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Cultura

Los Fernández de Córdova, un apellido desde la Reconquista a las colonias agrícolas

Historia

Clemente Fernández de Córdova analiza la genealogía de la familia, que llegó en 1236 y dio a personajes cruciales como el Gran Capitán

El libro analiza especialmente a Ricardo Martel, IX Conde de Torres Cabrera, político e impulsor de una gran obra social durante el siglo XIX

Gloria y desventuras del 'otro' Gran Capitán en Córdoba

Ricardo Martel y Fernández de Córdova, IX Conde de Torres Cabrera, retratado como alcalde de la ciudad ABC
Luis Miranda

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Cualquiera con cierta edad sabe de carrerilla que detrás de Gonzalo Fernández de Córdova, que así se escribe, hay que decir El Gran Capitán, y los más curiosos hasta se han preguntado alguna vez por qué los que conservan su apellido en la ciudad lo escriben con V y no con B. En más de una ocasión ha tenido que escuchar Clemente Fernández de Córdova, arquitecto y miembro de esta ilustre dinastía, por qué lo escribe con V.

A hablar de toda su dinastía y de un linaje que se remonta a los tiempos de Carlomagno, pero también a reclamar la figura de uno de los más ilustres y desconocidos, Ricardo Martel, Conde de Torres Cabrera, ha dedicado 'Orígenes de los Fernández de Córdova', un libro que acaba de publicar Almuzara.

Y empieza aclarando algo: «No existe en el apellido Córdoba y Córdova, es único, y es el mismo de siempre, porque es la forma en que se escribía el nombre de la ciudad entonces». Sólo en los últimos años algunos descendientes lo han adaptado a la grafía actual.

Escudos de las cuatro líneas de la familia Fernández de Córdova ABC

Y todos vienen de un antecedente remoto, del siglo VIII: Desiderio, rey de los Lombardos, que perdió la corona a manos de Carlomagno en la Batalla de Pavía. «Eso son como más de veinte generaciones por encima del primer Fernández de Córdova que tiene este nombre», explica.

La historia del apellido, aunque la de la familia sea posterior, comienza cuando viene en 1236 a la conquista de Córdoba junto con Nuño Fernández de Temes y Chantada. Su nieto es el primero que se cambia el apellido y también el escudo de la familia: de las trabas habían pasado a tres barras azules en fondo de oro y cuando pasaron al nombre de Fernández de Córdova lo cambiaron a tres barras rojas, según queda en muchos lugares.

Los Fernández de Córdova actuales vienen del Conde de Cabra, que capturó al rey Boabdil en la batalla de Lucena

La familia tuvo cuatro ramas, las únicas, insiste el autor, y se fundamentan en mayorazgos, que es el patrimonio que se deja al primogénito de la familia para que no se fragmente. El libro contiene un amplio árbol genealógico desde los orígenes hasta el siglo XXI y allí se da cuenta de todos los descendientes y matrimonios en la familia se ha ramificado.

El nieto de Don Nuño, Alfonso, crea mayorazgos en su segundogénito, que crea la rama de Alcaudete, luego conde de Montemayor. Y quien tiene este título crea otro. «Son cuatro y no hay más», aunque al día de hoy sólo queda una, porque las demás se extinguieron.

Palacio de los Torres Cabrera Valerio Merino

De ahí hasta Catalina Fernández de Córdova, que antes de casarse con Lorenzo Suárez de Figueroa puso como condición que sus hijos llevasen su apellido primero. La única línea que conserva lo que se llama la varonía es la que viene del conde de Cabra que tomó preso a Boabdil, último rey nazarí de Granada, en la batalla de Lucena.

Clemente Fernández de Córdova está en la generación número 25. ¿Y descienden todos del Gran Capitán? Don Gonzalo era la generación décima de la rama primera y de su segundo matrimonio tuvo tres hijas y sólo se casó Elvira, con lo que no hay descendencia directa por línea de varón.

El IX Conde de Torres Cabrera

El libro se dedica en gran parte a un personaje que piensa fundamental: Ricardo Martel y Fernández de Córdova, bisabuelo del autor, que vivió entre 1832 y 1917 y desarrolló una gran labor social mediante colonias para agricultores. En él se unieron dos grandes familias: los condes de Torres Cabrera y los Fernández de Córdova, porque era hijo de una de las descendientes de la familia, Concepción.

El IX Conde de Torres Cabrera, vestido como maestrante de Caballería ABC

Fue alcalde en dos ocasiones, gobernador civil, senador, diputado y estuvo al frente del Partido Conservador, hasta el punto de que Cánovas del Castillo llegó a dormir en su casa, en el Palacio de los Torres Cabrera, porque ellos lo construyeron aunque en el siglo XX lo compró la familia Cruz Conde. Sobre todo era un hombre comprometido con lo que el autor llama «socialismo cristiano y que llevó hasta sus últimas consecuencias».

Lo que en sus antepasados fueron grandes batallas y gestas bélicas en él se encarnó en ayuda a los desfavorecidos, nada ajena a la historia de la familia. Clemente Fernández de Córdova explica cómo creó tres colonias agrícolas con un criterio muy claro: donde la carretera se acerca al ferrocarril.

Hizo una en los Llanos del Conde en Obejo y otra en la torre de Don Arias, lo que se sigue conociendo como Torres Cabrera, en la carretera de Granada, y la de Alcolea. «Las dos primeras no prosperaron mucho, porque sufría continuas zancadillas de la Administración central», como cuenta en el libro.

Familias en la colonia Santa Isabel ABC

Unió dos fincas suyas con otras dos que compró al Estado y otra que alquiló. «Cortó el Guadalquivir con una presa, creó una bombas grandes para subir el agua veinte metros y compró todo el estiércol de las caballerizas de los cuarteles de Córdoba. Lo convirtió en un vergel con su dinero», dice.

Trajo a mucha gente de Puente Genil «sin oficio ni beneficio», necesitada, y a cada familia le dio nueve hectáreas de secano y una de regadío. En la colonia Santa Isabel llegó a haber hasta 500 familias, aunque su éxito no repercutió del todo en su promotor. Le debían pagar una renta al recoger la cosecha, para compensar en algo su inversión, pero tuvo que perdonarla muchas veces porque le decían que apenas habían podido recoger, aunque no siempre fuera verdad.

La colonia Santa Isabel en Alcolea, que llegó a tener 500 familias, fue un empeño de Ricardo Martel con gran impacto

En 1873 la I República Española sacó una orden sobre las colonias y fomentó el cultivo de la remolacha. La Colonia de Santa Isabel fue el primer lugar de España en que se obtuvo azúcar de este cultivo. En la colonia tenían materiales para hacerse una casita y economatos con su propia moneda en que compraban a precio de coste.

Las sucesivas leyes ahogaron con impuestos y otras medidas a las colonias y también fue el fin de la de Santa Isabel, pero su huella quedó en el urbanismo de Alcolea y en su crecimiento. Murió en 1917 y hoy la ciudad le recuerda con la calle Conde de Torres Cabrera.

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