Música
Javier Perianes: «Aunque se intente objetivar, algo de uno va en el proceso de interpretación»
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El músico Javier Perianes (Nerva, Huelva, 1978) es uno de los pianistas españoles más importantes, con un repertorio que va de Beethoven a Bartok y de Schubert a la música española, la misma que este sábado interpreta desde las 19.00 horas en la Mezquita-Catedral para cerrar el XXI Festival Rafael Orozco.
-Llega al Festival Rafael Orozco con un programa de piano de sabor andaluz y español.
-Bueno, en la primera parte, sí. Pero andaluz sólo tenemos un representante, que es Falla. Granados y Albéniz ya son catalanes, aunque evidentemente compositores españoles internacionales y de gran prestigio. El programa se divide en dos partes: en la primera es protagonista la ciudad de Granada y lo que Granada fue para los compositores españoles como el propio Falla, que además vivió allí, como para Albéniz, que se inspira en el Albaicín. También para Debussy, que jamás puso un pie en España, pero tiene ecos de guitarra y escribió 'La soirée dans Granade'. Se dan la mano los elementos comunes y transfronterizos que hubo entre Francia y España a principios del siglo XX. En la segunda parte cambiamos radicalmente, con una de las grandes cumbres del repertorio español, como son las 'Goyescas' de Granados, en que hace una evocación del Madrid de San Isidro y de las majas.
-¿Por qué se lo dedica a Alicia de Larrocha?
-Este año hubiera cumplido la gran Alicia de Larocha cien años, pero es el Festival Rafael Orozco el que le dedica el concierto a la memoria de Alicia de Larrocha. Alicia y Orozco se profesaron cariño, respeto y admiración mutua y que un festival de un grande haga un homenaje a otra de las grandes no deja de ser una cosa absolutamente maravillosa. Alicia tocaba de todo, pero el repertorio, con las 'Goyescas', está muy cercano a ella.
-En la llamada música clásica ha primado siempre el repertorio centroeuropeo, aunque se escuche de todo. ¿Cómo se recibe este repertorio español cuando usted lo hace fuera?
-Con muchísimo cariño, con mucha curiosidad y en muchos casos con mucha sorpresa. Por mi lado, porque mucha más gente de la que uno puede imaginar está familiarizada con el repertorio español precisamente porque Rafael Orozco o Alicia de Larrocha han sido embajadores ideales de nuestra música. En el caso de aquellos que no han tenido la fortuna de estar más cercanos a la música española, con fascinación, porque estoy convencido de que son obras capitales que se tocan a lo mejor menos porque se tiene el concepto erróneo de que para acercarse a esta música uno tiene que ser español. Como si para tocar a Beethoven uno tuviese que ser alemán o para a Bartok uno tuviera que ser húngaro. Hay un componente de que nuestra música no vale tanto por el folklore, cuando en Beethoven o en Bartok está la música popular de sus países.
-Cuando usted se sienta al piano se dice que interpreta, y eso es leer o traducir lo que el compositor escribe. ¿Qué puede aportar el músico?
-Con el proceso, por decirlo de una manera muy fría, uno aprende durante unos años las cuestiones sobre estilo, sobre manera de interpretar una obra, que puede estar basada en información que tenemos mayor o menor relevante, más o menos cercana, de cómo el compositor o los intérpretes de la época veían esa obra. El objetivo final de un intérprete no deja de ser traducir una obra de la manera más honesta, más fidedigna posible. En ese proceso de traducción es inevitable que algo de uno impregne lo que sale, porque si no seríamos autómatas y máquinas y no habría ninguna diferencia entre una versión y otra. Ahí radica la magia de la diferencia: como dicen los flamencos, en ese 'no sé qué. Cuando la música pasa por dentro de uno, por mucho que uno intente objetivarlo lo máximo posible o intervenir lo menos posible, algo de uno va en el proceso de interpretación. Ahí queda la marca o se impregna un poco el sello que cada intérprete puede tener sobre una obra en concreto.
«Pasa el tiempo y no se recuerda del todo la dimensión real que tuvo ese titán del piano que fue y siempre será Rafael Orozco»
-¿Y usted reconoce su propio sello?
-Yo a mí mismo me tengo muy visto, no me paro a observar si tengo un sello. Intento interpretar de la manera más honesta, entregada, apasionada y honrada posible y los juicios de valor, de si la interpretación está más cerca del corazón de una persona que de otra, ya lo tiene uno que dejar en manos del público, que es un cómplice fundamental del intérprete.
-¿Y varía de una tarde a otra?
-Desde luego que sí. Hay muchas variables, desde el propio estado de ánimo hasta la sensación, el piano y la acústica. Si me hiciera esta entrevista mañana sería distinta, porque se le ocurrirían otras preguntas. La visión no cambia radicalmente, pero sí evoluciona por uno mismo. Una obra la puedo tocar dos veces seguidas y ya no es lo mismo. No debe ser lo mismo, Dios nos libre.
-En Córdoba Rafael Orozco todavía es un orgullo por haber sido un pianista de primer nivel en todo el mundo. ¿Cómo lo ven fuera?
-Lo veo igual, pero sin el todavía. Para mí es un referente ineludible, uno de los grandes, pero cuando algún colega dice que fue uno de los grandes pianistas españoles digo siempre que fue uno de los grandes pianistas del mundo. Rafael Orozco vivió en una época en que compartió cartel con los más grandes, y cuando digo que compartió cartel es que formaba parte de ese elenco. En la biografía que escribió Juan Miguel Moreno Calderón está clarísimo que encontramos a un pianista que estuvo tocando con las mejores orquestas y mejores directores del mundo. Con la Filarmónica de Berlín, con Karajan, colaboró con Barenboim. Hablamos de uno de los grandes trabajando con sus iguales, los grandes. Pero pasa el tiempo, pasan muchos años de su muerte y parece que en nuestra sociedad, que tiene la tendencia a tener lo más reciente como lo mejor y a olvidarse del pasado, no se recuerda del todo de la dimensión real que tuvo este titán del piano que fue y siempre será Rafael Orozco.
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