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Conmemoración

Adolfo Castiñeyra, un arquitecto modernista en la Córdoba de entresiglos

Se cumplen 100 años de la muerte de un creador cordobés que alumbró edificios como el Colegio de Arquitectos o el IES Maimónides

El Colegio de Arquitectos de Córdoba ABC

Félix Ruiz Cardador

El modernismo , movimiento artístico de finales del XIX e inicios del XX, tuvo en Córdoba escasos cultivadores, tanto en las letras como en el resto de las artes. Fue una especie de fiebre pasajera que en general duró poco en España y que habría de quedar sepultada bajo las corrientes de un siglo XX de ambición innovadora y poco dado a romanticismos y melancolías. Aun así, dejó en las letras cordobesas los poemas del pontanés Miguel Reina y algunas obras de Julio Romero de Torres y de Mateo Inurria . En cuanto a lo arquitectónico, la figura más destacada fue sin duda la de Adolfo Castiñeyra Boloix , un «raro» que dejó en la ciudad y en diversos puntos de la provincia muestras de su amor por la fantasía modernista, al igual que Antoni Gaudí, salvando las distancias evidentes, lo hacía en esa misma época en Barcelona.

Un siglo se cumple ahora de la muerte de este creador, cuyo estilo inconfundible aún disfrutan hoy los cordobeses que pasan por la calle Alfonso XIII y fijan su vista en el inconfundible edificio del IES Maimónides . También los que acuden a tomarse una copa a Atrio, la terraza que hay en el patio de la sede del fastuoso Colegio de Arquitectos, que también es obra inconfundible de este autor, al que el arquitecto e historiador Francisco Daroca califica como «el moderno de la época», un hombre que trajo a Córdoba los aires del Art Nouveau que por entonces causaban furor en Europa. «Su obra se adscribe de primeras al eclecticismo propio de entresiglos, que funde estilos diversos del pasado, pero en la primera década del XX apuesta por el modernismo, por una ornamentación vegetal muy rica y por darle mayor protagonismo a elementos como el hierro o el vidrio», explica Daroca.

Adolfo Castiñeyra ABC

Adolfo Castiñeyra Boloix , al que ya en 1985 le dedicó una exposición en homenaje la Diputación Provincial , había nacido en Córdoba en 1856, aunque su familia tenía orígenes gallegos y catalanes. Era hijo de un maestro de obras radicado en Palma del Río, Mariano Castiñeyra , lo que significa que su vocación la vivió de cerca desde la niñez. De su infancia y juventud no hay muchos datos, pero se sabe que se marchó a estudiar a Madrid. Allí acabó Arquitectura pasada ya la treintena y allí se casó con la que sería la madre de sus cuatro hijos, la puertorriqueña María del Carmen Alfonzo. En la capital española dio además sus primeros pasos profesionales, ya que ejerció como arquitecto ayudante tanto en las obras que se acometieron en la Biblioteca Nacional como en los Museos Nacionales.

El regreso a Córdoba

Su regreso a su ciudad natal se cifra en 1891, cuando consigue plaza como arquitecto de segunda del Ayuntamiento de Córdoba . Trabajó allí y aprendió bajo las órdenes de Pedro Alonso Gutiérrez, uno de los maestros de la arquitectura cordobesa en ese periodo. Participó Castiñeyra en el proyecto urbanístico de la ampliación de Gran Capitán y ejerció la docencia en la Escuela de Artes y Oficios. Todo eso antes de hacerse con la plaza, apenas dos años más tarde, de arquitecto titular de la Diputación, un puesto que ocupó hasta el final de su carrera y que le permitió participar en muchas obras funcionales que hoy llevan su sello en la provincia, especialmente en el Norte de Córdoba , como la antigua cárcel y hoy Palacio de Justicia de Pozoblanco o el cementerio de la localidad vallesana de Añora . Por último, y para completar la trinidad de posibles patrocinadores arquitectónicos que había en ese momento, también trabajó Castiñeyra para la Diócesis como arquitecto del Obispado, lo que le permitió participar en las reformas de la iglesia de San Pablo de la capital, de San Mateo de Lucena o de la Iglesia de Santa Bárbara de Peñarroya-Pueblonuevo.

Las obras maestras de Castiñeyra no son sin embargo ésas, sino dos proyectos capitalinos de producción completamente propia. Uno de ellos es la sede del actual IES Maimónides , de 1907 y que no se construyó con ese uso sino como sede de la Diputación, aunque finalmente nunca se trasladó allí dicha administración. El inmueble, alzado sobre el solar que había dejado la demolición de la antigua casa palacio de los Duques de Almodóvar, sede en el XIX del Gobierno Civil , se conoció durante años como la Casa de los Girasoles , ya que es este motivo vegetal el que domina en la profusa decoración del inmueble, de carácter barroquizante. Su interior ha sido reformado en diferentes ocasiones, pero lo que queda es la rotundidad de su fachada, en la que se funde, según explica Daroca, la solemnidad de un edificio pensado para un organismo oficial con la fantasía decorativa y ornamental que era tan del gusto de Castiñeyra. Un elemento destacado de este edificio, cuyas obras concluyeron en 1909, es su macizo balcón frontal.

Fachada del IES Maimónides ABC

Fastuosa también, y en verdad mejor acabada que el Maimónides, es la actual sede del Colegio de Arquitectos , que no diseñó con ese cometido sino como residencia del magistrado Teófilo Álvarez Cid en 1906. Destaca en este edificio su exquisita decoración exterior, la balconada superior, los ventanales a base de arcos, relieves con guirnaldas, y el contraste del blanco de estos elementos con el rosado tono de los sillares del muro. También los frescos interiores que aún se conservan y la disposición del patio con su verja de hierro, que desde hace una década alberga los veladores de la cafetería Atrio. Francisco Daroca explica de este edificio que es el único que ha quedado de lo que en la época se proyectó para esta zona. «El edificio está muy bien acabado y para Córdoba es una fortuna que se conserve gracias a que el Colegio de Arquitectos lo compró cuando corría el riesgo de ser demolido», explica Daroca, que también destaca otros edificios del autor como el que aún se puede ver en el número 4 de la calle Claudio Marcelo.

La obra modernista de Castiñeyra no queda sin embargo en la capital, pues hay otros edificios en el Norte cordobés que se le atribuyen y que son de lo mejor que tienen de ese periodo los municipios de Fuente Obejuna y Pozoblanco. En el primero de los casos, la Casa Cardona, construida también en la primera década del siglo XX para el hacendado Pedro Celestino Romero del Santo y que está declarada Bien de Interés Cultural desde el año 2004. En cuanto a Pozoblanco, el legado de Castiñeyra, más a allá del edificio original de la prisión provincial antes señalado, se extiende a la sede del Banco Central Hispano Americano , el principal edificio modernista de la comarca de Los Pedroches, y el Colegio de Santa Ana, un proyecto no realizado pero cuyos planos originales se conservan con su particulares balcones y su sello modernista.

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