un testimonio de la ocupación de las tierras del actual entorno urbano de Córdoba anterior a la conocida para la Colina de los Quemados, lo que contradice la visión tradicional».

El conjunto de estas investigaciones demuestra que la vida humana en estas tierras que hoy conocemos como Córdoba hunden sus raíces en la Prehistoria. También que aunque hoy sabemos mucho más que lo que sabían los ilustrados de los siglos pretéritos, no es menos cierto que lo que tenemos ante nuestros es apenas la punta del iceberg. El hueso del elefante quizá sea un recordatorio de ese misterio que envuelve la existencia neblinosa de esos pobladores de nombre ignoto que aquí vivieron y murieron mucho antes de la romanización.

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