Arqueología
El poder del califa de Córdoba dibujado en cerámica
Reportaje
Aparece en Guadalajara un ataifor con los símbolos del poder del gobernante musulmán a mediados del siglo X o comienzos del XI
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Igual que la fotografía del Rey en el salón de plenos de un Ayuntamiento simboliza los poderes del Estado al que representan los que, elegidos por los ciudadanos, se sientan allí, los califas de Córdoba se servían de una serie de objetos, llenos de elementos simbólicos, en los que se plasmaba la delegación de una parte de su poder.
El objeto que apareció hace diez años en una excavación en Guadalajara, y que se acaba de exponer y documentar tras un tiempo de restauración, muestra precisamente la autoridad que delegaba el califa en alguien de su administración, pero también resume el programa político y religioso del gobernante.
Miguel Ángel Cuadrado, técnico del Museo de Guadalajara y uno de los autores del libro con el que se ha dado a conocer el hallazgo y su relevancia, explica que se trata de un ataifor, es decir, un plato de gran tamaño que, si se prescindiera de la decoración y los elementos simbólicos, se utilizaría para depositar alimentos y que los comensales se sirvieran de allí.
No es el caso, porque era la muestra de un poder delegado. La imagen está presidida por la figura de un hombre, que es el califa. No un califa concreto, sino el gobernante de ese título. Se ha fechado entre la segunda mitad del siglo X y los primeros años del XI, así que podría corresponder a Abderramán III, el primero que se proclama califa, o a su hijo, Alhakén II. Miguel Ángel Cuadrado insiste en que no es un retrato de ninguno como tal.
En la iconografía se unen el poder político y el religioso, propios del califa, que aparece montado sobre un camello. «Según el Islam, es el animal que conduce a los creyentes hasta las puertas del paraíso», explica. En la mano derecha, extendida, se posa un ave, que es también el símbolo de los fieles musulmanes, mientras que en la izquierda lleva la llamada 'copa de los mundos', que, explica el investigador, «alude al poder de vida y muerte sobre sus súbditos».
El califa se muestra bajo palio, un signo del poder real que se mantuvo también en la cultura cristiana en los siglos posteriores, y aparecen dos jarras que se han interpretado gracias a una pieza aparecida en Portugal. Representan a Oriente, el lugar de donde vienen los omeyas, y Occidente, que es hacia donde han llevado su imperio. «Es una forma de afirmarse frente a los abasíes, que habían desalojado a los omeyas del poder en Damasco, y a los fatimíes, a los que consideraban herejes», cuenta Miguel Ángel Cuadrado.
Propaganda política
El ataifor sería así un objeto de propaganda política del poder omeya frente a los demás, como de alguna forma funcionó la construcción de la Mezquita Aljama. Es decir, «tiene un mensaje hacia dentro, hacia sus súbditos, para saber quién es el príncipe de los creyentes, y hacia fuera». Por eso están seguros los investigadores de que es de la época de Abderramán III o Alhakén II: con la llegada de Almanzor esta concepción del poder cambia.
Del ataifor, en cerámica en verde y manganeso, característica de Al Ándalus, se conserva un 70 por ciento. La Escuela Superior de Restauración y Conservación de Madrid ha realizado la restitución volumétrica que permite que se exhiba completo.
La pregunta que todavía no se puede responder es a quién pertenecía el objeto. ¿Era de alguien importante? «Al menos la llevó hasta aquel lugar alguien importante», dice Miguel Ángel Cuadrado.
Posible origen
El estudio arqueométrico que ha hecho Alberto Dorado Arejos en la Universidad de Granada concluye que probablemente el ataifor venga de Valencia, entonces una de las ciudades más pobladas de Al Ándalus. «Podría ser que en algún momento alguien con cierto poder político, que tuviera este símbolo de autoridad delegada, se trasladara con sus piezas», avanza.
Guadalajara no era una ciudad tan importante y además lo lógico sería que hubiese aparecido en el Alcázar, que se debio de construir en época andalusí, hacia el siglo IX. Apareció en una casa antigua, en la única zona que no tuvo reformas ni en el siglo XVII ni en el XIX, como el resto, pero es una zona en la que los historiadores no pensaban hasta ahora que hubiera mucho interés social o económico.
Tras la exposición temporal que ha servido para dar a conocer la pieza en los últimos tiemps, ahora quedará expuesta en el Museo de Guadalajara de forma permanente.
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