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ARTE

Antonio Povedano, elogio del inconformista

Una década se cumple de la muerte de uno de los grandes artistas cordobeses del siglo XX, pintor siempre en búsqueda de nuevos caminos

El artista Antonio Povedano RAFAEL CARMONA

Félix Ruiz Cardador

Antonio Povedano, ya octogenario, paseaba a inicios de este siglo su fenomenal planta de artistazo grande y genial por la calles de la alegre y bullanguera Córdoba precrisis. Hombre elegante, vestía a menudo chaquetas cruzadas con estilo «british» y lucía una cabeza imperial y estatuaria, ideal para que le cogiese la gubia de un Mateo Inurria y la inmortalizase en alguna de esas plazas en las que las fuentes arrullan dormilonas a los cordobeses insignes. Hasta el final de sus días anduvo Povedano en la brecha, soñando con esa obra que aún le quedaba por hacer aunque el oído le fallase a la goyesca y los achaques propios de la edad fuesen haciendo mella. Inconforme de catálogo, de esos que vienen a la vida más a buscar que a encontrar, nunca se sintió del todo satisfecho con esa creatividad riquísima y arrolladora tan suya que terminó hoy hace justamente diez años. Un 7 de septiembre de 2008 en el que su corazón se detuvo en el Hospital de la Cruz Roja dejando al arte cordobés sin uno de sus artistas más fecundos, temperamentales e irrepetibles. En la iglesia del Beato Álvaro de Córdoba se ofició un funeral por el que se dejaron ver muchos de los creadores que a lo largo de su vida recibieron de él provechoso magisterio.

Natural de Alcaudete

Povedano, el pintor de la luz como le llamaban, era cordobés como pocos, pero lo curioso es que no había nacido en Córdoba sino en Alcaudete, un municipio de Jaén que hoy lo recuerda como hijo ilustre con una calle. Su madre había decidido acudir allí en 1918 para dar a luz junto a la abuela, aunque al poco tiempo, ya recuperada, decidió regresar a la aldeita del Cañuelo, por tierras de Priego de Córdoba, donde vivía con su marido. Infancia rural y con estrecheces fue por tanto la de Povedano, que luego tendría su influencia en esos paisajes del campo andaluz y español que él supo captar como muy pocos. Infancia también creativa pues, según testimonio del artista, desde muy niño anduvo ya dedicado al dibujo en sus ratos libres en un anticipo claro de una vocación marcada a fuego. Y niñez por último dura y laboriosa, pues Povedano se recordaba a sí mismo desde muy pequeñuelo cuidando pavos y realizando cuantas labores de campo le permitiesen llevar unas pesetas a casa.

Povedano, en su estudio RAFAEL CARMONA

Salir de ese mundo rural y empobrecido no resultaba fácil, y mucho menos para un joven que tenía muy claro que su idea era ser artista, idea loca en ese tiempo y casi que en todos. En tal contexto, Povedano optó por competir en los años 40 en pos de la becas que por entonces ofrecía a los creadores la Diputación Provincial y ese fue su salvoconducto para abandonar la grisura de los campos de la postguerra y poder dedicarse de lleno a la creación en un entorno urbano. Ya octogenario, recordaba el artista con orgullo aquellos años de juventud en los que estaba clara su determinación no ya de ganarse la vida con la pintura sino de «vivir para la pintura», según confesó en estas mismas páginas pocos meses antes de su muerte. «Yo estaba convencido de que el oficio había que ganarlo trabajando, no por tener mucho talento. La mano había que educarla: la cabeza, el brazo, el codo. Eso lo tuve en mente siempre», recordaba.

La formación del pintor se completó así gracias a las becas y en centros educativos como la Escuela de Arte y Oficios de Córdoba o la Escuela de Arte Santa Isabel de Hungría de Sevilla. Llegaron luego los primeros y más prosaicos encargos, centrados principalmente en el canónico retrato, y acto seguido un alejamiento de esa labor vicaria para encaminarse a un arte propio que anduvo entre el postimpresionismo, el constructivismo y el cubismo hasta dar con otro estilo de personalísimo sabor, más cercano al expresionismo abstracto y más temperamental que calculado. Fundamental, por lo que supuso de espaldarazo definitivo a un creador que en realidad comenzó a exponer de forma tardía, fue su presencia en la XXIX Bienal de Venecia (1958) junto a el grupo El Paso y a artistas de la talla de Antoni Tapies. Povedano pudo ser así protagonista de una generación de pintores que trataban de abrirse paso en años de cerrazón y que supieron mantener viva la herencia del periodo de entreguerras mientras trataban de informarse de lo que pasaba más allá de las fronteras españolas. En Madrid vivió nuestro artista algunos de esos años de juventud.

La madurez de Povedano, ya de vuelta a su tierra, fue muy cordobesa y buscó estilos y formas de expresión

La madurez de Povedano, ya de vuelta a su tierra, fue sin embargo muy cordobesa y estuvo marcada por la búsqueda constante entre unos estilos y unas y otras formas de expresión. Al lienzo original se sumaron luego los frescos y las vidrieras, en las que se convirtió en un absoluto maestro en colaboración con grandes arquitectos de la época como Rafael de La-Hoz Arderius o Gerardo Olivares. Y en cuanto a la temática se alternaron los retratos con sus fenomenales y variados paisajes, a los que habría que añadir sus muchos e innovadores trabajos sobre la tauromaquia y el arte flamenco, que supusieron sin duda un notable avance en cuanto a la representación pictórica de estas actividades artísticas.

Una actividad incesante —a la que unía su extenuante labor docente y divulgadora—— en la que lo conseguido nunca era definitivo. Todo imperfecto porque Povedano, como buen inconformista, se mostró plenamente consciente incluso en la vejez de que siempre habría nuevos espacios por conquistar y de que nada era definitivo. Una filosofía creadora singular que propició una obra ingente con numerosos ríos y meandros y que a finales de este mes, tras una última década en la que lo habitual ha sido el silencioso olvido, será protagonista de una exposición en la Sala Vimcorsa y en la Fundación Botín en septiembre. Quizá sea ese el momento, bajo la celebración de la primera década de su muerte, para que que regrese su recuerdo.

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