La Virgen de los Dolores, musa para Julio Romero de Torres

Hay musas y musas. De Julio Romero de Torres, el insigne pintor cordobés, se sabe que trató el tema de la religión en sus cuadros desde una visión muy personal. Nuestra Señora de los Dolores Coronada fue la imagen a la que el artista dedicó sus plegarias y, a cambio, éste la recogió en dos de sus pinturas. La musa, la inspiración, llegó de la mano de la Virgen de los Dolores.

Una de las características que marcaron la obra de Julio Romero de Torres fue la capacidad que tuvo de reflejar en sus lienzos la sociedad en la que vivió. La Córdoba que cambiaba de siglo y entraba en el XX muy apegada a sus tradiciones. Y entre ellas estaba la pasión por la Semana Santa y el culto a la Virgen de los Dolores, a la que representó varias veces.

El primer cuadro es el de La Saeta, óleo en el que Romero de Torres plasma su visión de la Semana Santa. En él no sólo aparece la Señora de Córdoba si no que también está pintado el Santísimo Cristo de Gracia «El Esparraguero». Un conjunto en el que una mujer reza en el centro de la imagen y al fondo los dos pasos son venerados en la calle por una multitud.

La Consagración de la Copla es una pieza que deja entrever aún más el cariño que el pintor pudo sentir hacia la imagen de San Jacinto. La plasma al fondo del cuadro, en el margen izquierdo y rodeada de fieles. Y la pintura muestra un paso que no tenía la Virgen. El artista cordobés la recoge con su pincel tal y como él la hubiera imaginado: sin candelería y con peana.

Cuando Julio Romero de Torres muere, la misa por su funeral se celebra en la iglesia de San Jacinto. Allí, la Virgen de los Dolores despidió al pintor y acogió al hombre.