A bordo de un coche de Uber en Córdoba: baile en los precios fijados de antemano y al Hospital por la autovía

Rafael A. Aguilar

03/10/2018
Actualizado 04/10/2018 a las 16:50h.

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UBER, la aplicación de transporte para dispositivos móviles que trae de cabeza a los taxistas, comenzó este miércoles a funcionar en Córdoba, aunque a bastante menos que a medio gas: de los veinte coches de los que se compone por el momento la flota del servicio solo tres estuvieron operativos durante la mañana y otros tantos a lo largo de la tarde. ABC realizó un trayecto con uno de sus conductores. Lo primero que llama la atención es la facilidad para bajarse el programa para el teléfono: tan sencillo e intuitivo como el de Amazon, por ejemplo.

Bastan tres o cuatro clics: el primero para introducir el teléfono del usuario y su correo electrónico y los siguientes para aceptar los términos y condiciones de la prestación así como comunicarle a la plataforma el número de tarjeta de crédito del titular de la cuenta. De modo que en menos de un minuto desde el inicio de la operación el cliente tiene en su pantalla la ubicación de los vehículos disponibles en ese momento. En cuanto escribe en una pestaña su lugar de destino aparece al menos una oferta: en este caso la de un Fiat Tipo conducido por Diego, tal y como informa al instante la aplicación, que se encuentra a siete minutos del punto de recogida del usuario, junto a la plaza de Las Tendillas, y que se dirige al Hospital Reina Sofía. El precio de la carrera es de 7,88 euros, detalla el móvil; junto a este importe aparece, en un tipo de letra muy pequeño, una «i». Con un clic el servicio está contratado. Es poco más de mediodía.

«Diego está en camino», explica el dispositivo. El solicitante del coche está informado al segundo de dónde se encuentra el turismo que viene en su búsqueda, si bien el tiempo resulta elástico: el profesional no aparece hasta casi al cuarto de hora desde que es solicitado, y además se producen bailes del periodo estimado de llegada, porque una vez dice el sistema que le quedan tres minutos y al poco que le restan cinco.

Llega Diego, educado, cortés en grado sumo, con traje de chaqueta y corbata y camisa lisas según la norma de la empresa, que solo permite que sus trabajadores se quiten la prenda de abrigo superior si se sienten incómodos. El turismo, espacioso, huele a nuevo, como si acabara de salir del concesionario. «Hola, Rafa. ¿Cómo llevas el día?», le comenta a su pasajero, cuyo nombre conoce desde que confirmó la carrera. « ¿Estás cómodo? ¿Quieres que te ponga el aire acondicionado? ¿Qué tal la música?», pregunta. El conductor es un hombre de unos treinta años, licenciado superior en paro desde hace muchos meses, y que va al mando de un vehículo propiedad de Uber. Con experiencia cero en el sector hasta la fecha, ha recibido un curso de formación de tres días entre Sevilla y Córdoba antes de incorporarse a la plantilla de la multinacional. Su salario bruto es de 1.100 euros mensuales más unos incentivos según productividad. Descansa dos días a la semana, nunca los sábados y los domingos. Los turnos de trabajo son como mínimo de ocho horas por jornada.

Quien esté familiarizado con el trayecto entre el centro de la ciudad y el Reina Sofía en taxi se sorprenderá del itinerario que siguió el chófer de Uber, y que está condicionado por dos factores: la imposibilidad de transitar, como sí pueden hacer los taxistas, por las zonas de tráfico restringidas a vecinos (Acire); y la norma de la empresa de seguir la ruta que marca Google Maps, y de la que el cliente es informado cuando contrata el servicio. De modo que cuando Diego alcanza la Cruz del Rastro no tuerce a la derecha hacia l a Ronda de Isasa y la avenida del Alcázar, sino que sigue hacia el Puente del Miraflores para dirigirse después hacia el del Arenal y desde allí enlazar con la circunvalación de la autovía y, más adelante, tomar la salida que va hacia Poniente y el complejo sanitario público. La sensación del viajero al despedirse del conductor, y fundada en su familiaridad con la ruta, es que el tiempo que ha tardado en llegar al Hospital es notablemente superior al que hubiera empleado en un taxi al uso.

Pasan unos minutos y en el correo electrónico hay una sorpresa: un mensaje de Uber informa de que el cargo en la tarjeta de crédito no es 7,88 euros, que era el precio que aparecía fijado al demandar el coche, sino de 11,21 euros. La aplicación detalla lo siguiente en un archivo adjunto a la factura: «Al principio de un viaje, Uber puede cargar mediante tu forma de pago una retención de autorización temporal equivalente a la estimación del precio del viaje. Aparecerá como cargo ‘pendiente’ en el extracto de tu cuenta. Cuando el viaje finalice, la retención de autorización se transformará en un cargo correspondiente al precio final del viaje». Quizás la «i» diminuta junto a los 7,88 iniciales, y en las que cliente apenas había reparado, explique esta situación.

El usuario opta por coger un taxi convencional para regresar a la plaza de las Tendillas: en la misma franja horaria que cuando tomó un Uber abona 7,20 euros por el mismo recorrido pero en sentido inverso. Precisión: el itinerario es diferente, porque el taxista no se mete en la autovía, sino que transita por las arterias del centro.

Justo en el día en el que entró en funcionamiento Uber, la alcaldesa, Isabel Ambrosio, recibió al presidente de la asociación mayoritaria del taxi en Córdoba, Miguel Ruano. La regidora, según este señaló este último, «expresó su respaldo al servicio público del taxi y se comprometió a estrechar la vigilancia en el cumplimiento de la Ley en materia de transportes urbanos».

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