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CAZAR EN CÓRDOBA

Los cartuchos de la última temporada de caza se apagan en Córdoba

La campaña de cacería que se cierra lo hace con altibajos. Mal, o muy mal en la caza menor; y algo mejor la mayor, aunque sin lanzar las campanas al vuelo

Un cazador con dos perros ARCHIVO

F. BELTRÁN

Cuando cualquiera de los que amamos este mundo de la caza hacemos planes antes de empezar cualquier temporada, soñamos despiertos en que la próxima sea exitosa, en trofeos, en lances y en amigos (no necesariamente por este orden). Si pudiéramos hacer una encuesta entre todos los cazadores de España, posiblemente las opiniones serían muy dispares. Unos no estarían contentos con los trofeos abatidos (la mayoría), otros con los lances disfrutados y algunos, los menos, con los momentos vividos entre amigos.

La recién terminada temporada 2016/2017, en Córdoba, y a falta de las cifras oficiales, que serán determinadas, allá por el mes de junio, por la presentación de las Memorias Anuales de los cotos, se ha caracterizado por los altibajos. Mal la caza menor, y algo mejor la mayor.

De la menor ya lo sabíamos. Nuestros cotos están en horas bajas. Las especies reinas, perdiz, conejo, liebre, torcaz y migratorias no pasan por sus mejores momentos. Mientras que los diferentes actores del mundo de la caza no nos sentemos (todos unidos) y exijamos de la Administración un compromiso serio y responsable en defensa de las especies de caza menor, éstas irán, poco a poco, y de manera inexorable a convertirse en una triste anécdota. ¿La culpa? Muy sencillo, no hay un solo factor determinante en el ocaso de la mayoría de las especies (sólo se salva, en algunos puntos de la Campiña, el conejo).

Más fácil avistar a un buitre que a una perdiz

El abandono del campo, el modelo de agricultura, la expansión de predadores oportunistas, el furtivismo desaforado, las sueltas sin control, etc., han convertido nuestros campos en un erial, donde es más fácil avistar un buitre que una perdiz.

La caza mayor, por el contrario, vive una época de supuestas vacas gordas (que no lo son tanto). A pesar de que los cazadores dedicados a estas modalidades son cada vez más numerosos, el número de jornadas de caza autorizadas temporada tras temporada por la Delegación de Medioambiente desciende de forma contínua. Tal vez sea por la dificultad y costo de organizar montería, gancho o batida; lo cierto es que el número de cazadores y reses abatidas aumenta. Curioso cuando menos.

No ayuda en nada el escandoloso retraso de la Consejería de Medioambiente en la aprobación del nuevo Reglamento de Caza, supuesta herramienta que, según los políticos, subsanará muchos de los problemas existentes en la caza. Mucho nos tememos que no. El Reglamento (si se aprueba), lo hará tarde y mal. Quedarán muchas lagunas. La supuesta «simplificación administrativa» buscada en el borrador, mucho nos temenos que generará no pocas situaciones de inseguridad jurídica. No se va a modificar el Catálogo de Especies Cinegéticas (a pesar de que hay especies, como el meloncillo, la tórtola turca, el cormorán, etc., que demandan día a día su inclusión como tales).

Tampoco vamos a contar con modificaciones sustanciales en algunas modalidades, como, por ejemplo, las de caza mayor en cotos de caza menor donde aquel aprovechamiento sea secundario. Se podía aprobar el gancho a cervuno y jabalí con límite de puestos (como ya existe en los acotados de caza mayor).

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